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SEVILLA 2024

Crítica: Miocardio

por 

- La segunda película de José Manuel Carrasco reúne a Vito Sanz y Marina Salas para, entre el humor y la melancolía, hablar de segundas oportunidades, heridas abiertas y crisis mentales y creativas

Crítica: Miocardio
Marina Salas y Vito Sanz en Miocardio

El miocardio es ese músculo que rodea al corazón, bombea nuestra sangre y nos permite vivir. También es el título –henchido de simbolismo– del segundo largometraje de José Manuel Carrasco, Miocardio [+lee también:
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, que se ha presentado dentro de la nueva sección Rampa del 21.º Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sus protagonistas son ese actor que parece un hijo secreto de Jack Lemmon y Woody Allen, o sea, Vito Sanz, y una actriz chispeante, musa del director, Marina Salas.

Ambos derrochan química en Miocardio, pero no siempre de la buena. Pues, en la línea de parejas icónicas como Elizabeth Taylor y Richard Burton, Katharine Hepburn y Cary Grant o Tom Hanks y Meg Ryan, discuten bastante, en continuos duelos dialécticos y, en ocasiones, con sobrada acritud. Porque fueron pareja, una dejó al otro y ahora toca –esquivando rencores, fantasmas del pasado y otras lindezas– hablar de aquello, decirse las verdades a la cara e intentar cerrar viejas heridas abiertas.

Así, los 75 minutos de este film transcurren en un par de escenarios: un plató de televisión y un piso luminoso y acogedor, pero con goteras y humedades. En el primero, el escritor que interpreta Luis Callejo (actor que ya intervino en los cortometrajes de este mismo cineasta Vida en Marte y Consulta 16) responde a las preguntas de una entrevista. A partir de sus respuestas, la cámara viaja en el espacio-tiempo hasta asentarse en el segundo, donde Vito Sanz se despierta con uno de esos bajones que presagian el fin de tu mundo.

Pero una llamada telefónica dará un vuelco a su triste y desesperada existencia. Y, a continuación, se presentará en su puerta Ana, encarnada con energía por Marina Salas. Cómo no hablar entonces del pasado, cuando ella era una actriz con la cabeza repleta de sueños, y él un escritor a quien la crítica le otorgó la manida etiqueta de “joven promesa”: ésa misma que, con el tiempo, se ha quedado ridículamente enquistada (pues no ha vuelto a publicar nada).

A partir de ahí Carrasco despliega su demostrada destreza para escribir diálogos ingeniosos y enfrentar a dos personajes que, basculando entre la comedia y el drama, se escupen a la cara verdades, reproches y otras lindezas, alimentadas tras años de silencio y distanciamiento. Un reencuentro que sabe a rabia, rencor y nostalgia. Y que el cineasta, como en un bucle infinito o la enésima versión del día de la marmota de Atrapado en el tiempo, llega a repetir hasta en cuatro ocasiones para ilustrar las diferentes oportunidades que puede, a veces, regalar la vida.

Con una sencilla puesta en escena, pero con suficientes cargas de profundidad, Miocardio se apoya en las entregadas actuaciones de sus protagonistas, en unas conversaciones que no abusan del chiste, pero sí emplean juegos de palabras, y en el poder de la fantasía para revivir momentos, retomar ilusiones y acabar reflotando vidas a la deriva. Al final, con una sonrisa es como mejor se habla de asuntos delicados: de eso sabía mucho Billy Wilder, en quien Carrasco ha encontrado un modelo y maestro.

Miocardio es una producción de Malvalanda. De su distribución española se ocupará Syldavia Cinema.

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