Crítica: Waterdrop
por Olivia Popp
- Una gota es suficiente para que el embalse estalle en la tercera cinta del albanés Robert Budina, una dura y realista denuncia de la complicidad colectiva en los sistemas patriarcales violentos

En los lugares más hermosos también ocurren cosas terribles. En Pogradec, Albania, una ciudad situada a orillas del pintoresco lago Ohrid (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), una mujer sale a correr absorta en sus pensamientos, sin reparar en dos personas que se divierten en motos acuáticas. Uno de ellos se detiene un momento para lanzar un teléfono móvil al agua, que se hunde rápidamente hasta el fondo del lago. Esa mujer es Aida, quien debe aceptar el espeluznante comportamiento de su hijo en Waterdrop [+lee también:
tráiler
entrevista: Robert Budina
ficha de la película], el tercer largometraje del cineasta albanés Robert Budina. Su incapacidad a la hora de identificar un evento crucial es un símbolo de muchos de los males que aquejan la esfera social en la obra de Budina (y que el director pretende ridiculizar), donde actos crueles y violentos son enterrados deliberadamente en el fango. Con un guion firmado por el propio Budina, Doruntina Basha y Ajola Daja, Waterdrop acaba de tener su estreno internacional en la competición principal del Festival de Varsovia, y es también la candidata albanesa a los Óscar.
La increíblemente competente Aida (Gresa Pallaska), que trabaja para el gobierno local junto a su marido Ilir (Arben Bajraktaraj), se desenvuelve estupendamente en un entorno altamente patriarcal, aunque no sin llevarse su propia tajada económica de la corrupción. Cuando su hijo adolescente, Mark (Paolo Iancu), es acusado de agredir sexualmente a su compañera de clase, Bora (Xhesika Bizjoni), Aida se niega rotundamente a admitirlo. Sin embargo, mientras busca formas de absolver a Mark, se da cuenta de su propia complicidad en este sistema tóxico de misoginia violenta y juegos de poder. De repente, todo lo que aprecia en su vida se desmorona: su trabajo bien remunerado, su marido y su reputación, todo a costa de negarse a infligir más daño a la chica y a su familia.
Budina utiliza la historia de un monstruo en el lago Ohrid, narrada al principio de la película, para ilustrar la idea de que el mal acecha bajo la superficie. En un pueblo donde todos se conocen, las reglas las establecen los ricos y poderosos, entre los que se incluye a Aida. Al menos, hasta que se enfrenta a una fuerza aún mayor: el ciclo de retroalimentación profundamente arraigado del patriarcado. La protagonista de Budina es una antiheroína desde el principio: inicialmente hace todo lo que está en su poder para defender a Mark a pesar de las pruebas en su contra. No obstante, el hecho de que el director elija contar esta historia a través de los ojos de una mujer, que participa activamente en esta violencia debido al condicionamiento social, antes de darse cuenta e intentar liberarse, convierte la película en una propuesta de un realismo notable.
Los guionistas crean un arco narrativo convincente, aunque avanzamos a toda velocidad por muchos giros argumentales, lo que limita parcialmente el potencial e impacto de la historia, a pesar de que la narrativa global evoluciona correctamente. Los momentos que revelan una mayor carga trágica son las conversaciones entre Aida e Ilir, que Budina filma de cerca y de manera muy personal, generando una sensación de amenaza y violencia constante en el ambiente. Junto con el director de fotografía Marius Panduru, el director se apoya en los azules y grises amenazadores del exterior mientras crea un contraste con la paleta más cálida de la vida doméstica, imitando las confrontaciones que tiene con Ilir. A menudo, los paisajes brillantes y los exteriores que vemos a través de las ventanas están excesivamente iluminados y sobreexpuestos, como si el sol se esforzara por penetrar en los bajos fondos de Pogradec mientras muestra la ciudad tal como es.
Una impresionante Pallaska interpreta apasionadamente a Aida con una mirada férrea y una intensidad llamativa mientras trata de controlar la situación. Como era de esperar, su repugnante marido insinúa que el hecho de que Aida lleve tacones altos y “camisas ajustadas” es la razón por la que se la considera válida en su trabajo. Comienza con cierta indiferencia, pero se vuelve dolorosamente condescendiente hasta convertirse en una forma de degradación, mostrando cómo incluso el lugar que debería ser el más seguro está igualmente contaminado. El aparentemente inocente Mark y su astuto amigo Denis (Henri Topi), que es el hijo de Elvis (Adem Karaga), el jefe de Aida e Ilir, apenas tienen vello facial, pero esa barba desigual delata cómo han sido socialmente alentados a comportarse así durante mucho, mucho tiempo.
Waterdrop es una producción de la albanesa Erafilm, la italiana Redibis Film, la rumana Avanpost, la kosovar Iliria Film y la macedonia Manufaktura Production.
(Traducción del inglés)
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