Crítica: We Live in Time
por David Katz
- El tiempo vuela para los tortolitos interpretados por Florence Pugh y Andrew Garfield en el lacrimógeno drama sobre una enfermedad terminal de John Crowley

En Vivir el momento [+lee también:
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ficha de la película], Florence Pugh y Andrew Garfield interpretan a personajes ficticios que establecen lazos sentimentales entre sí, pero el principal atractivo de la película no es otro que el hecho de que la personalidad de sus personajes es tan cercana a la verdadera personalidad de los actores que nos permite imaginar la posibilidad de que los amantes en torno a los que gira la trama sean la propia Pugh y el propio Garfield. Y es precisamente este el rasgo que vincula esta entrañable historia de amor del director irlandés John Crowley (conocido por películas como Brooklyn [+lee también:
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ficha de la película], protagonizada por Saoirse Ronan) con el concepto de “star vehicle” (película diseñada para ser protagonizada por una o varias estrellas en concreto) que tan habitual se ha vuelto últimamente en el cine de consumo. Este tipo de largometraje, que antaño llegó a considerarse una especie en peligro de extinción, con superproducciones basadas en un personaje principal y sagas ahora más lucrativas en taquilla, se está volviendo a poner de moda poco a poco a base de imponer el propio carisma de un intérprete como el mayor efecto especial en pantalla. La nueva obra de Crowley, que está basada en un guion original del autor teatral británico Nick Payne, acaba de ser presentada en el Festival BFI de Londres tras haber pasado por Toronto y San Sebastián.
Vivir el momento constituye también una historia enternecedoramente sincera en la que Payne y Crowley tratan de captar la esencia misma de la relación monógama funcional: cómo funciona, cómo percibimos sus momentos cruciales en nuestros recuerdos y cómo se redefine el equilibrio cuando la vida de una de las dos partes se ve amenazada. Conocedores la capacidad que tiene el cine —y las historias en general— para aplicar un ojo de editor al tiempo y retener solo los momentos cruciales de cada historia, los codirectores utilizan este rasgo a modo de principio operativo para contar la historia de amor de dos personas a partir de secuencias pertenecientes a tres líneas temporales diferentes, que están unidas entre sí por su relevancia emocional mutua más que por una cronología lineal.
Así, gracias a esta elección de estructura, Pugh (como Almut, la célebre chef) y Garfield (como Tobias, jefe de informática del gigante británico de los cereales Weetabix) se conocen, debaten si quieren o no tener un hijo y reciben la devastadora noticia de que Almut tiene cáncer de ovarios en el primer acto, con los tres acontecimientos haciéndose eco mutuamente en su impacto sobre la relación. Crowley también consigue dotar a la película de un tono vivo y una superficie estética agradable, y lo hace a través de la hermosa paleta de colores melosos y los primeros planos de enfoque suave del director de fotografía Stuart Bentley. Mientras Pugh demuestra por qué se la comparó con Kate Winslet al principio de su carrera, con sus discursos seguros y decididos y sus mordaces ojos negros, Garfield se siente cómodo en el papel de subordinado, o al menos de personaje temperamentalmente “secundario”, aunque sea innegablemente el otro protagonista en cuanto a tiempo en pantalla e importancia para la historia. Tiene una forma de arrugar la cara para producir sonrisas pasivo-agresivas y murmurar en lugar de expresar directamente lo que quiere expresar que recuerda a Hugh Grant, el cual, hasta hace poco, ha sido un pilar fundamental en este tipo de drama británico de alto nivel.
Desgraciadamente, a medida que se va acercando la hora de la verdad, y con la participación de Almut en el prestigioso concurso culinario de Lyon en el que los chefs compiten por el cotizado —y con un nombre al más puro estilo Festival de Cannes— Bocuse d'Or, la película se vuelve cada vez más previsible y convencional, sobre todo cuando te das cuenta de que su estructura temporal esconde tras de sí una historia que parecería más prosaica si hubiera sido contada en orden. También se hace un guiño a la identidad sexual heteroflexible de Almut al aludir tanto a una relación pasada con su mentora de alta cocina como a su resistencia a la familia nuclear, pero se hace de una forma un tanto forzada, como para distraer la atención de lo normativos y perfectos que parecen como pareja. Aunque los acontecimientos que se desarrollan en Vivir el momento sigan siendo plausibles, da la sensación de que nos encontramos ante una prima de películas especulativas como La llegada u ¡Olvídate de mí!, donde las posibilidades románticas existen en líneas temporales paralelas que interactúan entre sí.
Vivir el momento es una coproducción del Reino Unido y Francia, de la que se han encargado StudioCanal, SunnyMarch, Film4 y Shoebox Films. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de StudioCanal.
(Traducción del inglés)
Galería de fotos 28/09/2024: San Sebastian 2024 - We Live in Time
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© 2024 Dario Caruso for Cineuropa - @studio.photo.dar, Dario Caruso
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