Crítica: Marching in the Dark
por Savina Petkova
- El documental de Kinshuk Surjan es una empática mirada a la pérdida, junto a las complicadas consecuencias económicas y a su traumático impacto

En los últimos 20 años, más de 400.000 mujeres campesinas han perdido a sus maridos por suicidio, según el desgarrador dato que aparece en pantalla al inicio de Marching in the Dark, un impactante documental filmado en Maharashtra, India. La película acaba de recibir una mención especial en el Festival de Zúrich (leer la noticia) y ha sido seleccionada para los European Film Awards (leer la noticia).
A través de esta película, que constituye el primer largometraje de Kinshuk Surjan, el cineasta ofrece una mirada empática hacia la pérdida, y no solo en lo que se refiere a las consecuencias económicas que trae consigo, sino también en lo que respecta a los restos traumáticos que deja a su paso. Aunque este director indio afincado en Bruselas ya había investigado la precariedad de las familias campesinas en India a través de su trabajo doctoral, ha sido este trabajo documental el que le ha permitido poder observar de cerca el proceso de duelo, y todo ello poniendo el foco en una joven viuda. La piedra angular en torno a la que gira la película no es otra que Sanjivani (Sanjivani Bhure), una mujer a la que conocemos tras el suicidio de su esposo, que decidió poner fin a su vida después de ver que no era capaz de lidiar con los fracasos de las cosechas, los precios del mercado y las deudas. Su caso es solo uno de los miles que ocurren cada año, y Sanjivani es solo una de esas miles de viudas. Sin embargo, Surjan es lo bastante cauto como para no confundir la experiencia personal con la colectiva. De hecho, el enfoque observacional de la película no se siente distante en ningún momento. El director se sirve de la cantidad justa de contención formal para permitir que la herida respire.
Sanjivani y sus dos hijos pasan a formar parte de la familia de su cuñado y, por extensión, de sus exigencias. Ella es ama de casa y trabajadora en el campo, pero el estigma de la viudez en su comunidad le impide, como a muchas otras, sentirse realizada. Sin embargo, hay una comunidad dentro de la propia comunidad: un grupo de apoyo para viudas que les brinda la oportunidad de unirse y apoyarse mutuamente. Marching in the Dark es inquebrantable en la forma en que la cámara permanece con todas estas mujeres en sus reuniones individuales y durante las sesiones de grupo en las que, una tras otra, hablan de cómo se sienten realmente al cargar con este trauma. Es en la articulación de esas emociones, así como en las largas e ininterrumpidas tomas en primer plano, donde el espectador, junto con Sanjivani, encuentra la oportunidad descubrir un atisbo de esperanza.
Compartir el duelo nunca es sencillo ni inmediato. De hecho, Sanjivani permanece callado durante un largo tiempo en estas reuniones, pero es precisamente esta la verdadera esencia del cine documental, y no es otra que la de capturar el paso del tiempo no solo en fotogramas por segundo, sino también en los procesos emocionales invisibles que se van desarrollando. La atenta presencia de Surjan permite al espectador ser testigo del dolor en todas sus fluctuaciones, ya sea expresado en palabras o no, al tiempo que rastrea las cicatrices que dejan los problemas sistémicos que afectan hoy en día a la agricultura, especialmente en India. Los efectos colaterales del capitalismo y el neoliberalismo están cobrando más vidas de las que uno se atrevería a admitir, y aunque el precio de reconstruir una vida como viuda no se puede medir, sí puede guiar la marcha en la oscuridad.
Marching in the Dark ha sido producida por la belga Clin d'oeil Films, en coproducción con la india NoCut Film Collectivea y SNG Film, con sede en Ámsterdam. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Lightdox.
(Traducción del inglés)
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