Crítica: Fin de fiesta
por Alfonso Rivera
- La productora reconvertida en directora Elena Manrique construye un cuento delicioso y ácido que arremete contra esas clases sociales pudientes tan hipócritas como clasistas

Estrenada mundialmente en la sección Discovery del último Festival de Toronto, Fin de fiesta [+lee también:
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ficha de la película] es el primer largometraje (tras varios experimentos en forma de corto o mediometrajes) de una cineasta fogueada sobradamente en ese campo de minas conocido como producción: Elena Manrique, la mujer en la sombra de éxitos como El laberinto del fauno [+lee también:
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ficha de la película]. Esta ópera prima compite por la Espiga de Oro desde la sección oficial de la 69.ª de la Seminci de Valladolid.
Su argumento sitúa la acción en Andalucía. Allí un emigrante africano sin papeles y perseguido por la policía logra colarse en una majestuosa casa señorial con jardín enorme donde montar saraos hasta el amanecer. Desde su cobertizo observa atónito las dinámicas que se establecen entre la dueña del lugar y su abnegada criada, pero un día es descubierto por la primera y, poco después, por la segunda. Mas, en contra de lo esperado, ninguna lo comunica a la otra: ambas mantendrán en secreto que hay un tercer pasajero en esta nave nodriza a la deriva del tiempo y el espacio…
Esta trama –escrita por la propia Manrique, que ya trabajó en otro film sobre inmigrantes, El salto [+lee también:
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ficha de la película], de Benito Zambrano, cuya protagonista Edith Martínez-Val también interviene aquí– le sirve a la directora para construir una ocurrente sátira social que, mientras despierta la sonrisa, arremete contra esas elites casposas que se aferran como lapas a sus privilegios rancios, al tiempo que retrata a una clase obrera que sobrevive a base de mentiras y subterfugios bajo el yugo ancestral de sus caprichosas señoritas carpetovetónicas.
Se convierte, en este entramado argumental, la figura del inmigrante en ese ojo externo –como el del espectador– que no sólo alucina viendo cómo en una sociedad pretendidamente moderna se perpetúan modelos esclavistas disimuladamente, sino que este inesperado visitante –como sucedía en otros clásicos del séptimo arte, desde Teorema a Alien– hará que todo lo establecido previa e hipócritamente en este micromundo salte por los aires.
Apoyada en la labor actoral de Sonia Barba (todo un descubrimiento para el cine, proveniente del mundo del teatro y el performance), que encarna a Carmina, esa figura dominante, manipuladora, egoísta y hedonista, anclada en un pasado esplendoroso del que no puede ni quiere desprenderse, Fin de fiesta se erige como un film de una frescura y picardía bienvenidas en el cine actual. Una película que no se toma demasiado en serio, se atreve a recoger la antorcha socarrona del maestro Berlanga (quien arremetió contra la aristocracia en títulos inolvidables como La escopeta nacional) e invita al público, en contra de lo que asegura su título, a disfrutar de esta fiesta.
Fin de fiesta es una coproducción hispano-belga de La Claqueta, Perdición Films y Menuetto Films. De sus ventas internacionales se ocupa Goodfellas, y su distribución en España, A Contracorriente Films.
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