Crítica: Stranger Eyes
por David Katz
- VENECIA 2024: El thriller del singapurense Yeo Siew Hua sigue a una pareja en duelo después de la desaparición de su hija, que busca la solución en la cultura de la vigilancia masiva de su país
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ficha de la película], de Yeo Siew Hua, fuera una prenda de vestir, sería un jersey de lana, pero no uno nuevo, recién salido de la tienda, sino uno desgastado por el uso, con varias fibras sueltas desde el cuello hasta el dobladillo. Siguiendo con esta analogía, los hilos centrales corresponderían a cada uno de los personajes principales. La película de Yeo aprovecha al máximo sus dos horas de duración para seguir el errático y dilatado viaje de sus protagonistas, hasta desenredarse en una gran maraña. La nueva película de Yeo tras Una tierra imaginada [+lee también:
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ficha de la película], ganadora del Leopardo de Oro en Locarno, funciona mejor como un estudio de personajes y un retrato de la psicología de grupo que como una película de suspense. La cinta se ha proyectado como uno de los últimos títulos a competición en el Festival de Venecia.
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ficha de la película], de Michael Haneke, y Sin amor [+lee también:
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ficha de la película], de Andrey Zvyagintsev, Yeo presenta una trama convencional en la que la hija pequeña de un matrimonio normal, formado por Junyang (Wu Chien-Ho) y Peiying (Annica Panna), es secuestrada en un parque infantil, y un policía sensible pero curtido, el agente Zheng (Pete Teo), les ofrece un consejo paciente y pragmático. El guion presenta una estructura por capítulos desde varias perspectivas diferentes, por lo que no es de extrañar que el duelo inicial revele posteriormente capas más complejas, pero su punto de vista narrativo cambia a través de diferentes formas de observar y espiar a los demás, desde la vigilancia masiva hasta un voyeurismo inquietante, pasando por la investigación amateur.
Wu (interpretado por Lee Kang-Sheng, un nombre habitual en el cine de Asia Oriental), un solitario encargado de una tienda de comestibles, completa un trío protagonista de singapurenses profundamente infelices, a medida que las verdaderas preocupaciones temáticas de Yeo se hacen más evidentes. En términos argumentales, la película resulta farragosa y poco realista, incluso ofensiva y fantasiosa en cuanto a la probable motivación del secuestro de niños. Sin embargo, el impecable y anguloso entorno cinematográfico que construye el director (cargado de pantallas, señales telefónicas entrecruzadas y escaleras diagonales de hormigón que no conducen a ninguna parte) se centra en una verdad humana: cuando estamos solos o aislados, somos propensos a proyectar ficciones sobre personas a las que no comprendemos del todo, o incluso sobre completos desconocidos. Cada uno de los tres personajes, especialmente cuando Wu descubre que Peiying es una DJ con muchos seguidores en una plataforma de retransmisión en directo al estilo de Twitch (ante lo cual reacciona de una forma especialmente siniestra), investiga y descubre secretos sobre los demás, lo cual no les acerca a la verdad sobre el paradero de la niña, pero crea una especie de revelación por la que seguir y acechar a otras personas les lleva de vuelta (con un conocimiento más profundo) al punto de origen: ellos mismos.
Junyang y Peiying son el arquetipo de matrimonio joven de clase media en Singapur, que primero se entregan al optimismo de la boyante economía del país y luego se encuentran limitados por una hija que lastra sus aspiraciones, atándolos involuntariamente a los roles de género convencionales (como subraya con fuerza un detalle que descubrimos más tarde sobre Junyang). Otra de las formas de vigilancia presentes en la película está menos mediada por las pantallas: se trata de una panorámica clásica al estilo de La ventana indiscreta, que muestra un bloque de apartamentos idéntico construido en paralelo al de los protagonistas. Tal vez este miedo, esta sensibilidad de Yeo hacia la vigilancia (al haber nacido en 1985, es en gran medida un cineasta milenial con preocupaciones propias de su generación), sea tan paranoico como sus personajes, pero la erosión de muchas formas de privacidad, una característica clave de nuestra era, se refleja en la película con una claridad absoluta.
Stranger Eyes es una coproducción entre Singapur, Taiwán, Francia y Estados Unidos, producida por Akanga Film Asia, Volos Films, Films de Force Majeure y Cinema Inutile. Playtime se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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