Crítica: Traffic
por Manuela Lazić
- El segundo largo de ficción de Teodora Ana Mihai trata la desigualdad y la explotación en nuestro mundo con un acercamiento complejo a la realidad social y una sana dosis de humor

Tras su ópera prima de ficción, La Civil [+lee también:
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ficha de la película], que recibió el Courage Prize en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes en 2021, la directora rumana Teodora Ana Mihai regresa con Traffic [+lee también:
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ficha de la película], que obtuvo el Gran Premio de la Competición Internacional en la 40.ª edición del Festival de Varsovia. La película, escrita por el célebre cineasta rumano Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días [+lee también:
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ficha de la película]), se mueve entre diferentes registros y localizaciones para contar una historia marcadamente moderna, pero tan antigua como el tiempo: la de los fuertes explotando a los más débiles, mientras estos intentan sobrevivir.
Conocemos a nuestros protagonistas rumanos en los Países Bajos, donde desempeñan trabajos bastante degradantes para llegar a fin de mes. Ginel (Ionut Niculae) clasifica basura en una planta de tratamiento de residuos, mientras que su esposa Natalia (Anamaria Vartolomei, que recurre a su herencia rumana) trabaja en invernaderos, lejos de su hija pequeña, que se ha quedado en su pequeño pueblo natal con la madre de Ginel. Ita (Rareș Andrici), un amigo del pueblo que también intenta sobrevivir en la ciudad, ha tomado un camino más peligroso como delincuente de poca monta. Las cosas dan un giro inesperado cuando una noche, mientras trabaja como camarera en una fiesta reservada para la élite, Natalia es atacada, después de que un holandés enmascarado le hable largo y tendido sobre grandes obras de arte. Como el hombre apenas intenta defenderla, e Ita se está volviendo cada vez más temerario en sus robos, Natalia decide ayudarle a encontrar el museo donde trabaja el holandés para robar unos cuadros de valor incalculable con el objetivo de venderlos.
Aunque Traffic comienza como una obra de realismo social, describiendo la dura realidad de la explotación laboral de los inmigrantes de forma directa, pero sin dejar de lado la empatía, la película pasa rápidamente a un registro más cómico y absurdo a medida que la situación se complica. Ita involucra a Ginel en sus planes, pero ninguno de los dos sabe mucho de arte (llaman a Matisse “Matiz”), o más bien de cómo funciona el mundo del arte. Les cuesta entender la noción más bien abstracta de que el Picasso que han robado tiene un “valor incalculable”, exigiendo por él una cantidad concreta de dólares, pero ambos recorren el museo hablando con gran lucidez sobre la realidad que hay detrás de estas obras de arte: ya sean pinturas, esculturas o esqueletos de especies antiguas, todas estas obras fueron robadas a sus propietarios originales por invasores europeos blancos, que las intercambian entre ellos para su propio beneficio. Thomas Ryckewaert interpreta al director de la galería, un hombre que se considera progresista y organiza una exposición sobre colonialismo, pero tras el robo de los cuadros, se preocupa más por la forma en la que están siendo almacenados que por el imprudente aunque comprensible acto de venganza y supervivencia que hay detrás de su desaparición.
La segunda parte de la película nos lleva al pueblo rumano de Natalia y Ginel, añadiendo más contexto a su difícil situación. Allí, el valor de estos cuadros parece aún más absurdo. Aunque su vida en este lugar es difícil, es su hogar, y Mihai consigue que los iconos familiares parezcan mucho más valiosos que cualquier Monet. La policía de Bucarest interviene, y Mungiu encuentra mucho humor en la jerarquía de respetabilidad entre el holandés, los agentes de Bucarest y los aldeanos rumanos a los que persiguen. En un momento dado, los policías le dicen al dueño de la galería: “Puede que usted no esté de acuerdo, pero cuando decimos ‘nosotros’ también hablamos de usted, y [los ladrones] son ‘ellos’”. Estos toques de humor ayudan a aliviar una situación de explotación continua entre naciones, pero también hacen que Traffic sea más realista: la supervivencia requiere sudor y lágrimas, pero también saber reírse de las injusticias del mundo.
Traffic es una coproducción entre Rumanía, Bélgica y Países Bajos, producida por Mindset Productions, Lunanime, Bastide Films y Les Films du Fleuve. SBS Films International se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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