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LONDRES 2024

Crítica: A Real Pain

por 

- Jesse Eisenberg continúa su carrera detrás de la cámara con un tragicómico diario de bitácora sobre dos primos que vuelven a la casa de su abuela en Polonia

Crítica: A Real Pain
Kieran Culkin (izquierda) y Jesse Eisenberg en A Real Pain

Una de las pocas prerrogativas de un crítico de cine es identificar y dar nombre a los nuevos movimientos, así que ahí va: nos encontramos ante el nacimiento de un nuevo cine judío, un estilo cuyas directrices las marcan los hermanos Safdie, Nathan Fielder y Shiva Baby, que consiste en la reevaluación y reafirmación de la identidad judía por parte de unas nuevas generaciones cuyos antepasados experimentaron en sus carnes el horror del Holocausto hace ya varias décadas. Dado que estas películas proceden en gran medida de Estados Unidos, el escepticismo y el cambio de planteamiento del sionismo constituyen también un aspecto clave.

Jesse Eisenberg, antaño conocido por su enjuta y neurótica presencia en pantalla, inició su exitosa transición a la dirección de la mano de Cuando termines de salvar el mundo, que fue seleccionada en la Semana de la Crítica de Cannes. Ahora, con A Real Pain, su nuevo trabajo, el director se inscribe en esta nueva tendencia, aunque con un tono mucho menos abrasivo y combativo. A Real Pain gira en torno a dos primos hermanos con una gran relación que, interpretados por el propio director y Kieran Culkin (en su primer papel importante desde Succession), se embarcan en un viaje a su patria ancestral, Polonia, con el fin de conmemorar a su abuela fallecida. Se trata de una película cálida —incluso ligeramente asfixiante— con un guion clásico de catarsis y redención. Tras una gran acogida en el estreno en Sundance, la película (una coproducción polaca con Extreme Emotions, de Ewa Puszczyńska) acaba de ser presentada en el Festival BFI de Londres.

David (Eisenberg) y Benji (Culkin) Kaplan son dos adorables y despreocupados chicos neoyorquinos que crecieron en Long Island y tienen problemas emocionales diferentes: el primero lucha contra la ansiedad y el segundo tiene problemas de depresión y apego que culminaron en un intento de suicidio. Su abuela, superviviente del Holocausto, ha fallecido recientemente, de modo que deciden emprender un viaje a sus orígenes, a la ciudad polaca de Lublin, donde, tras recorrer los monumentos históricos con el simpático guía turístico británico James (Will Sharpe), visitarán sus antiguas casas. Por supuesto, a su itinerario personal no le faltan los interludios para fumar hierba en las azoteas de los hoteles o tener conversaciones profundas que invitan a la reflexión.

Tanto la dirección como el guion de Eisenberg tienden a lo inofensivo, lo cual resulta digno de elogio, ya que este rasgo se convierte en el caldo de cultivo perfecto para que Culkin, la personificación del carisma, pueda lucirse. Es un tipo adorable y mugriento que viste como un eterno holgazán, con una sudadera negra manchada. Es la clase de tipo que recuerda a los amigos que no podían dejar de gastar bromas hilarantes en su etapa universitaria, alguien con quien, a pesar de todo, no resulta deprimente pasar el rato. Y es un propósito comprensible, casi terapéutico, el que está en juego: Benji estaba mucho más cerca de su abuela que David, y claramente absorbió parte del dolor de alguien que nunca pudo integrarse plenamente en Estados Unidos. Aunque nunca podrá expresarlo con estas palabras, el viaje a Lublin se convertirá en una experiencia vital curativa para él, mientras que David, en cierto modo mejor adaptado, con su aburrido trabajo de publicidad en Internet, será un mero testigo del proceso de transformación de su primo.

Benji, propenso a los arrebatos acusatorios contra los demás miembros del grupo (entre los que se encuentra un exiliado ruandés convertido al judaísmo, interpretado con aplomo por Kurt Egyiawan), refleja también indirectamente algunos errores en la película —en última instancia bastante recatada— de Eisenberg al arengar a James por no ofrecer ninguna oportunidad de comprometerse con la Polonia de hoy y dedicarse solo superficialmente al legado del Holocausto. La difícil situación de David y Benji no podría ser más identificable para los judíos de su generación, pero de la misma manera que una flor sintética bien dibujada en un jarrón, A Real Pain solo capta esta inseguridad existencial de pasada, ya que se muestra demasiado cómoda en el estilo para todos los públicos de su distribuidora mundial, Searchlight Pictures. Su visión de nuestro tiempo, con la siempre cambiante memoria histórica de Europa, es como un espejo que aerografía lo que trata de reflejar.

A Real Pain es una producción de Estados Unidos y Polonia, de la que se han encargado Fruit Tree, Topic Studios y Extreme Emotions. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Searchlight Pictures.

(Traducción del inglés)

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