Crítica: Vida en pausa
- VENECIA 2024: El último trabajo de Alexandros Avranas habla de un tema muy delicado, el síndrome de resignación en los niños, pero con un ritmo demasiado lento y unas interpretaciones algo planas

En su nuevo largometraje, el cineasta griego Alexandros Avranas aborda un tema muy delicado y quizá poco conocido por gran parte del público: el síndrome de resignación infantil. La película, titulada Vida en pausa [+lee también:
tráiler
entrevista: Alexandros Avranas
ficha de la película], se ha estrenado en la sección Orizzonti del Festival de Venecia de este año.
El largometraje, que está ambientado en Suecia en 2018, pone el foco en una familia de cuatro miembros. Sergei (Grigory Dobrygin) y Natalia (Chulpan Khamatova) se han visto obligados a huir de Rusia tras un intento de asesinato que casi acaba con la vida de Sergei. Mientras tanto, un misterioso síndrome está afectando a los refugiados y causando gran preocupación. La pareja se instala en el país sueco junto con sus dos hijas pequeñas, Alina (Naomi Lamp) y su hermana pequeña Katja (Miroslava Pashutina), mientras esperan a que la comisión de inmigración tome una decisión como respuesta a su solicitud de asilo. Cuando se entera de que rechazan la solicitud, Katja entra en un misterioso coma, lo que desencadena una espiral descendente aparentemente imparable.
Aunque el tema narrativo que el director elige resulta original y oportuno para los tiempos que corren, la película se ve considerablemente perjudicada por el ritmo exasperantemente lento, que se ve agravado aún más por la actuación plana de todos y cada uno de los miembros del reparto, incluidos los cuatro protagonistas. Más allá de algún que otro momento de ira o histeria repentinos, todo parece demasiado lento, demasiado tranquilo y demasiado sutil. Por paradójico que parezca, si cerráramos los ojos, nos costaría incluso distinguir las voces de los personajes, y esto se hace especialmente evidente al escuchar el diálogo de las mujeres adultas.
En general, el enfoque minimalista de Avranas es visualmente limpio, pero no despierta empatía ni implicación. Todos los entornos parecen pálidos y sin vida, y los elementos técnicos —incluida la banda sonora, la escenografía, la fotografía y el vestuario— no logran impresionar a los espectadores; de hecho, transmiten una opresiva sensación de anonimato que, aunque probablemente se realiza de manera intencionada, resulta ineficaz en última instancia.
El último tercio de la película intenta despertar algún tipo de respuesta emocional, pero queda patente que Avranas no consigue dar en el blanco. En otras palabras, el guionista Stavros Pamballis y el director caen en las trampas del cliché y el patetismo excesivo en esta parte de la historia. Ejemplos claros son la escena en la que Sergei y Natalia dan de comer helado a sus hijas, o aquella en la que los cuatro dan un paseo en coche y luego a pie con gafas de sol, con la esperanza de recuperar la sensación de normalidad. Una de las escenas posteriores se acompaña de una banda sonora empalagosa que, a su vez, se vuelve a reproducir durante los créditos finales. Y precisamente durante dichos créditos, Avranas se siente en la necesidad de añadir unas líneas explicando qué es el síndrome de resignación infantil y qué impacto social tiene en la actualidad, por si acaso el público ha olvidado el núcleo de la película en algún punto.
Vida en pausa es una coproducción de las francesas Les Films du Worso y Elle Driver, la alemana Senator Film Produktion, la sueca Fox in the Snow Films, la estonia Amrion, las griegas Playground Valtetsiou y Asterisk*, y la finlandesa Making Movies. Elle Driver se encarga también de las ventas internacionales de la película.
(Traducción del inglés)
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