Crítica: Ink Wash
por Manuela Lazić
- El primer largo de Sarra Tsorakidis, sobre una pintora que se enfrenta a sus 40 años y sus planes de futuro mientras trabaja en el bosque rumano, padece de un estilo demasiado contemplativo

En su primer largometraje, Ink Wash [+lee también:
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ficha de la película], que se estrenó en la sección Discovery del Festival de Toronto y luego se proyectó en la Competición 1-2 del 40.º Festival de Varsovia, Sarra Tsorakidis une la crisis de mediana edad de su protagonista y la tormenta política que vive su país, Rumanía. Lena (Ilinca Harnut, coautora del guion junto con Tsorakidis) es una pintora que se acerca a los 40 e intenta seguir adelante con su vida tras una dolorosa ruptura. Al principio de la película, la vemos a ella y a sus amigos (así como a su ex y su nueva novia, más joven), todos artistas, reunidos alrededor de una mesa tras una inauguración de una exposición. Bromean cínicamente sobre las dificultades a las que se enfrentan para trabajar y vivir en Rumanía, discuten los problemas morales creados por el concepto de nómada digital (alguien que trabaja a distancia en un lugar donde la vida es más barata, pero, al hacerlo, hace subir los precios para los de la localidad) y, se burlan de un viejo filántropo local que compra sus obras, pero al que claramente no le importa el arte en sí. Si bien el tono es despreocupado, las verdades que evocan no dejan de ser desalentadoras y esta mirada franca a su sociedad conecta la película de Tsorakidis con la tradición cinematográfica rumana del realismo social. La cámara se centra sobre todo en Lena, que sonríe tranquilamente a pesar de todo, pero cuando su ex y su nueva pareja anuncian que esperan un hijo, ella no aguanta más y de repente se va a casa con un nuevo ligue. Todo empieza a ser demasiado.
Este primer acto es lo más elocuente de Ink Wash, y transcurre, en su mayor parte, en un inmenso hotel en reformas situado en el corazón del bosque rumano. Antes de abandonar definitivamente el país, Lena recibe el encargo de pintar murales en este edificio brutalista, bajo la nueva dirección de un noruego de más o menos su edad, llamado Asger (Kenneth M. Christensen), que trabaja para unos inversores alemanes. En este espacio vacío y en los hermosos bosques que lo rodean, Lena tiene mucho tiempo para pensar, y Tsorakidis deja que su cámara ruede largo y tendido sobre su protagonista, simplemente explorando su entorno o pintando. Sin embargo, inevitablemente, las pocas personas que se encuentran en el lugar empiezan a tener un impacto en Lena, aunque la directora se muestra excesivamente cauta a la hora de presentárnoslos. La mujer establece primero un vínculo con Roni (Radouan Leflahi), un joven refugiado sirio que se convierte en su ayudante y le habla de su difícil vida hasta el momento, así como de su incierto futuro (mucho más que el de ella, pero la directora no exagera en este punto, sino que deja que el público llegue a su propia comprensión). Luego, es Asger quien hace que Lena se plantee qué quiere del romance. La corrupción desenfrenada del país también entra en juego, y Lena ya no está segura de si abandonar el país la ayudará. Aunque todas las cuestiones que atormentan a la pintora son interesantes, Tsorakidis se limita a poco más que insinuarlas, y con un grado de contención y lentitud que les resta fuerza. En lugar de una lenta construcción hacia algún tipo de comprensión, aceptación, transcendencia o incluso rechazo (un personaje no necesita tener todas las respuestas), se nos ofrece una mirada frustrantemente letárgica y opaca de una mujer en una encrucijada, abrumada por todas las contradicciones de la vida moderna, vista a través de los ojos de una directora que parece demasiado indecisa para decir algo sobre ellas. Aunque merece la pena explorar las ideas que plantea, Ink Wash es, en definitiva, menos que la suma de sus partes.
Ink Wash es una coproducción entre Rumanía, Grecia y Dinamarca de Mandragora, Bad Crowd y Angel Films. La compañía francesa Shellac gestiona sus ventas internacionales.
(Traducción del inglés por Paula López Pastor)
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