PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Bélgica
Crítica: Monsieur Aznavour
por Fabien Lemercier
- Mehdi Idir y Grand Corps Malade firman un amplio biopic repleto de contrastes sobre un artista ambivalente, tenaz y ambicioso nacido en un contexto de inmigración y pobreza

“Voy a demostrarles que no soy uno más. No han oído lo último de Aznavour”, “Te guste o no, soy cantante”. Convertirse en artista, conseguir ganarse la vida como tal y, por si todo esto fuera poco, tener además un éxito inmenso, no es en absoluto fácil y, en retrospectiva, el ascenso a la fama parece la consecuencia de una improbable alineación de planetas entre el talento, el trabajo y la suerte. Tal es la singularidad de las trayectorias de las estrellas más brillantes, que también suelen forjarse en el crisol de personalidades complejas, entre la sombra y la luz, como Charles Aznavour (1924-2018), el hombre “con 180 millones de discos vendidos, el hijo de refugiados que logró convertirse en un símbolo de la cultura francesa en todo el mundo”.
Y es precisamente esta prodigiosa carrera que aúna sueños de infancia y feroces ambiciones de adulto, aventuras a veces increíbles entre compañeros de creación, y una lucha perpetuamente insatisfecha por llegar a la cima, lo que Mehdi Idir y Grand Corps Malade han decidido abordar en su tercer largometraje, Monsieur Aznavour [+lee también:
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ficha de la película], que se estrenó en los cines franceses el pasado 23 de octubre de la mano de Pathé y ha sido adquirido ya en 41 territorios internacionales. Este ficticio retrato de larga duración se suma a la ya cuantiosa lista de biopics del mismo estilo (de En la cuerda floja a Bohemian Rhapsody [+lee también:
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ficha de la película], pasando por La vida en rosa: Édith Piaf [+lee también:
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ficha de la película], Ray, etc.) y se basa —como todos ellos— en gran medida en el arte de las elipsis temporales y en su interpretación principal, que en este caso corre a cargo de Tahar Rahim.
La película, cuya estructura consta de cinco partes (“Les Deux Guitares”, “Sa jeunesse”, “La Bohème”, “J'me voyais déjà” y “Emmenez-moi”), consigue esbozar con trazos muy rápidos la infancia de pobreza en el París de los años 30 de Charles Aznavourian, en el seno de una familia feliz de armenios apátridas, y todo ello antes de detenerse un poco más en el período iniciático de su integración en el círculo de la chanson francesa: su encuentro y asociación como dúo pianístico durante la ocupación alemana con Pierre Roche (un brillante Bastien Bouillon), la protección vampírica (“eres como yo, eres de la calle”) de Édith Piaf (una excelente Marie-Julie Baup), su incursión en Nueva York sin visado, sus dos años en Montreal, las distintas rupturas amorosas y profesionales, el dilema autor/cantante como consecuencia de una serie de obstáculos aparentemente insuperables (Charles no encajaba con el perfil de hombre atractivo que se buscaba, su voz se juzgaba demasiado velada para un cantante y los críticos competían en mezquina xenofobia hacia él), la asunción de riesgos y las dudas profundas antes del ansiado triunfo el 2 de diciembre de 1960 en el Alhambra de París. Lo que sigue es una década de hitos (“He dado con la fórmula Aznavour”), con un éxito mundial impulsado por una ambición insaciable y el ascenso a la categoría de leyenda. Sin embargo, detrás de la fachada de artista realizado, hay un hombre que sufre...
Monsieur Aznavour, cuya fuerza motriz está impulsada por una serie de intenciones de innegable integridad, no carece de encanto y presenta algunas secuencias sumamente bellas e intensas (sobre todo escenas de conciertos) que se alternan con pasajes algo menos convincentes a nivel emocional, dado que están centrados en la progresión narrativa constreñida por la larguísima duración de la historia (aunque el montaje está muy logrado). Sin embargo, su mayor punto de honestidad y, al mismo tiempo, su talón de Aquiles, sigue siendo la personalidad de Aznavour, cuyo lado oscuro (su obsesión por llegar a lo más alto a costa de todo lo demás), que se manifiesta sobre todo en el último capítulo de la historia, limita la empatía del espectador. Y lo mismo se puede decir de la interpretación de Tahar Rahim, que es a la vez excepcional y desproporcionada, como lo fue claramente su modelo.
Monsieur Aznavour ha sido producida por las francesas Mandarin & Compagnie y Kallouche Cinéma, y coproducida por Pathé, TF1 Films Production y la belga Beside Productions, en colaboración con Logical Content Ventures. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Playtime.
(Traducción del francés)
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