SAN SEBASTIÁN 2024 Horizontes Latinos
Crítica: Zafari
por Roberto Oggiano
- Mariana Rondón firma un cuento distópico ambientando en un zoo semiabandonado de una ciudad que parece Caracas, en una metáfora de la difícil realidad de la sociedad actual venezolana

Zafari, la nueva película de Mariana Rondón, que ha sido presentada en la sección Horizontes Latinos del 72.º Festival de San Sebastián, es la historia de un no-lugar. El largometraje gira en torno a un rascacielos con piscina que también alberga un zoo y varias familias, todas interrelacionadas por su forma de vivir. El eje central de la película es Ana (Daniela Ramírez), su marido (Francisco Denis) y su hijo, así como un hipopótamo que acaba de llegar al zoo.
La película toma como punto de partida una curiosa noticia que se remonta a 2016 (la muerte de un hipopótamo en el zoo de Caracas), y lo hace con el fin de explorar la desintegración de un bloque de apartamentos de lujo que actúa como metáfora de la sociedad venezolana actual. Se trata de una trama que recuerda a la novela de J.G. Ballard, Rascacielos, en la cual se convierte la distancia entre los pisos superiores e inferiores en una metáfora de la distancia entre las distintas clases sociales, mientras que el zoo se convierte en un escenario donde los animales son las principales víctimas de una situación económica y social que ha degenerado hasta el punto de rozar lo surrealista. A medida que la película avanza a través de escenas torpes y grotescas, la historia se vuelve cada vez más confusa e incoherente, como si pretendiera escapar a cualquier tipo de lógica y se guiara, en su lugar, por el hambre de los personajes.
Esta confusión no parece derivarse únicamente de la incapacidad física y mental de los personajes, y para Mariana Rondón (ganadora de la Concha de Oro en la edición de 2013 del festival con Pelo malo [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Mariana Rondón
ficha de la película]), el descenso de estos a un estado de animalidad salvaje es inherente a la naturaleza humana más que la consecuencia directa de la situación política. En este sentido, Zafari se presenta como una película de género que emplea una amplia variedad de estereotipos narrativos con un toque de tropicalismo, lo que sin duda realzará el carácter salvaje de Ana y compañía a los ojos de los espectadores europeos. El problema, sin embargo, es que la feroz sátira de Zafari parece estar lo suficientemente dirigida a los poderes fácticos como para resultar realmente entretenida. Y es que, aunque en la primera parte de la película se detecta cierta originalidad en la forma de abordar el asunto, a medida que se desarrolla la historia se empieza a percibir cierta sensación de opresión, una especie de pena —mezclada con hastío— por lo que estamos presenciando. Si lo que estamos viendo ocurre realmente, es porque los humanos somos animales que tendemos a intimidar a los demás en situaciones extremas. Por desgracia, es un modelo que también se ha impuesto en el mundo del cine —no hay más que echar un vistazo a Netflix— y que varios productores astutos están utilizando para aumentar sus audiencias.
Zafari nos acompaña en su descenso hacia la degradación, incapaces como somos de adoptar una visión crítica sobre lo que nos rodea, incapaces de construir un futuro compartido, temerosos e individualistas, preparados para huir. Nadie duda de que las cosas sean así, pero quizá el problema de este cuento moral sea esa ardiente ambición de describir la realidad ocultándola bajo un manto de ficción. En definitiva, la película no aporta nada nuevo a un género que debería mirar al horizonte, pero que en realidad se niega a hacer el esfuerzo de imaginar algo mejor.
Zafari ha sido coproducida por Sudaca Films (Perú), Paloma Negra Films (México), Still Moving (Francia), Klaxon Cultura Audiovisual (Brasil), Quijote Film (Chile), Selene Films (República Dominicana) y Artefactos SF (Venezuela). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la española Feelsales.
(Traducción del italiano)
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