SUNDANCE 2025 Competición World Cinema Dramatic
Crítica: Cactus Pears
por David Katz
- El primer largometraje de Rohan Parashuram Kanawade retrata la salida a la superficie de la homosexualidad disimulada en la India rural

La represión, el tema al que, pase lo que pase, el cine sabe que siempre puede recurrir, con los sutiles y delicados papeles que sirve en bandeja de plata a los actores, así como con las suculentas puestas en escena cargadas de significado que proporciona a los directores... En medio de un entorno homofóbico de la India rural occidental, y en ausencia de complementos de vestuario como corbatas y bufandas de color carmesí, surge la necesidad de buscar las insinuaciones en otros elementos, como por ejemplo en las elegantes motos negras de aspecto vintage cuyo rugido interrumpe el sereno paisaje sonoro natural, o en la esbelta fruta regional del título que uno de los protagonistas le ofrece a otro de los personajes principales como obsequio. Cactus Pears [+lee también:
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ficha de la película], el primer largometraje de Rohan Parashuram Kanawade, que se ha estrenado en Sundance, muestra destreza en la representación de estos matices de atracción y vacilación, aunque hay una serie de rasgos genéricos y una excesiva placidez que limitan su impacto, a pesar de tratarse de una historia profundamente personal.
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ficha de la película] —que también se estrenó en Sundance— es innegable en su premisa: Anand (Bhushaan Manoj), un joven de Bombay, regresa a su pueblo natal para llorar la muerte reciente de su padre, que trabajaba como veterinario. Sin embargo, como único varón que queda en la familia directa —tras la trágica y prematura muerte de su hermano—, su soltería no pasa desapercibida. Su madre (interpretada carismáticamente por Jayshri Jagtap) es consciente de su sexualidad, aunque lucha contra el juicio social y la marginación impuesta por su devota comunidad hindú. Balya (Suraaj Suman), su amigo de la infancia y actual interés amoroso, no corre la misma suerte, ya que es un pastor de cabras con empleo esporádico y sin capacidad de independizarse de su familia —y de sus ojos inquisitivos, que no apartan la mirada de su vida privada—, que le está organizando un matrimonio de conveniencia sin amor.
Gracias al estrato social al que pertenece, Anand tuvo la oportunidad de ser lo “suficientemente brillante” como para dejar el pueblo y perseguir su sueño de convertirse en piloto, aunque ahora trabaja en un centro de llamadas en Bombay, en lo que entendemos que son interacciones delicadas y especializadas en inglés. Sin embargo, aún carga con la inseguridad y los conflictos internos que todos los veinteañeros con asuntos personales pendientes arrastran, y el período de luto de diez días que exige el hinduismo parece convertirse en la etapa final de su proceso de autorrealización.
Kanawade, un cineasta autodidacta con experiencia previa en diseño de interiores, deslumbra a nivel visual, aunque su manejo de la tensión dramática es demasiado laxo. Sus composiciones son hermosas —y no de una manera opresiva—, elegantes y simétricas, y se ven resaltadas por un motivo innovador en el que la parte posterior de la cabeza de un personaje aparece en primer plano contra un fondo exterior borroso y distorsionado, donde la luz y la sombra resplandecen con un significado casi metafísico. El primer acto de Cactus Pears se percibe como el reflejo de la inspiración del director en el estilo de Yasujirō Ozu: la cámara, situada al nivel del suelo, captura las escenas corales con una perspectiva similar a la de los actores, y el plano insertado de una olla doméstica —símbolo de la santidad del hogar— refuerza todavía más la comparación entre estos dos cineastas.
Aunque el contenido es personal, la propuesta visual es atractiva y el estigma contra la comunidad LGTB en la India merece una exploración cinematográfica tardía, no es de extrañar que Cactus Pears no despierte el entusiasmo de los espectadores, ya que no habría estado de más que Anand y Balya se hubieran enfrentado a obstáculos más contundentes en su camino hacia la realización personal. Sin embargo, la visión optimista de Kanawade, que se reafirma al llegar el desenlace, tiene su propia carga catártica: las costumbres están cambiando en la India contemporánea, y la espiritualidad, la sexualidad y las divisiones sociales geográficas pueden reconciliarse. Una de las primeras escenas del romance entre los protagonistas muestra cómo ambos comparten un par de auriculares blancos para escuchar una canción mientras permanecen sentados y descalzos en el suelo, rodeados por sus envejecidas familias en duelo. Se trata de una imagen que, aunque a priori parece bastante simple, tiene una gran carga simbólica que acaba generando en el espectador una cálida conexión con la película.
Cactus Pears es una coproducción entre India, Reino Unido y Canadá, de la que se ha encargado la india Lotus Visual Productions, con la británica Taran Tantra Telefilms. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de MPM Premium.
(Traducción del inglés)
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