Crítica: Meat
por Fabien Lemercier
- Una pequeña familia de un pueblo griego lidia con una espiral parecida al Crimen y castigo de Dostoyevski en el sólido primer largometraje de Dimitris Nakos
“No tenemos elección. Sabemos lo que hay que hacer y tenemos que hacerlo rápido”. Al abrir su ópera prima con la sangre de un matadero ilegal y seguirla con una disputa muy violenta entre dos vecinos en total desacuerdo sobre los límites de sus respectivas propiedades, el cineasta griego Dimitris Nakos marca claramente la pauta, y es que Meat [+lee también:
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ficha de la película], que ha sido presentada en la sección Discovery de Toronto y en competición esta semana en el 46.º Festival de Cine Mediterráneo de Montpellier, promete estar llena de tensiones alimentadas por el materialismo. Y de hecho, muy pronto se produce un crimen impulsivo que desencadena un devastador mecanismo familiar en torno a la cuestión de la responsabilidad y la culpabilidad en un pueblo donde los intereses personales de todos están estrechamente vinculados y los rumores tardan muy poco en extenderse.
“Va a ser una locura”. Sin ser consciente de ello, Takis (el excelente Akyllas Karazisis), el autoritario padre de familia, no podría estar más en lo cierto mientras prepara la fiesta de inauguración —prevista para el día siguiente— de una carnicería en la que pretende emplear a su apático hijo Pavlos (Pavlos Iordanopoulos) y al fiable y devoto joven albanés Christos (Kostas Nikouli), al que él mismo y su mujer Eleni (Maria Kallimani) cuidan desde que era adolescente. Sin embargo, se produce un inesperado y desagradable suceso a causa del vengativo Kyriakos, recién salido de la cárcel y totalmente dispuesto a disputar los límites del terreno donde Takis y los dos jóvenes crían y descuartizan ovejas en una ilegalidad encubierta por el corrupto policía local Giorgos (Giorgos Symeonidis). Todos estos personajes están a punto de alimentar una tragedia inminente y sufrir sus consecuencias, ya que esa misma noche, Pavlos mata a Kyriakos, que había venido a envenenar a los animales, y convence a Christos (“no somos amigos, somos como hermanos”) para que le ayude a esconder el cadáver y no se lo diga a nadie. Pero, por supuesto, la desaparición de Kyriakos no pasa desapercibida durante mucho tiempo y comienza una investigación que somete a toda la pequeña familia a una gran presión...
Secretos, sospechas, amenazas, revelaciones, interrogatorios, chantajes, traiciones, búsqueda de soluciones que permitan a Pavlos escapar a la justicia y a Takis evitar la deshonra social y la liquidación de sus esperanzas económicas… En el transcurso de diez días, y con un guion escrito por el propio director, Meat disecciona implacablemente la agitación que electriza a la familia y saca violentamente a la luz todas su tácitas dinámicas (—“¿Me voy a tener que pasar la vida entera cortando carne? ¿Me has preguntado alguna vez qué es lo que realmente quiero?” —“Ojalá no hubieras nacido”). Esta mordaz trama se toma su tiempo para detallar los numerosos y tensos asideros típicos de una situación tan excepcional, los intercambios de miradas, los arrebatos de ira, las propuestas deshonestas, etc. Sinceridad y manipulación se superponen en una atmósfera crepuscular caracterizada por las maniobras de un padre omnipotente y sin escrúpulos —la madre no tarda en adoptar el mismo modus operandi— que cree poder resolverlo todo con billetes y a costa de los “inocentes”. El resultado es una película “dostoyevskiana” sobre el linaje, el crimen y el castigo, quizá incluso una parábola más amplia sobre la sociedad griega contemporánea, que toma de una forma muy convincente —a pesar de algunos momentos largos y un ligero abuso de la cámara en mano— la senda del cine negro, y todo ello al ritmo de una notable banda sonora de Konstantis Pistiolis.
Meat ha sido producida por Fantasia Ltd y coproducida por Foss Productions.
(Traducción del francés)
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