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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia

Crítica: Barbès, little Algérie

por 

- Hassan Guerrar firma un generoso, conmovedor y libre primer largometraje ambientado en el París de la clase trabajadora, sobre las complejidades de la doble nacionalidad y la identidad

Crítica: Barbès, little Algérie
Sofiane Zermani en Barbès, little Algérie

En un parque, durante una de las múltiples conversaciones callejeras que salpican Barbès, little Algérie [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, de Hassan Guerrar, estrenada el 16 de octubre en las salas francesas por Jour2Fête, aparece el libro El hombre invisible del estadounidense Ralph Ellison, y no es, obviamente, una casualidad. Al situar su primer largometraje en un barrio parisino habitado por "gente de todo el mundo, personas que han vivido la guerra, que no tienen qué comer, que enfrentan la miseria diariamente, que no tienen nada que perder", el cineasta debutante (también un conocido agente de prensa en la industria cinematográfica francesa) ofrece un eco francés contemporáneo, sencillo, auténtico y sin pretensiones, de una obra literaria emblemática sobre la lucha llena de obstáculos por los derechos civiles y la integración.

Si el protagonista del libro de Ellison, un joven negro y pobre del sur de Estados Unidos que soñaba con escapar de su condición, se trasladaba a Nueva York y se instalaba en Harlem, Barbès, un barrio muy popular de París (con sus vendedores ambulantes, jóvenes jugando al gato y al ratón con la policía, distribuciones de alimentos a los necesitados, traficantes, pequeños comercios acogedores, etc.), es el lugar donde Malek (un excelente Sofiane Zermani), el francoargelino protagonista de la película, se instala en pleno confinamiento durante la pandemia de la Covid. Dueño de una pequeña empresa de informática en otro punto de la capital, este treintañero solitario espera, como todos, que se levanten las restricciones sanitarias y aprovecha para explorar su nuevo barrio. Sin embargo, frente a un café-tienda "Chorba-Cuscús-Brochetas", un hombre (Nedjim Bouizzou) lo reconoce y menciona a la familia argelina de Malek, de la que él claramente no quiere hablar. Este pasado parece pesar sobre él y se reaviva pronto con la llegada de su sobrino Riyad (Khalil Gharbia), atrapado en París por la pandemia y en busca de alojamiento. Para Malek, comienza a esbozarse un espejo de pequeñas alegrías cotidianas y penas enterradas, de reconexión y desasosiego con sus raíces, en el tumultuoso pavimento de Barbès.

Tejida con una fibra humanista innegable y rica en paseos luminosos, Barbès, little Algérie presenta un retrato muy realista y afectuoso de un barrio cosmopolita donde la creatividad ("encuentro soluciones a problemas que ni siquiera existen") y la solidaridad son una segunda naturaleza, aunque sin omitir sus aspectos oscuros (la nostalgia, la miseria, las vidas complicadas de los indocumentados, la violencia potencial, etc.). Un delicado equilibrio entre la entrega personal y la melancolía que el director despliega sobria y elegantemente, al igual que su protagonista, quien se ha convertido en un extraño para su propia familia y está atormentado por preguntas existenciales sobre su identidad. Una introspección ("mírame a los ojos: no me quisiste cuando llegué, me echaste antes de irte") que resuena tanto en lo más profundo del corazón de un hombre como a ambos lados del Mediterráneo, en una película entrañable e íntegra con sólidos intérpretes (Clotilde Coureau, Eye Haïdara, Adila Bendimerad, Khaled Benaissa) y una puesta en escena bellísima (Amine Berrada en la dirección de fotografía) y musicalmente sobresaliente (Armand Amar).

Barbès, little Algérie ha sido producida por East Films y 24 25 Films, y coproducida Chelifilms. Goodfellas se encarga de las ventas internacionales.

(Traducción del francés por Tiffany Diago Navarro)

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