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TORONTO 2024 Special Presentations

Crítica: Conclave

por 

- A través de una fiel adaptación de la novela de Robert Harris, Edward Berger se enreda en las maniobras políticas papales con un thriller entretenido pero muy folletinesco

Crítica: Conclave
Ralph Fiennes en Conclave

Los clérigos son tan humanos como el resto. Y en Conclave [+lee también:
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, de Edward Berger, el cónclave católico de cardenales se convierte en el caldo de cultivo perfecto para mentiras y secretos, de modo que, en un giro del que todos son más que conscientes, se dice que la elección del nuevo papa empieza a parecerse mucho a una “convención política estadounidense”. Al adaptar la película de la novela homónima que Robert Harris escribió en 2016, el director alemán nos lleva de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial de Sin novedad en el frente [+lee también:
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, su anterior largometraje adaptado, a los sagrados muros del Vaticano y lo más profundo de la confabulada política papal. Conclave ha sido presentada en la sección Special Presentations del Festival de Toronto de este año, después de estrenarse a nivel mundial en el Festival de Telluride, y antes de proyectarse a competición en el Festival de San Sebastián.

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Tras la muerte del papa, el íntegro y honesto cardenal Lawrence (Ralph Fiennes), decano del Colegio Cardenalicio, preside el adulterado cónclave mientras comienza la votación para elegir un nuevo papa. La facción liberal divide su apoyo entre varios candidatos, entre ellos el cardenal Bellini (Stanley Tucci), amigo socialmente progresista de Lawrence, y el éticamente cuestionable cardenal Tremblay (John Lithgow). El rival de Bellini no es otro que el ultraconservador y liliputiense cardenal Tedesco (Sergio Castellitto), que insulta brutalmente al respetado cardenal Adeyemi (Lucian Msamati) y su potencial para convertirse en el primer papa africano. Además, aparece también un comodín que cambia la dinámica del grupo: el cardenal Benítez (el recién llegado Carlos Diehz), un introspectivo clérigo mexicano de la archidiócesis de Kabul que fue nombrado por el difunto papa in pectore (en secreto, a menudo por motivos de seguridad).

No hay cardenal que no tenga un cadáver en el armario. El bienintencionado Lawrence se ve sumido en su mayor crisis —de fe— ante el dilema de inmiscuirse para facilitar la elección de un nuevo papa que sea honesto y esté cualificado, o confiar en la mano de Dios. Para consternación de Lawrence, la respuesta se hace evidente, puesto que no cabe duda de que no hay dioses entre los hombres que asisten al cónclave. Los cardenales están sometidos al politiqueo y a los juegos de poder, de modo que se ven inmersos en un escenario papal que no está en absoluto protegido de la codicia humana. La hermana Agnes (Isabella Rossellini) hace todo lo posible por apoyar una elección justa y equitativa como miembro de la Curia Romana que, aunque teme a Dios, no puede hacer nada para influir en el resultado. Está claro que la película se queda bastante lejos de aprobar el test de Bechdel, pero da igual, porque la razón por la que estamos aquí no es otra que para ser testigos de la mezquindad del sexo masculino.

El compromiso visual de Berger y el director de fotografía Stéphane Fontaine con la intención de dar la sensación de un thriller político descarnado se opone tonalmente a los giros empalagosos que se van produciendo a lo largo de la historia. Desde el principio, la banda sonora extremadamente aguda, febril y basada en cuerdas de Volker Bertelmann marca el compás de Conclave, de modo que puntúa deliberada y conscientemente gran parte de las escenas con un toque de impulsividad.

El cineasta alemán introduce decorados que confrontan la interacción de la Iglesia con la llamada “modernidad” y sus componentes tecnocientíficos (teléfonos fijos apresuradamente tirados en un montón en el exterior o los intrusivos sonidos de los motores de los aviones en lo alto). Sin embargo, Berger no tarda en abandonar estos elementos para seguir fielmente los giros de la novela de Harris, lo que da lugar a un relato en forma de telenovela. El guionista Peter Straughan hace bien en distinguir los muchos hilos de la intriga, pero en términos temáticos, quien mucho abarca poco aprieta, así que gran parte de los temas se suceden demasiado rápido y acaban siendo tratados de una forma demasiado superficial.

En Conclave, son pocas las divagaciones religiosas reflexivas o conversaciones profundas en torno a la interpretación litúrgica. Sin embargo, las conversaciones en la cafetería del cónclave resultan sorprendentemente familiares, ya que las intervenciones de Straughan son concisas y accesibles, de modo que llegan perfectamente al público que no pierde el hilo. Berger se toma el tema muy en serio, pero, seamos sinceros, Conclave te será mucho más blasfemamente divertido si no haces como él.

Conclave es una coproducción entre Estados Unidos y el Reino Unido de la neoyorquina FilmNation Entertainment, la londinense House Productions e Indian Paintbrush, con sede en Santa Mónica. FilmNation Entertainment se encarga también de las ventas internacionales de la película.

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(Traducción del inglés)

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