email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

PELÍCULAS / CRÍTICAS España

Crítica: Los restos del pasar

por 

- Luis “Soto” Muñoz se confirma como uno de los directores españoles más prometedores y singulares con una conmovedora película sobre el pasado y la memoria

Crítica: Los restos del pasar

En nuestra mente los pueblos son un lugar al que podemos volver porque allí, de algún modo, seguimos siendo siempre niños. Antonio evoca su infancia en un pequeño pueblo cordobés y su mente lo lleva al ritual de la Semana Santa, a las manos de las mujeres tejiendo los días con sus tareas, a las tradiciones y a la artesanía que conforma la identidad de un lugar tan singular como Andalucía. Pero Antonio recuerda especialmente a Paco (el artista Paco Ariza, nacido en Baena, el pueblo donde se sitúa la película), un pintor ya mayor que, más que a pintar, le enseña a observar la vida como lugar de paso e intenta calmar las inquietudes del niño sobre la religión o la muerte. Esta es la historia que cuenta Los restos del pasar [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, la segunda película de Luis “Soto” Muñoz (director de la emocionante Sueños y pan [+lee también:
crítica
ficha de la película
]
), codirigida junto a Alfredo Picazo y que, tras presentarse en el Festival de Gijón de 2023, donde se alzó con el Premio FIPRESCI a la mejor película de la Sección Tierres en trance, y en el pasado Festival de Sevilla (dentro de la Sección Panorama Andaluz), se estrena en los cines españoles este 29 de noviembre con Les Films de la Résistance.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Los restos del pasar es una aproximación entre la no ficción y la ficción al retrato de las tradiciones de Semana Santa vividas por sus autores, en el cual el cruce entre la memoria individual y la colectiva marcan la esencia del relato; una película de tradiciones en la que su protagonista, en lo que parece ser su último suspiro, rememora una Semana Santa de su infancia en el pueblo donde creció. Siete días que lo convirtieron en el adulto que es ahora y que trata de evocar al niño que un día fue. La idiosincrasia de un lugar, el sentido de sus costumbres y sus creencias, sus formas de vivir y celebrar la vida y la muerte, las relaciones entre la memoria individual y la colectiva, el paso del tiempo, el recuerdo y el olvido, la inevitable fugacidad de todo cuanto nos habita. Todo eso se cuenta con una deslumbrante sensibilidad, de forma sutil, delicada y poética (un realismo poético que recuerda al Carlos Saura más lírico y folclórico), con cierta magia, en esta película de tono intimista, de ritmo sosegado y cierto punto nostálgico que se detiene en la fuerza de las imágenes, que deja que éstas y la música (una poderosa banda sonora) hablen, que expresen recuerdos, emociones, sentimientos, estados de ánimo, el dolor, el sufrimiento, el miedo, la curiosidad, la belleza, la fe, lo invisible.

Precisamente, ahí reside una de las mayores virtudes de la película: en su capacidad de expresar más lo que no se dice que lo que se dice mediante el potente imaginario visual que sus directores consiguen crear a través de las imágenes de la Semana Santa, los paisajes, los objetos, los rostros que filman, de sus colores (gran parte está rodada en blanco y negro) y texturas. También en cómo captan todo ese mundo a través de la mirada de un niño; una mirada inocente, hermosa, curiosa, fascinada, que también transmite cierta melancolía y miedo, y que contrasta con la voz en off del adulto que ahora se despide de la vida evocando ese pasado que fue. Son esos ojos desde los que el niño observa las pequeñas cosas que conforman su entorno y sus días y que nos adentran en su intimidad los que logran removernos y conmovernos en lo más hondo, dejándonos algunas imágenes para el recuerdo.

“Decía Miguel Hernández que la mano es la herramienta del alma”, dice la voz en off del adulto. Esas manos que recorren la película, que, limpiando, tejiendo, amasando pan, preparando la comida, pintando, tocando otras manos, hablan de una gente y sus orígenes. Los restos del pasar es la confirmación de un director prometedor, una película a contracorriente, llena de ternura y emoción, un hermoso homenaje al pasado que yace en la memoria.

Los restos del pasar es una producción de las compañías Mubox Studio y Du Cardelin Studio. Les Films de la Résistance también se ocupa de las ventas internacionales.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Privacy Policy