SAN SEBASTIAN 2024 Competición
Crítica: Cuando cae el otoño
por Olivia Popp
- En la nueva película de François Ozon, se cuece el descontento en un acogedor pueblo otoñal de la Borgoña repleto de culpabilidad intergeneracional y resentimiento
Al no ser ni plantas ni animales, las setas tienen la capacidad de crecer con fuerza en lugares donde muchas otras formas de vida se pudren y descomponen. En condiciones de humedad y putrefacción, a menudo crecen robustas y resistentes, y el folclore las asocia tanto con la vida como con la muerte. Setas como el falso rebozuelo pueden ser tentadoras para un recolector ansioso, pero se sabe que a veces pueden ser mortalmente venenosas: alegría y tragedia, vida y muerte envueltas en una sola seta. Y, como si de un falso rebozuelo se tratara, el director François Ozon nos sumerge en los asuntos familiares de naturaleza engañosa de la exuberante campiña de Borgoña, donde la tragedia es tan habitual como la alegría. En su nueva película, Cuando cae el otoño [+lee también:
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ficha de la película], Ozon propone un modo de ser otoñal, un estado del ser más allá del punto de madurez, de una luna creciente y menguante al mismo tiempo, que tiene lugar cuando el perdón ya no puede obtenerse de buen grado y el resentimiento solo evoluciona hacia algo más desconcertante. La película, cuyo guion ha sido escrito por el propio Ozon junto con Philippe Piazzo, acaba de estrenarse a nivel mundial en la competición por la Concha de Oro de la selección oficial del Festival de San Sebastián.
Ozon escenifica el drama del trauma intergeneracional mediante personajes como la anciana Michelle (Hélène Vincent), que disfruta de su cómoda jubilación en un pueblo de Borgoña, y su mejor amiga Marie-Claude (Josiane Balasko), que a menudo la acompaña a tomar café y a pasear por el bosque para recoger setas. Y es aquí donde entra en juego el otoño del descontento, puesto que, en medio de esta rutina otoñal aparentemente idílica se produce la llegada desestabilizadora de alguien. Valérie (Ludivine Sagnier, en su cuarta vez con Ozon), la desdeñosa hija de Michelle, llega de París con su hijo pequeño Lucas (Garlan Erlos). Valérie todavía no ha sido capaz de superar el rencor que acumuló hacia su madre durante su infancia. Luego llega el bienintencionado pero imprevisible hijo de Marie-Claude, Vincent (Pierre Lottin), que acaba de salir de la cárcel.
A pesar de que la película gira en torno a un tema a menudo triste e irresoluble, Ozon tiñe su mundo con una inagotable fuente de acogedora calidez ambiental que el director de fotografía Jérome Alméras se encarga de captar, desde las comidas caseras de Michelle hasta la caída de las hojas policromadas alrededor de la casa de piedra enrojecida. Con cada giro, a menudo sorprendente, la historia fluye a un ritmo a veces desagradablemente uniforme, tan constante como la dirección, y es que en algunos casos, la falta de clímax hace que el espectador se sienta tan frustrado como los personajes, para bien o para mal, pero al menos hace que todos empaticemos (como en Misericordia [+lee también:
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entrevista: Alain Guiraudie
ficha de la película], la película de Alain Guiraudie ambientada en un pueblo, en la que, cuando surgen problemas, los personajes los entierran y siguen adelante —sin poder evitar las risas incómodas, eso sí— con sus vidas). Los personajes individuales casi nunca están encuadrados en solitario, ya que Ozon prefiere las tomas fijas amplias o los planos de seguimiento de los entornos exteriores que invitan al espectador a participar. Parece como si uno no pudiera —o no quisiera— salir nunca del resplandor que lo impregna todo e invade a todos, con una paleta de colores que, de forma un tanto irónica, sugiere que todo irá bien, pase lo que pase.
Sin embargo, el descontento no se desvanece en ningún momento: “Hemos fracasado estrepitosamente”, le dice Marie-Claude a Michelle sobre sus hijos adultos. Como una imagen especular, Valérie se dirige retóricamente a Vincent para decirle: “¿No ves que han destrozado nuestras vidas?” La banda sonora de Evgueni Galperine y Sacha Galperine, a piano y en clave menor, nos recuerda, como una campana que tintinea en la distancia, que hay cosas que, si no se resuelven, no se olvidarán nunca y acabarán teniendo consecuencias potencialmente devastadoras. Sin embargo, a pesar de todo esto, y como dice Ozon, la vida sigue su curso tan alegre como siempre.
Cuando cae el otoño es una producción francesa de FOZ (la productora francesa de Ozon) y Mandarin & Compagnie. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Playtime.
(Traducción del inglés)
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