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VENECIA 2024 Semana Internacional de la Crítica

Crítica: Don’t Cry, Butterfly

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- VENECIA 2024: El debut de la directora vietnamita Dương Diệu Lính es un mágico elixir de angustia de madres, rebelión de hijos y terror de monstruos

Crítica: Don’t Cry, Butterfly
Nguyễn Nam Linh y Bùi Thạc Phong en Don’t Cry, Butterfly

Los cineastas del sudeste asiático tienden a creer en los espíritus, pero parece que a Dương Diệu Linh, a diferencia de sus homólogos, se le da mejor mantenerlos a raya, y prueba de ello es su nueva película, Don’t Cry, Butterfly. Tras dos escenas iniciales en las que se sugiere que las supersticiones son solo fruto de la imaginación de los personajes, la directora empieza a incorporar más y más perturbaciones formales y visuales, de modo que lleva su narración a un lugar psicológicamente frágil y nebuloso en lugar de limitarse a ofrecer una simple resolución de trascendencia, tal y como habría hecho cualquiera de sus compañeros de profesión. Sin embargo, antes de todo esto, somos testigos de cómo la directora hace un esfuerzo para que su película alce el vuelo y nos cautive como la mariposa del título, cuyo significado también se desvela al final. La película se ha estrenado en la Semana Internacional de la Crítica de Venecia.

Dương construye la trama en torno al equilibrio del conflicto entre una madre, Tam (Lê Tú Oanh), y una hija, Ha (Nguyễn Nam Linh), en una familia de clase trabajadora de Hanói. A base de evocar —tal vez involuntariamente— películas como Giulietta de los espíritus, de Fellini, o Alice, de Woody Allen, Tam trata de redirigir a su marido mujeriego —cuya aventura descubre al verle con otra persona en la multitud durante un partido de fútbol que estaba siendo televisado— hacia el camino de la fidelidad conyugal, y para ello recurre a un espiritista influencer que descubre en redes sociales, el cual le receta ceniza sagrada para disolver en agua e ingerir. Y, efectivamente, la fórmula surte efecto, solo que no en la persona a la que iba destinada.

Sin embargo, por otro lado, son muchas las cosas que todavía no sabemos. Es evidente que existe un cisma generacional entre Tam y Ha. Esta última, que lleva un corte de pelo pixie a lo Faye Wong en Chungking Express, está intentando estudiar en el extranjero y abandonar su país de origen, y para ello cuenta con el respaldo total de su simpático novio, Trong (Bùi Thạc Phong), que vive en el piso de enfrente (ambos residen en una urbanización diseñada para parecer funcional y brutalista, lo cual resulta de lo más apropiado a nivel temático). Y aunque hay todo un mundo social alrededor de los personajes de Tam y Ha, que está formado, entre otros, por personajes secundarios como los colegas de mediana edad de Tam en el salón de bodas donde trabaja, la película puede parecer una obra de cámara involuntaria, con los personajes principales resignados a los pisos en los que viven y con una serie de conflictos de la trama que no se desarrollan con suficiente riqueza. Más adelante, y fruto de los nervios, Dương trata de convertir a Tam en una persona más antipática: tras darle poder mediante su creciente capacidad para controlar a su marido, los poderes metafísicos concedidos por el espiritista se ejercen también sobre su hija, de manera que le niegan la posibilidad de crecer y —en términos más filosóficos— gozar del libre albedrío.

El origen de este énfasis temático se remonta a los cortometrajes que Dương realizó antes de Don’t Cry, Butterfly, en los que se centraba, según sus palabras, en “mujeres gruñonas de mediana edad”. Lamentablemente, la directora no consigue que los elementos mencionados de realismo mágico y body horror del final vengan precedidos de una escenografía tan atractiva. Pero entonces, cuando la humedad del techo se transforma en una criatura con tentáculos que no dista mucho de la de La posesión, de Żuławski, casi como para castigar a Tam por su intromisión en la realidad, la línea temporal de la película da un vuelco y la tónica de Don’t Cry, Butterfly cambia radicalmente, hasta el punto de que nos planteamos la posibilidad de que Dương nos haya empujado deliberadamente a bajar las expectativas con el fin de que el final tenga un impacto mucho más grande en nosotros.

Don't Cry, Butterfly es una producción de Vietnam, Singapur, Filipinas e Indonesia, de la que se han encargado Momo Film Co., FUSEE y Kalei Films. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Barunson E&A.

(Traducción del inglés)

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