SAN SEBASTIÁN 2024 Competición
Crítica: Emmanuelle
por Júlia Olmo
- Audrey Diwan firma una impresionante versión feminista de Emmanuelle protagonizada por una deslumbrante Noémie Merlant

En la Emmanuelle dirigida por Just Jaeckin en 1974, inspirada en la novela homónima de Emmanuelle Arsan, se contaba la historia de una joven recién casada que viaja a Bangkok para reunirse con su marido. Allí, animada por éste, sería iniciada en el sexo libre por una adolescente y guiada en la búsqueda del placer y en una filosofía del Eros supuestamente liberada de tabúes por un hombre maduro llamado Mario.
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ficha de la película], dirigida por Audrey Diwan y escrita junto a Rebecca Zlotowski, película inaugural a competición del 72.° Festival de San Sebastián, la directora ganadora del León de Oro por El acontencimiento [+lee también:
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ficha de la película] le da la vuelta a la novela y a la mítica película que la preceden para contar la historia de una mujer en busca de un placer perdido. La nueva Emmanuelle ya no es una mujer que acompaña a su marido y que se adentra en la búsqueda de ese placer a través de él, sino una mujer que viaja sola a Hong Kong por un viaje de negocios, y que, en el hotel donde realizará su trabajo, iniciará distintos encuentros (sola y acompañada) que la llevarán a explorar su propio deseo.
Protagonizada por una imponente y sensualísima Noémie Merlant en el papel de una mujer aparentemente rígida, segura, con cierta ironía, pero con ese erotismo latente, visceral por dentro, y desarrollada en dos espacios que se contraponen –el hotel cerrado, elegante y artificial, y, por otro, el Hong Kong cálido, sucio y más real–, la película consigue reflejar con sutileza, valentía y gran potencia visual esa exploración femenina del placer y el deseo. Con ello, Diwan logra adentrarse con atrevimiento y una sensibilidad singular para narrar en imágenes asuntos oscuros y escurridizos como la lucha entre la razón y el instinto (muy presente en la obra de Sade), lo que el sexo dice de nosotros mismos, los traumas, los miedos, los anhelos, los egos, las insatisfacciones, las vulnerabilidades, los vacíos, las búsquedas secretas que hay en él, los fantasmas del deseo, su naturaleza contradictoria, la posibilidad o no de límites, sus riesgos y lo que la voluntad de asumirlos también dice de nosotros, hasta dónde somos capaces de llegar en esa búsqueda y experimentación, el deseo como posibilidad de libertad y también de condena.
El resultado es una película mucho más cerebral y política que sus antecesoras (hay varias versiones de Emmanuelle), con un estilo depurado, delicado, muy sensorial y sugerente de principio a fin, repleta de misterio (la acertada banda sonora también contribuye a dotarla de ese aire fantasmal y de cierta intriga), con una protagonista llena de magia y profundidad, y una lúcida puesta en escena que habla de esa contradicción latente entre lo exterior y lo interior, de las cárceles que todos somos para nosotros mismos. Hay diálogos que dejan poso, pero la gran fuerza de la película reside en esas imágenes que con muy poco, una mirada, una expresión, un silencio, el gesto preciso, son capaces de capturar y transmitir una emoción, una sensación, un sentimiento, un deseo, lo que no se dice pero está presente.
La Emmanuelle de Audrey Diwan ya no es una película sobre la búsqueda del placer femenino filmada para la búsqueda del placer masculino, sino una película sobre la fuerza del deseo y la capacidad de las mujeres de explorar por sí mismas y decidir en ese deseo. Una película verdaderamente feminista, que sitúa en primer plano a la mujer como sujeto deseante, repleta de belleza, poderío cinematográfico y sensualidad. Una película impresionante, con una deslumbrante Noémie Merlant en probablemente una de sus mayores interpretaciones, cuyas imágenes perdurarán en la memoria de algunos espectadores.
Emmanuelle es una coproducción de las compañías Chantelouve, Rectangle Productions y Goodfellas, cuyas ventas internacionales están a cargo de la compañía estadounidense The Veterans.
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