Crítica: Toxic
por Mariana Hristova
- El primer largometraje de Saulė Bliuvaitė es un relato sobre las inseguridades adolescentes en torno a la imagen corporal entre sueño y realidad en un olvidado pueblo minero lituano
Es raro que una película con una narrativa uniforme mantenga la atención del espectador de principio a fin. Con Toxic [+lee también:
tráiler
entrevista: Saulė Bliuvaitė
ficha de la película], esto sucede de forma milagrosa, quizá gracias a los genuinos retratos de las dos protagonistas (cada una de las cuales constituye una narración en sí misma) y a la creciente relación de afecto entre ellas. Lo que comienza como una enemistad impulsiva, como bestias que marcan su territorio, evoluciona hacia un vínculo que las hace inseparables. Igualmente llamativa es la forma poética que tiene la película de captar los intentos de soñar en una época destinada a los sueños, pero en un lugar carente de puntos de partida. Basada en las experiencias personales de adolescencia de la debutante lituana Saulė Bliuvaitė, su ópera prima acaba de tener su estreno mundial en el Festival de Cine de Locarno, convirtiéndose en la directora más joven en participar en la competición internacional.
Marija (Vesta Matulytė), de trece años, es la chica nueva en la escuela. Su madre, que no tiene sitio para ella, la ha enviado a la fuerza a vivir con su abuela en una remota ciudad de provincias. En el instituto se burlan de ella por su cojera congénita y su traje de baño infantil y, para colmo, alguien le ha robado los vaqueros del vestuario de la piscina. Esta escena inicial sugiere un conflicto basado en el acoso escolar, pero el verdadero acosador no tarda en aparecer disfrazado de algo tentador. Una sospechosa escuela de modelos se ha vuelto popular entre las alumnas, que están dispuestas a hacer lo que sea para cumplir unos criterios insanos de peso corporal (saltarse comidas, inducirse el vómito, ingerir huevos de lombriz solitaria), así como encontrar el dinero para pagar una sesión fotográfica obligatoria que promete carreras en París y Nueva York. La ladrona de vaqueros, Kristina (Ieva Rupeikaitė), es engañada para que participe en el proyecto y, a pesar de su enfrentamiento inicial, que incluye una pelea a puñetazos en el barro, Marija ve a Kristina como un alma gemela y se inscribe también en el curso de modelaje. La tranquilizadora monitora del curso convence a Marija de que pueden corregir su forma de andar y, de repente, su cojera se hace menos pronunciada y es aceptada en la comunidad. Cuando su madre aparece inesperadamente para llevársela, Marija no está dispuesta a marcharse. Siente que ya pertenece a ese lugar del que todos intentan escapar.
“Tóxico” es una de las palabras de moda en el vocabulario de los millennials y la generación Z, que estadísticamente son más propensos a sufrir problemas de salud mental y autolesiones, quizá debido al omnipresente y agresivo paisaje mediático que afecta a su imagen corporal y autoestima. Nacida en 1994, Bliuvaitė está a caballo entre ambas generaciones, por lo que su visión del problema es genuina, basada en experiencias de primera mano. Más allá de la comida, los padres, la escuela y las relaciones, la toxicidad también puede provenir del vacío general que nos rodea y de la falta de perspectivas vitales significativas que, durante los frágiles años de la adolescencia, pueden sustituirse fácilmente por estímulos superficiales proporcionados por “benefactores” externos (como la agencia de modelos). Un entorno que no logra motivar a los jóvenes a desarrollar un mundo interior enriquecedor envenena automáticamente el exterior. Con una cámara escrutadora que presta especial atención a las frecuencias emocionales de los personajes (no solo a través de sus interacciones, sino también de su agitación silenciosa e individual), la directora capta intuitivamente vibraciones que no se pueden verbalizar y que solo la imagen puede transmitir. Esto hace que la película resulte fascinantemente cinematográfica, en el sentido más íntimo del término.
Toxic es una producción de la lituana Akis Bado. Sus ventas internacionales corren a cargo de la española Bendita Film Sales.
(Traducción del inglés)
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