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SAN SEBASTIÁN 2024 Competición

Crítica: Serpent’s Path

por 

- Kiyoshi Kurosawa revisita su propia cinta de los 90 La senda de la serpiente en un inestable thriller ambientado en la Francia actual sobre la inútil opacidad del mal

Crítica: Serpent’s Path
Damien Bonnard y Ko Shibasaki en Serpent's Path

El prolífico director japonés Kiyoshi Kurosawa, autor de las películas de 2024 Chime, estrenada exclusivamente en plataformas, y Cloud, fuera de competición en el Festival de Venecia, está de vuelta con un nuevo trabajo, Serpent’s Path [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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, que ha sido presentado en la 72.ª edición del Festival de San Sebastián. Como en su película homónima de 1998, Serpent’s Path cuenta la historia de un padre, Albert (Damien Bonnard), que se sirve de la ayuda de alguien —en este caso la psicóloga Sayoko (Ko Shibasaki)— para perpetrar una venganza —cuya legitimidad sigue siendo desconocida— contra los asesinos de su hija (entre los que se encuentra Mathieu Amalric, que ya ha trabajado con Kurosawa en anteriores ocasiones).

El desplazamiento de la acción a Francia, así como el cambio de sexo y profesión de la persona que colabora con Albert, constituyen las principales diferencias entre las dos películas, puesto que la original transcurría en Japón y tenía a un profesor de matemáticas como compinche del protagonista. En cambio, las situaciones grotescas que originan el malestar que se apodera de la película permanecen intactas, aunque con algún que otro matiz distinto. Sin embargo, si las sensaciones tras visionar la original son de un persistente malestar debido tanto al enfoque estilístico del director —con algunas imágenes rodadas casi con urgencia documental— como al misterioso final, en la versión contemporánea transpira un aspecto de rigidez mecánica, resultado de una operación que parece haberse llevado a cabo como un puro ejercicio de estilo.

Para Kurosawa, el mal que se ha extirpado sigue encarnado en la fría tecnología de una ciudad de París ambientada en el año 2020, atrapada entre el mito de la tradición y las pretensiones de seguir siendo una ciudad vanguardista, ambas de naturaleza nostálgica respecto a una época que un día constituía la realidad de los parisinos —¿hay algo más nostálgico que un remake?—.

El terror en la película de Kurosawa radica en la conciencia de que la investigación sobre la naturaleza del mal, situada entre los dos polos de la venganza y el sadismo, no viene acompañada de respuestas convincentes. Para Kurosawa, el mal no tiene razón de ser, el mal es un sinsentido encarnado en la mezquina estupidez de Albert que interpreta un Bonnard que, a su vez, nos regala —con perversión y sin sorpresa— los momentos más cómicos de la película, y en la frialdad del personaje de Sayoko, que no resulta tan fascinante como Nijima explicando las matemáticas en el Japón del cambio de milenio.

Otro de los temas en torno a los que gira Serpent’s Path es el de las mentiras y la falsedad de las imágenes. Los personajes no dejan de mentir, tanto a los demás como a sí mismos —y no es casualidad que Sayoko sea una psicóloga que cura y aniquila a los demás a base de liberarlos de sus propias mentiras—, y Kurosawa los expone a diversos tipos de imágenes con víctimas y verdugos, embusteros y víctimas de engaños. Esta tortura visual cuestiona la presunta inocencia de los espectadores y les lleva a plantearse todo tipo de preguntas en torno a la perversidad voyeurista y la omnipresencia tóxica de las pantallas en el mundo contemporáneo, que ha crecido exponencialmente desde el lejano pero ya corrompido año 1998. Estas pantallas, como espejos deformantes, proyectan una imagen inquietante y siempre más deformada del mundo y de nosotros mismos.

A pesar de la profundidad filosófica a la que Kiyoshi Kurosawa nos tiene acostumbrados, o quizá debido a ella, la sensación que se tiene al ver Serpent’s Path es que se trata de una película con los vicios y la ambición de una gran obra fallida. Si no llevara el peso de una predecesora tan ilustre, probablemente el juicio sobre la película sería positivo, o al menos no se explicitaría en la misma medida. Pero ni siquiera se le puede pedir a un cineasta que cree las mismas imágenes que hace casi 30 años… Los que hayan visto la original se sentirán probablemente decepcionados, sumidos en la nostalgia de un cine que una vez fue.

Serpent’s Path ha sido producida por Cinéfrance Studios (Francia), Tarantula (Bélgica y Luxemburgo) y Kadokawa Corporations (Japón), que también se encargará de las ventas internacionales.

(Traducción del italiano)

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