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SAN SEBASTIÁN 2024 Horizontes Latinos

Crítica: Ramón y Ramón

por 

- El director peruano Salvador del Solar explora la relación de amistad entre dos hombres y la potencia de los vínculos familiares, todo ello de forma sensible y honesta

Crítica: Ramón y Ramón
Emanuel Soriano y Álvaro Cervantes en Ramón y Ramón

A veces parece una historia de ciencia ficción, pero hace solo cuatro años el mundo se paralizó y durante meses casi todos los seres humanos del planeta estuvimos encerrados en nuestras casas, conectados a los medios de comunicación, pendientes de una pandemia que amenazaba nuestra existencia. En este contexto se desarrolla Ramón y Ramón, el segundo trabajo como director del peruano Salvador del Solar, que se presenta estos días en la sección Horizontes Latinos del 72.° Festival de San Sebastián. Para su película, el cineasta parte de una historia real, la del encuentro casual entre dos chicos, uno homosexual y otro hetero, que se conocen durante este tiempo incierto y construyen juntos un estrecho vínculo.

Lo primero que vemos ante nuestra pantalla es una toma aérea de Lima, con sus imponentes barrancos que se deslizan hacia el océano Pacífico y, detrás, la enormidad de la metrópoli desierta de seres humanos. Resulta una imagen sobrecogedora y apocalíptica. Pronto nos encontramos con Ramón (Emanuel Soriano), el primero de nuestros protagonistas. Es un hombre joven y atractivo que, por si no tuviera suficiente con gestionar la situación que tiene a todo el mundo en vilo, atraviesa también por dos trances nada sencillos: una ruptura sentimental y la muerte de su padre, con el que hace tiempo que no tiene relación. El cóctel emocional que le toca digerir a nuestro protagonista resulta poco apetecible. Y en medio de todo esto aparece Mateo (Álvaro Cervantes), un joven español que se queda varado en Lima y que encuentra refugio en un apartamento en el mismo edificio que Ramón. El interés de este por la nueva aparición es evidente desde el principio, y no es de extrañar. Mateo es un hombre guapísimo, parece simpático y, francamente, Ramón necesita un rayo de luz que le insufle un poco de esperanza entre tanta oscuridad.

La situación de aislamiento lleva a que los dos jóvenes se acerquen irremediablemente, y aunque las cosas no se desarrollen exactamente como a cada uno de ellos les gustaría, esto no impide que su vínculo se solidifique lenta pero firmemente. Juntos emprenden el viaje desde Lima hasta Mito, en la no muy lejana región de Junín. Viajan hasta allí para llevar las cenizas del padre de Ramón a su lugar de origen. Esto servirá para que el joven peruano se reencuentre con su pasado, enfrentándose a heridas que no han terminado de cerrar. También para que el español descubra un país fascinante de la mano de su nuevo amigo. En este viaje se retrata la belleza natural de Perú, pero también se pone el foco sobre la enorme desigualdad que atraviesa el país. Ramón y Mateo recorren las carreteras en el remolque de un camión, y a lo largo de su travesía se encuentran con caravanas de caminantes que huyen de la capital con poco más que lo puesto.

Ramón y Ramón funciona como relato íntimo de la amistad inesperada entre dos hombres. Es sensible y honesta en su exploración de los vínculos familiares, fuente de consuelo pero también de dolor. Y desde lo más íntimo ofrece también una visión de un país que, como el resto del mundo, evoluciona hacia no se sabe muy bien dónde. Quizás hacia un lugar en el que la dignidad y el amor sean la norma y no solo una aspiración utópica. Esa es la sensación que deja el visionado de esta estimable película, disfrutémosla.

Ramón y Ramón es una coproducción de la peruana Tondero, la española El Deseo y la uruguaya Circular Media.

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