Crítica: Mikado
por Fabien Lemercier
- Baya Kasmi sigue a una familia que se esconde al margen de la sociedad y ofrece una película conmovedora, en perfecto equilibrio entre la dureza y la dulzura

“El hecho de que siempre sientas la necesidad de reírte cuando el ambiente se entristece es una locura”. Baya Kasmi abandona el género de la comedia inteligente que hasta ahora la había caracterizado (Je suis à vous tout de suite [+lee también:
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ficha de la película], Youssef Salem a du succès) para adentrarse, a través de Mikado [+lee también:
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ficha de la película], en el nuevo territorio de las paradojas y los matices. Y lo cierto es que, visto el éxito rotundo que ha tenido esta nueva obra, podemos afirmar que la cineasta francesa ha dado este nuevo paso a las mil maravillas. La película, que constituye una obra de gran sensibilidad intimista con una puesta en escena sutilmente atmosférica, ha sido presentada en un 16.º Festival de Les Arcs que se suma a la gira de festivales de gran éxito en los que ha sido proyectada (de Angulema a Jeddah, pasando por Arras), y se estrenará en los cines franceses el 5 de febrero de la mano de Memento Distribution.
“Escondeos, niños”. El pánico se apodera de Mikado (Félix Moati) y Laetitia (Vimala Pons) cuando la policía irrumpe de la nada para entregar al treintañero una citación para comparecer ante un tribunal de Marsella por acoso. Tras mentir (“no es mi hijo, es el de los vecinos”), huir desesperadamente en su pequeña furgoneta con su hija adolescente Nuage (Patience Munchenbach) y su pequeño hijo Zéphyr (Louis Obry), y tomar una decisión crucial: “hay que ir a pedir perdón, si no nos encontrarán y se llevarán a los niños”, “voy a decírselo ya, debería haber ido a la policía hace tiempo”.
¿Quiénes son estos dos jóvenes profundamente enamorados que se encuentran en apuros? ¿Qué crímenes habrán cometido para tener tanto miedo ante un simple control de carretera? Un encuentro fortuito (a raíz de una avería del coche) con el profesor viudo Vincent (Ramzy Bedia), que vive en una apartada casa de campo con su hija Théa (Saül Benchetrit) y que acepta, por la bondad de su corazón —entre otras razones—, acoger a esta pequeña familia nómada hasta que llegue el recambio para el alternador defectuoso de su furgoneta, contribuye a que la situación se vaya aclarando poco a poco. Pero esto no significa que todos sus problemas vayan a resolverse ni mucho menos, ya que los enredos del pasado de esta pareja tan sensible formada por Mikado y Laetitia son increíblemente difíciles de desenredar sin causar más daño. Nuage, por su parte, está llegando a una edad en la que aspira a una existencia más “normal”...
Con un reparto impecable (mención especial para la carismática Patience Munchenbach), un guion hábilmente ajustado entre la aceleración frecuente y el desenlace gradual (cortesía de la directora en colaboración con Olivier Adam y Magaly Richard-Serrano), una fotografía magnífica y sensual de la mano de Romain Le Bonniec, y la química perfecta entre una radiante atmósfera veraniega y una enérgica melancolía subyacente, la película rebosa cualidades brillantes bajo su modesta apariencia de foco social sobre la marginación voluntaria como reacción a un mundo brutal y, a veces, injusto. Se trata de un tema que Baya Kasmi maneja a la perfección, demostrando una humanidad increíblemente conmovedora al combinar alegría y tristeza con gran agudeza para crear una mezcla agridulce que solo el vínculo entre seres vivos —aunque a menudo difícil de forjar— puede transformar en esperanza.
Mikado ha sido producida por Karé Productions y Films Grand Huit, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de Pulsar Content.
(Traducción del francés)
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