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IFFR 2025 Competición Big Screen

Crítica: Idyllic

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- El segundo largometraje de Aaron Rookus es una placentera montaña rusa de emociones, que explora la muerte, el duelo y la vida a través de tres generaciones

Crítica: Idyllic
Hadewych Minis (izquierda) y Titus Theunissen en Idyllic

Tres años después de su primer largometraje, Goodbye Stranger, el cineasta neerlandés Aaron Rookus regresa a la gran pantalla con Idyllic [+lee también:
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, una tragicomedia sobre la vida de los distintos personajes que protagonizan la película. Este ágil, entrañable y cautivador segundo largometraje de Rookus es sin duda una de las cintas más sorprendentes del IFFR de este año, donde se ha estrenado a nivel mundial en su sección Big Screen.

La trama de Idyllic gira en torno a Viktor, un psiquiatra de mediana edad que lucha por encontrar su lugar en el mundo de las citas tras haber salido recientemente del armario (un Eelco Smits que interpreta a la perfección un personaje que se siente como un pulpo en un garaje), mientras su hermana Annika, una diva de la ópera (una Hadewych Minis al borde del colapso), se enfrenta a un diagnóstico terminal y reflexiona sobre los distintos caminos que pudo haber tomado en la vida. Su abuela Joke (una Beppie Melissen agradablemente insoportable), cansada de su existencia, busca un final que nadie está dispuesto a ayudarle a alcanzar, mientras que un niño de diez años, Timo (el talentoso Isacco Limper), trata de cumplir a contrarreloj todo lo que hay en su lista de deseos, convencido de que sus días están contados. A su alrededor, emerge un microcosmos de personajes, entre los que destaca Musa (Nabil Mallat), un profesor cuarentón que, víctima de los acontecimientos que le han ido sucediendo, parece haber perdido el interés por su familia y su trabajo.

El guion tan directo hace que esta película sea intrigante y entretenida de ver. Algunos ejemplos del ingenio de Rookus incluyen el torpe encuentro de Viktor con un gigoló (Eli Rietveld), las curiosas conversaciones entre Timo y su amigo cercano Isaac (Nathan Mbui), y la exasperada antipatía de Joke hacia su joven cuidador Mohammed (Sya Cyrroes), entre otros.

Desde el punto de vista técnico, el impecable trabajo de cámara (cortesía del director de fotografía Emo Weemhoff) logra captar tanto ambientes fríos como cálidos, demostrando así un excelente manejo de las condiciones de luz. Esto refleja los altibajos emocionales de los personajes sin reinventar la rueda, pero logrando resultados muy eficaces.

Además, la divertida banda sonora compuesta por Sten Sheripov mezcla temas originales con Tosca, de Giacomo Puccini, y melodías animadas de las décadas de 1950 y 1960, como “It’s Not for Me to Say”, de Johnny Mathis, y “Please Forgive Me”, de The Du-Ettes.

El reparto está muy bien engranado, con interpretaciones magnéticas que logran mantener al público pegado a la butaca. En particular, la mirada perdida de Viktor genera empatía, el malestar de Annika se hace palpable en pantalla, la apatía de Musa resulta familiar y la ingenuidad de Timo es tan divertida como conmovedora.

En definitiva, la película logra un buen equilibrio entre humor y drama, de modo que evita con destreza las trampas retóricas y los clichés típicos de los melodramas. Si bien es cierto que se percibe una pizca de sentimentalismo en momentos dados, el cineasta no llega a pasarse de la raya en ningún momento. Y a pesar de la presencia de numerosos personajes, todos están bien definidos y sus historias no resultan difíciles de seguir. También se aprecia algún que otro toque de surrealismo perfectamente dosificado, lo cual aporta un valor añadido sin complicar en exceso la trama.

Idyllic ha sido producida por el estudio amsterdamés Studio Ruba junto con la productora belga Polar Bear y la estonia Allfilm. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la danesa LevelK.

(Traducción del inglés)

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