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VENECIA 2024 Fuera de competición

Crítica: Maldoror

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- VENECIA 2024: Fabrice Du Welz cambia de registro de forma espectacular y explora en clave de ficción el trauma colectivo que sacudió Bélgica en los años 90, el caso Dutroux

Crítica: Maldoror
Anthony Bajon en Maldoror

Lo primero que nos viene a la cabeza cuando pensamos en Fabrice Du Welz es un tipo de cine radical, atormentado por el mal y caracterizado por el horror, la locura y, a veces, lo grotesco. Sus películas (de Calvaire [+lee también:
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) están cargadas de sonido y furia, en ocasiones bañadas en sangre, y a menudo muy estilizadas e igualmente impregnadas de simbolismo. Sin embargo, este no es el caso de la nueva película de Du Welz, Maldoror [+lee también:
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—que ha sido coescrita por Domenico La Porta y seleccionada fuera de competición en el Festival de Venecia—, ya que constituye toda una inmersión en otro tipo de terrenos cinematográficos para el director. Si bien es cierto que el director ya se atrevió con una película de venganza que rozaba el género policíaco con Message from the King, su película estadounidense protagonizada por el difunto Chadwick Boseman, es a través de este nuevo trabajo que da el salto definitivo al cine policíaco, ofreciéndonos un fresco naturalista que nos lleva al corazón de la comunidad siciliana de Charleroi a mediados de los años 90. La película está inspirada en gran medida en el caso de Marc Dutroux, aunque se han cambiado los nombres individuales.

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El protagonista de la película es Paul Chartier (el brillante Anthony Bajon, que demuestra que no nos equivocamos al depositar nuestra fe en él, por si aún necesitábamos confirmación), un joven e idealista policía que se ve envuelto en un drama que se escapa de su comprensión. Al proceder de un entorno innegablemente modesto, con un padre en la cárcel y una madre que se gana la vida como prostituta, el joven busca la salvación en la ley y el orden. Tras romper los lazos con su pasado, navega entre sus aspiraciones profesionales en la policía y la gran familia siciliana a la que pertenece su prometida, Gina (la magnética Alba Gaïa Bellugi). Cuando se le presenta la oportunidad de tomar parte en una operación secreta de vigilancia que responde al nombre en clave de Maldoror y gira en torno al famoso pederasta Marcel Dedieu, se entrega en cuerpo y alma a su misión. Poco a poco, la intensidad de la investigación se va colando en su vida privada, de modo que empieza a interferir gradualmente en el bienestar de su familia.

Mientras entre bastidores estalla una guerra interna entre la gendarmería, la policía judicial y la policía civil, que lo único que hace es entorpecer y perjudicar considerablemente la investigación, los diferentes sucesos absorben cada vez más a Chartier, hasta el punto de oír un día voces en el sótano de Dedieu durante un registro policial. ¿Pero y si esas voces eran reales?

La totalidad de la primera sección de la película, que explora la “juventud” de Chartier, pinta un retrato sumamente realista de la comunidad que ha elegido para sí. Este realismo se ve reforzado por la decisión de contratar a sicilianos “reales” de Charleroi, cuya autenticidad complementa el enfoque naturalista de Du Welz, que también revela una tierra desindustrializada y abandonada por la política.

Inicialmente confinado en la periferia, el personaje de Dedieu emerge gradualmente, como una estrella oscura en una galaxia del mal compuesta por especímenes pobres y poderosos por igual. Puesto que el reto de ficcionalizar a una figura tan cargada de perversión como Dutroux era arriesgado a más no poder, el director opta en Maldoror por reinventarla, y lo hace por medio de Sergi López, que ya está más que familiarizado con la interpretación de villanos. El mal va ganando terreno poco a poco, de modo que se apodera tanto de la historia como de la mente consumida por la culpa de Chartier. Todo culmina en un enfrentamiento final en la tercera parte de la película, que trasciende el realismo del principio y pone de relieve el poder catártico de la ficción, como una oportunidad colectiva de enmendarse.

En definitiva, Maldoror constituye un fresco —a gran escala— exigente a la par que accesible sobre la Bélgica de los años 90, sobre las disfunciones y los traumas colectivos del país, pero también sobre la desbordante perversidad del mal.

Maldoror ha sido producida por la belga Frakas Productions y la francesa The Jokers Films, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de WTFilms.

(Traducción del francés)

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