Crítica: Boreal
por Savina Petkova
- La ópera prima del asturiano Pelayo Muñiz Cabal acerca las auroras boreales a Madrid

El director gijonés Pelayo Muñiz Cabal ganó el Premio FICX Jóvenes Realizadores en 2005 con su cortometraje Sístole/Diástole, y desde entonces ha trabajado en medios audiovisuales y teatro. En la edición de este año del Festival de Gijón estrenó mundialmente su primer largometraje, Boreal [+lee también:
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ficha de la película], dentro de la sección Generación Mutante. Lo que comenzó como un proyecto presentado en Sitges en 2017 bajo el nombre de Iceberg es ahora Boreal, una propuesta de ciencia ficción en la que dos parejas sucumben a los extraños efectos de las auroras boreales, inexplicablemente visibles en los cielos madrileños.
La película comienza con Ana (Laura Barba) conduciendo y su hijo adoptivo, Bruno, en el asiento trasero. Todo es muy agradable hasta que Bruno echa mano de la cartera de su madre y le arrebata la grulla de papel que ha estado escondiendo en su interior; ella se irrita y echa la mano hacia atrás, soltando el volante para coger la cartera. Su descuido resulta fatal, ya que Ana pierde el control del vehículo y ambos se estrellan. Así comienza Boreal, con fuerza y suspense, que continúa tiempo después de aquel trágico incidente y de la muerte de Bruno.
En una época más tranquila, Ana y su paciente marido, Pablo (Denis Gómez), han abierto una casa rural en la montaña. Aislados, su vida continúa. Cuando sus mejores amigos, Guille (Raúl Tejón) y Bea (Isabel Rodes), aparecen de visita sin su propio hijo, la superficie de una felicidad fingida empieza a resquebrajarse bajo las brillantes luces verdes de la Aurora Boreal. En términos narrativos, Boreal recuerda a los thrillers apocalípticos y a los dramas que ponen al descubierto la hipocresía de la clase media, pero sus raíces están profundamente arraigadas en la ciencia ficción, lo que juega a su favor. El personaje de Guille actúa como catalizador. Al principio, sorprende con una broma de mal gusto y besa a Ana en los labios como si fueran amantes, para luego provocar una ruptura en la cena. La propia escena de la cena está cuidadosamente coreografiada, aunque todo fluye con gran naturalidad. Muñiz Cabal entiende el género como un medio para explorar ansiedades, más que como una serie de tópicos y lugares comunes.
Hay violencia, suspense y traición, con explosiones de emoción humana que añaden un toque melodramático al espantoso telón de fondo de ciencia ficción. Los ojos de Pablo y Guille se vuelven verdes, y pronto todos se ven expuestos a los efectos sobrenaturales de la Aurora (que nunca llegan a explicarse, lo cual es positivo). El director de fotografía Roberto San Eugenio se mueve alrededor de Guille, y el montaje corta entre él y los demás en una rápida sucesión para transmitir la creciente sensación de duda que les invade a todos. “Está teniendo otro episodio”, dice Bea, pero la cruda realidad de que su marido no la reconozca daña visiblemente su confianza. Boreal juega con la idea de la linealidad narrativa e incluso de los mundos paralelos, pero es mejor no revelar demasiado sobre esto. Lo que importa es que la ópera prima de Muñiz Cabal valora el riesgo por encima del orden, ofreciendo una película de género sólida y convincente sobre la pérdida y los secretos que guardamos.
Boreal es una producción de las españolas Nylon y Olivo Films.
(Traducción del inglés)
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