Crítica: L’abbaglio
por Camillo De Marco
- Roberto Andò dirige una divertida comedia, otra vez con Toni Servillo y el dúo cómico Ficarra & Picone, pero esta vez sobre la expedición de los camisas rojas en la Sicilia de 1860

Derrocar al gobierno borbónico y unificar Italia apoyando las revueltas campesinas en Sicilia, y hacerlo con el único respaldo de un millar de voluntarios... A priori parece misión imposible, ¿verdad? Pues lo cierto es que Giuseppe Garibaldi, el héroe de dos mundos que vestía pantalones vaqueros, camisa roja y un poncho sudamericano similar al de Clint Eastwood en la trilogía del dólar, consigue completar con éxito la misión. Tal y como otros cineastas antes que él, Roberto Andò ha escogido la histórica "Expedición de los Mil", un episodio decisivo del Risorgimento italiano, como tema central para su nueva película, L’abbaglio, para la que ha contado con los mismos coguionistas (Ugo Chiti y Massimo Gaudioso) y el mismo elenco principal de su anterior trabajo, La inspiración: El gran Pirandello [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película], que representaba un encuentro en Sicilia entre el gran dramaturgo Luigi Pirandello (Toni Servillo) y dos actores aficionados desconocidos, encarnados por la pareja cómica formada por Salvatore Ficarra y Valentino Picone. L’abbaglio, que ha sido seleccionada para la sección Limelight del próximo IFFR, llegará a los cines de Italia el 16 de enero, y la encargada de la distribución de la película será 01 Distribution.
En L’abbaglio, Servillo adopta la vestimenta marcial y el gran bigote del coronel palermitano Vincenzo Giordano Orsini, uno de los oficiales más fieles de Garibaldi (Tommaso Ragno). La historia comienza en 1860, en Liguria, con el reclutamiento de voluntarios para la expedición. Entre ellos destacan dos personajes —ficticios— de lo más singulares: Domenico Tricò (Ficarra), un experto en fuegos artificiales que ha emigrado al norte, y Rosario Spitale (Picone), un noble siciliano arruinado, aventurero y hábil con las cartas. Las imágenes de los garibaldinos, con camisa roja y mosquete, embarcándose en esta gran aventura, parecen inspirarse en 1860, la obra maestra de 1934 de Alessandro Blasetti, considerada precursora del neorrealismo y muy apreciada por el fascismo, que se autoproclamaba heredero natural del Risorgimento. El desembarco de los Mil en Marsala (Sicilia) parece, a primera vista, una versión algo menos sangrienta del desembarco en Omaha Beach de la escena inicial de Salvar al soldado Ryan. Sin embargo, las verdaderas intenciones del director se confirman en cuanto vemos a Domenico y Rosario huyendo de los cañonazos borbónicos mientras se disputan con torpeza un escondite entre las rocas.
L’abbaglio se mueve constantemente entre el terreno del drama histórico y el de la comedia. Por un lado, sigue las hazañas del coronel Orsini, a quien Garibaldi encarga una maniobra de distracción para hacer creer al comandante suizo del ejército real, Jean-Luc Von Mechel (Pascal Greggory), que el general del poncho se está retirando al interior de la isla en lugar de marchar sobre Palermo. Por otro lado, están las aventuras picarescas de la involuntaria pareja de desertores, que solo se habían alistado solo para conseguir transporte de vuelta a casa. Ficarra y Picone funcionan a la perfección, rindiendo homenaje a otras parejas icónicas de la comedia italiana clásica y provocando la risa del espectador en escenas como cuando Domenico descubre que la mujer con la que había prometido casarse ha cambiado de opinión, o cuando Rosario hace trampas en un juego de cartas y despluma a las monjas que habían estado escondiendo a los fugitivos en su convento. La más joven de ellas (Giulia Andò) reaparece más tarde, justo después de dejar los hábitos para unirse a la revuelta. Al final, drama y comedia convergen, porque todos sabemos que en el cine los cobardes terminan convirtiéndose en héroes. Las grandilocuentes declaraciones patrióticas del coronel Orsini, impregnadas de la retórica del Risorgimento, se desvanecen en un final desencantado que destila el significado del título. Una vez más, el cine utiliza el pasado para hablar del presente, y Andò lo hace con maestría, astucia e ironía, confiando en la sobria interpretación de Toni Servillo y en la fotografía de su fiel colaborador Maurizio Calvesi, que capta a la perfección la luz vibrante y enmarca la belleza áspera de una Sicilia inusualmente verde (Trapani y el pueblo de Erice, además de Palermo para las escenas interiores y exteriores), como si de un western se tratara.
L’abbaglio es una producción de Tramp Ltd y Bibi Film, en colaboración con Rai Cinema y Medusa Film, y con el apoyo de Netflix. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Rai Cinema International Distribution.
(Traducción del italiano)
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