Crítica: Aïcha
por David Katz
- VENECIA 2024: El thriller del director tunecino Mehdi Barsaoui sigue a una joven que busca con valentía una nueva identidad después de haber sobrevivido a un accidente de autobús

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ficha de la película], en la competición Orizzonti de Venecia en 2019. La cinta gozó de un exitoso recorrido por festivales que culminó con un Premio César para su actor protagonista, Sami Bouajila. Cinco años después, el director vuelve a Venecia para mostrar Aïcha [+lee también:
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ficha de la película] en la misma sección, donde ha ganado el premio paralelo a la mejor película mediterránea otorgado por la Academia de Bellas Artes de Venecia.
Aïcha parece una película en la que ocurre de “todo”: un retrato exhaustivo de la sociedad tunecina tras la revolución, en la que el personaje titular, interpretado por Fatma Sfar, transita entre diferentes ambientes sociales e identidades, tanto reales como metafóricas. Podríamos decir que el guion es excesivo y que se mueve en el límite de lo verosímil, pero Barsaoui le aporta una gran energía a la historia, evocando a Dickens en su retrato de una serie de incidentes que llevan a la protagonista a pasar de la miseria a una relativa riqueza, teniendo en cuenta las lagunas legales a través de las cuales se resuelve finalmente la trama.
Al igual que Grandes esperanzas comienza con la incertidumbre sobre el nombre real de su protagonista, Pip, el personaje de Sfar empieza la película como Aya en la ciudad desértica de Tozeur. Posteriormente, asume la identidad de Amira en un Túnez más vibrante, terminando el relato como Aïcha, que a su vez significa “viva” en árabe. Demostrando una vez más que las películas ambientadas en hoteles raramente son aburridas, Aya trabaja limpiando las sábanas de los turistas ricos y sirviendo marisco en lujosos bufés, antes de que un autobús, que la lleva del trabajo a la modesta casa familiar donde vive, se estrelle trágicamente en una peligrosa carretera en medio del desierto. Arrastrándose hasta un lugar seguro, se da cuenta de que los servicios de emergencia han marcado su nombre como fallecida y, viendo una oportunidad irrepetible, no les corrige y se dirige al lugar de sus sueños, Túnez, revisando anuncios de Airbnb en su teléfono.
Una vez allí, se instala como compañera de piso de Lobna (Yasmine Dimassi), una estudiante de doctorado en Humanidades (según ella) que le enseña la vida nocturna de la ciudad (lo que confirma su reputación como uno de los países más liberales del mundo árabe) y le presenta a una serie de hombres poderosos con los que relacionarse. Cuando es testigo del asesinato de uno de ellos a manos de la policía, su engaño corre el riesgo de pasarle factura al ser interrogada por el inspector Farès (interpretado por la estrella local Nidhal Saadi), que quiere proteger la reputación de las fuerzas del orden mientras se enfrenta a su propio dilema moral.
Esto no es más que un esbozo del argumento, ya que Barsaoui va dejando rastros y pistas falsas a medida que construye la estructura de la trama, haciendo que Aïcha resulte muy atractiva y fácil de seguir. La película se centra en las identidades en constante cambio, por lo que el progreso de Aya/Amira también recuerda a Titane [+lee también:
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ficha de la película], siguiendo un proceso inestable y desordenado de emancipación femenina (al igual que su fotografía, salpicada de destellos), donde la protagonista debe escapar justo cuando varios hombres intentan inmovilizarla. Estos hombres también son hipócritas, ya que varias revelaciones y “giros” en la trama nos descubren que Aya no es la única que oculta datos vitales sobre sí misma. El hecho de que Aïcha se inspire en historias reales surgidas tras la revolución socava su tendencia a la simplificación: cuando vemos noticias inverosímiles verificadas en la prensa, tampoco somos capaces de creerlas.
Aïcha es una coproducción entre Túnez, Francia, Italia, Arabia Saudí y Catar, producida por Cinetelefilms, Dolce Vita Films, Dorje Film y 13 Prods. The Party Film Sales supervisa las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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