Crítica: Bonjour Tristesse
por Olivia Popp
- En su primer largometraje, la ensayista canadiense Durga Chew-Bose convierte la novela francesa de 1954 en una lánguida fábula contemporánea, movida por una persistente inquietud

El padre de nuestro protagonista dice lo siguiente: “Hacer la maleta y visitar a un viejo amigo junto al mar es espectacular.” ¿O no? Este planteamiento podría haber seguido varios caminos, pero es probable que todos ellos contengan lecciones aprendidas, para bien o para mal. Con esta premisa en mente, la escritora convertida en directora y guionista, Durga Chew-Bose, crea su primer largometraje, Bonjour Tristesse, adaptando la novela de Françoise Sagan de 1954, escrita a sus 18 años, que ya tuvo una primera adaptación en una película en lengua inglesa en 1958, por Otto Preminger. La película tuvo su estreno mundial en la sección Discovery del Festival de Toronto.
Cécile (Lily McInerny), a sus dieciocho años, pasa su tiempo tomando el sol, coleccionando conchas y disfrutando de su amor de verano Cyril (Aliocha Schneider) en una villa (comparable al tentador aislamiento de la propiedad de Godard en El desprecio), en las afueras de Marsella. Su padre viudo y cariñoso Raymond (Claes Bang) está enamorado de la joven Elsa (Naïlia Harzoune), formando una familia divertida, pero a su vez, cuidadosamente construida en la Riviera Francesa. Raymond llama a Cécile su “cómplice”, pero la disolución de la dinámica y amable familia, puede que sea un hecho consumado, pero marcado por la llegada a la villa de la sofisticada, pero a menudo enigmática Anne (Chloë Sevigny), una elegante y vieja amiga de los padres de Cécile.
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ficha de la película], de Luca Guadagnino. Aunque la intersección del diagrama de Venn de ambos escenarios lujosos junto al océano y los personajes de familias socioeconómicos parezca un círculo. Mientras Cécile actúa a menudo impulsiva y audazmente (con un matiz de control que su familia le enseñó), Anne, tranquilamente, corta y come manzanas, directamente del cuchillo, repartiendo ocurrencias camufladas como aforismos (“Todo el mundo parece vulnerable en calcetines”). Los primeros planos en playas rocosas nos devuelven una y otra vez al entorno, acompañados por el brillo de los impresionistas toques de cuerdas y arpegios de piano al estilo Debussy de la exquisita banda sonora compuesta por Lesley Barber. En ella, se mezclan músicas reminiscentes de los antiguos éxitos franceses e italianos con música de baile propia de un resort de lujo en la costa.
Chew-Bose reúne a un elenco indomable de colaboradores. Con la ayuda del director de fotografía Maximilian Pittner, enmarca la mayoría de las escenas conversacionales de dos personas con técnicas de primeros planos con ángulo amplio y aislados de cada interlocutor. Una decisión que nos lleva a analizar minuciosamente cada pequeño movimiento facial. Bonjour Tristesse está inundada por un azul omnipresente, desde el cielo y las aguas del océano bañadas por el sol hasta la decoración de la villa (con un detallado diseño de producción de François Renaud-Labarthe, Irma Vep [+lee también:
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ficha de la serie]) y las prendas de vestir escogidas por Cécile (con un diseño de vestuario de Miyako Bellizzi, Diamantes en bruto).
Chew-Bose firma una adaptación de la novela que no se parece a las adaptaciones de libros más inconexas, narrativamente hablando, de los últimos años. Además, aparece en la escena cinematográfica como una guionista y directora debutante con una firme, pero expresiva, comprensión de la estructura (y una sensibilidad cómica precisa pero sutil). Sin embargo, para quienes conozcan su obra en prosa, se trata de un enfoque más literario y figurativo de los diálogos. Con una interioridad limitada de Cécile y algunos momentos íntimos con otros personajes, Bonjour Tristesse roza un punto de vista omnisciente en tercera persona. Lo que confiere a la película un aire de fábula. El malestar de Cécile ante las nuevas dinámicas es palpable, en parte gracias a la interpretación divertida, y a menudo irritante, de McInerny, con la que una puede identificarse.
Hacia el final, Chew-Bose debe darnos una palmadita en la espalda, narrativamente hablando, para recordarnos que se trata de una historia de crecimiento personal, por si se nos había olvidado, obligándonos a recalibrar nuestra medición de las escenas anteriores. Las dos horas de la película transcurren de la misma manera que un barco flota en las aguas de la Riviera, lánguidas y con una deliciosa pizca de inquietud persistente.
Bonjour Tristesse es una coproducción canadiense y alemana de Babe Nation Films (establecida en Toronto), Elevation Pictures (establecida en Toronto) y Barry Films (establecida en Berlín). Film Constellation gestiona sus ventas internacionales.
(Traducción del inglés por Paula López Pastor)
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