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MARRAKECH 2024

Crítica: Les Tempêtes

por 

- En el arriesgado primer largo de Dania Reymond-Boughenou, el peso de la guerra civil argelina no puede contenerse en una comunidad que se enfrenta a misteriosos eventos

Crítica: Les Tempêtes
Khaled Benaissa en Les Tempêtes

Hacia el final del primer largometraje de Dania Reymond-Boughenou se escucha cómo una voz en off pronuncia la siguiente frase fugaz: “Tú me mataste, pero yo nunca llegué a morir”. Esta es precisamente la frase que se convierte silenciosamente en el tema en torno al que gira Les Tempêtes [+lee también:
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, que se presenta como una visión especulativa de la escritora y directora francoargelina sobre la superación del trauma de la guerra civil argelina que tuvo lugar entre 1992 y 2002, un período al que los argelinos se refieren como la Década Negra. Les Tempêtes ha sido estrenada a nivel mundial en la competición oficial del Festival de Marrakech.

Tras cumplir una misión personal de una década, el inquieto periodista argelino Nacer (Khaled Benaissa) queda fascinado ante la aparición de un inexplicable polvo amarillo que al principio empieza a cubrir las zonas cercanas a una ciudad costera como si fuera polen. Varios ancianos están convencidos de que se debe a una maldición sobre los lugares donde hubo violencia durante la Década Negra, mientras que una mujer mayor afirma haberse reencontrado con su difunto hermano. En medio de una noche lluviosa, el propio Nacer se encuentra sorprendentemente cara a cara con la forma corpórea y viva de su difunta esposa Fajar (Camélia Jordana, que podría atraer al público comercial que también es fan de su música), que dice volver de un largo viaje a Canadá. Mientras sobre su cabeza se ciernen amenazadores nubarrones de color canela oscuro, la pena y el asombro empiezan a mezclarse para un periodista que sabe que, en realidad, su mujer fue asesinada a sangre fría por los rebeldes cuando solo tenía 25 años.

Ni sus superiores en el periódico ni las autoridades muestran preocupación alguna por las peculiares tormentas de arena, cuyas partículas brillan suavemente como polvo de hadas y también parecen atraer a su igualmente inquieto hermano Yacine (Mehdi Ramdani), que es médico. Aunque conmovedora, la inclusión secundaria del vínculo de Yacine con la estudiante de espíritu libre Shahrazad (Shirine Boutella, a quien el público internacional podría reconocer por la serie de Netflix Lupin) parece más bien innecesaria, ya que invade el terreno de las historias entrelazadas de Nacer y Fajar.

El diálogo y el guion —de Reymond-Boughenou y Virginie Legeay en colaboración con Vincent Poymiro— resultan ligeramente confusos en esta historia que, en última instancia, exige que el espectador deje a un lado la razón y se guíe por el corazón. No obstante, la película sigue siendo más especulativa que críptica, y las escenas con los muertos no parecen un sueño, sino la vida real. Con el montaje de Julie Naas en colaboración con Damien Maestraggi, da la sensación de que algunos planos terminan bruscamente justo cuando el espectador podría tener ganas de entretenerse con la sobriedad y la riqueza visual de la película, como si el largometraje estuviera demasiado ansioso por llegar a la siguiente escena.

La fotografía de Augustin Barbaroux proyecta la ciudad en una profunda sombra azul, con contrastes de luces anaranjadas que crean un duro resplandor sobre sus atormentados personajes. La inquietante música ambiental de Dan Levy (¿Dónde está mi cuerpo? [+lee también:
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) suena de forma bastante constante a lo largo de la película, y en ocasiones resulta un tanto agobiante a nivel emocional. Sin embargo, la directora crea un estilo visual agradable y a menudo fascinante, especialmente cuando empieza a jugar con diferentes formas de oscurecer a sus personajes (con lluvia, polvo o a través de las puertas).

Mientras que la primera mitad se centra en la búsqueda de la verdad por parte de Nacer —con un toque de drama de misterio más convencional—, la segunda gira en torno a la poco convencional historia de fantasmas de Fajar, que incluso da un giro hacia el cine de catástrofes. Les Tempêtes resulta más convincente en su última parte, cuando la cineasta entrega la película a su lado más mágico y expresivo, dejando que la lírica de la historia se apodere también de los efectos visuales. Prueba de ello es el hecho de que los que han regresado de entre los muertos son dueños de sus acciones, las cuales no se limitan únicamente a los recuerdos de los que les pueden ver, y este hecho constituye una idea interesante que solo se explora brevemente cuando Fajar regresa. En el final de la película sigue siendo difícil discernir con qué intensidad se aborda el tema central, pero Les Tempêtes se perfila, no obstante, como una sólida demostración de las dotes de dirección de Reymond-Boughenou.

Les Tempêtes es una producción franco-belga realizada por ChevalDeuxTrois y La Petite Prod, y coproducida por Hélicotronc y Les Films de l'autre Cougar. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Best Friend Forever.

(Traducción del inglés)

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