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BLACK NIGHTS 2024 Critics' Picks

Crítica: I, the Song

por 

- En el segundo largo de Dechen Roder, la lucha de una mujer por limpiar su nombre se convierte en una odisea existencial para descubrir la verdad tras la desaparición de su doble

Crítica: I, the Song
Tandin Bidha y Jimmy Wangyal Tshering en I, the Song

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, que no es exactamente una historia de fantasmas entre dos hermanas, la cineasta butanesa Dechen Roder combina la confusión de identidades y los deseos austeros en Bután, complementando todo con un trabajo de iluminación absolutamente suntuoso que eleva la película a un nivel superior. Se trata del segundo largometraje de Roder, una obra rica en texturas que llega ocho años después del estreno de su thriller de inspiración noir Honeygiver Among the Dogs, cambiando los bajos fondos urbanos por los hermosos paisajes de Bután. Gracias a I, the Song, que oscila entre las esferas sociales del país y los escenarios naturales, Roder (que también escribió y produjo la película) ha recibido el premio a la mejor dirección en la competición Critics’ Pick del Festival Black Nights de Tallin este año.

Nima (Tandin Bidha), una tímida y dulce maestra de escuela, es despedida sin contemplaciones después de que las autoridades se enteren de que circula por WeChat un vídeo íntimo (conocido como el “vídeo azul”, por su iluminación) en el que aparentemente sale ella. Inmediatamente, Nima se dispone a aclarar la situación y descubre que la mujer del vídeo es una joven más extrovertida llamada Meto (también interpretada por Bidha), con la que guarda un asombroso parecido, salvo que Meto lleva el pelo corto, flequillo y tiene un pequeño lunar bajo el ojo derecho. A partir de este momento, Nima se embarca en una búsqueda para encontrar a su doble y limpiar su nombre, pero su investigación pronto se vuelve cada vez más existencial y conduce a historias paralelas relacionadas con la desaparición de Meto.

Nima conoce por primera vez al exnovio de Meto, el guitarrista y cantante Tandin (Jimmy Wangyal Tshering), en un bar local iluminado con luces de neón. Tandin, de pelo largo y cubierto de tatuajes, con la voz áspera de una estrella del rock, tiene el ceño permanentemente fruncido. Es comprensible que Nima se sienta a la vez repelida y extrañamente intrigada por él. El encuentro con la amiga de Meto, Chuni (Sonam Lhamo), el empresario Phuntsho (Tshering Dorji), para quien trabajó Meto, así como con la familia de esta, lleva a una mayor confusión en torno a la identidad de Nima, que Roder utiliza para sugerir un ángulo ligeramente mítico. ¿Es Nima otra forma de Meto, un fantasma o una transformación? ¿O tal vez sean una sola alma dividida en dos?

Con sus casi dos horas de duración, I, the Song podría haberse acortado fácilmente, pero cada escena rebosa tal riqueza visual que no podemos evitar perdonar a Roder por esta duración más bien indulgente. La cineasta no teme adoptar un enfoque más estilizado, oscilando entre el mundo exterior, más luminoso y exuberante, y los bajos fondos, más turbios y opacos, a los que se ve arrastrada Nima, un entorno reforzado por un intenso diseño de iluminación. Al ver el "vídeo azul", Nima accede literalmente a este nuevo mundo, que inmediatamente se vuelve azul cuando Roder utiliza luces de colores muy fuertes para iluminar los interiores.

Aunque la realidad parece torcerse a veces, las capas subterráneas que construye Roder, compuestas por elementos mágicos, nunca dejan de fluir, y probablemente esto sea lo mejor, dado que I, the Song nunca se sumerge en los muchos clichés exotizantes que rodean a un país como Bután. Sin embargo, hay algo profundamente onírico en su película, que deja el suficiente espacio entre las escenas de Nima y Meto para que el espectador siga preguntándose si hay algo más que conecte a ambas mujeres. En muchas de las escenas entre Tandin y Meto, así como entre Tandin y Nima, encontramos ecos de Wong Kar-Wai.

Roder tampoco se olvida de la belleza de su país, ofreciendo destellos del paisaje verde y salpicando su historia con canciones diegéticas en dzongkha (la lengua nacional oficial de Bután), interpretadas por Tandin, Meto y Nima, entre otros. Todo esto se complementa con una sutil música ambiental más experimental, compuesta por cuerdas punteadas y sonidos indescifrables que contribuyen a crear una atmósfera onírica. Aunque se mantiene en el territorio del drama psicológico y el misterio, la película culmina con un mensaje más universal sobre la solidaridad femenina. Al principio, Nima se horroriza ante la idea de que un documento como el vídeo azul pueda representarla, pero su búsqueda la lleva a nuevos territorios emocionales.

I, the Song es una coproducción entre Bután, Noruega, Italia y Francia, producida por Dakinny Productions (Bután), Fidalgo Film Production (Noruega), Volos Films Italia (Italia) y Girelle Production (Francia). Diversion Co, Ltd. se encarga de las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)

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