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IFFR 2025 Harbour

Crítica: Ariel

por 

- Lois Patiño vuelve con un fresco dramático derivado de La tempestad de Shakespeare, antes de aventurarse aún más lejos en la obra del Bardo de Avon

Crítica: Ariel
Irene Escolar y Agustina Muñoz en Ariel

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por algunas de las obras más canónicas de la narrativa occidental, Patiño vuelve a representar un flujo de personajes, entornos y estados encarnados, encapsulados por las dos mitades de un plano de ondulantes olas púrpuras que intentan abrirse como páginas o cortinas bajo un arco de proscenio. Por lo demás, la película resulta menos provocativa que su último largometraje, ya que las numerosas y vívidas anotaciones sobre el material original no llegan a constituir una tesis general poderosa. La película tuvo un estreno discreto el pasado fin de semana en la sección Harbour del IFFR.

Patiño, que desarrolló la idea con el cineasta argentino Matías Piñeiro, entusiasta de las adaptaciones de Shakespeare, traiciona ligeramente el espíritu de las refinadas variaciones de su compañero sobre los textos menos conocidos del Bardo (muchas de las cuales se estrenaron en competición en Locarno, donde fueron bien recibidas). En este caso, nos adentramos en el territorio de la antología o, si nos sentimos menos generosos, de la noción actual de “universo cinematográfico” compartido: La Tempestad es la última obra del célebre dramaturgo, así como la más autorreflexiva, y Patiño la convierte en una puerta de entrada a toda su obra, con Hamlet, Romeo y Lear existiendo eternamente en la isla de exilio del mago Próspero.

El director recluta a la actriz argentina Agustina Muñoz (colaboradora habitual de Piñeiro) como personaje central, interpretando una versión cercana de sí misma. La protagonista llega a las Azores, en medio del océano Atlántico, para interpretar el papel clave del espíritu del aire, Ariel, en una producción local de La tempestad. Sin embargo, cuando sube al ferry en dirección a Faial, una de las islas más pequeñas del archipiélago, empieza a notar varios fenómenos extraños: todos los pasajeros parecen sometidos a un hechizo de sueño y los habitantes de la isla hablan exclusivamente con citas de Shakespeare. El sistema de megafonía del muelle también contribuye con algunos versos, recordando incongruentemente a los locutores de la comedia ¡Aterriza como puedas!.

En sus momentos más efectivos y seductores, el plegado de fragmentos de las frases más inmortales de la lengua inglesa (traducidas aquí al portugués y al español, por supuesto) se convierte en un sedoso contrapunto al talento visual de Patiño. Por lo demás, esta concepción surrealista resulta al mismo tiempo carente de motivación y un tanto insulsa, como si se tratara de la amable introducción de un profesor de secundaria a este inabarcable personaje canónico, o de una atracción de Disneylandia en la que el carruaje se detiene brevemente en Hamlet interpretando el monólogo “Ser o no ser” o en la secuencia final de la muerte de Romeo y Julieta, antes de continuar de forma abrupta.

Aun así, el lúdico manejo del tono de Ariel y sus fluidas transiciones espaciales a través de la isla montañosa nos mantienen siempre preguntándonos qué sorpresas nos tiene reservadas Patiño, como un golpe de efecto cinematográfico al estilo de la transición de Samsara, que nos invitaba a cerrar los ojos. Con audacia y simpatía, el cineasta intenta combinar el juego lingüístico de Shakespeare con sus propias dotes para el encantamiento y la desorientación, cuando incluso las mejores versiones cinematográficas anteriores pudieron sentirse frenadas por las exigencias de fidelidad y precisión. La resonancia atemporal de las “musas” mitológicas cautivas, como la propia Ariel, también se manifiesta en la obra, expresando que su inspiración no es propiedad exclusiva de figuras “creadoras” como Próspero, Shakespeare o el propio Patiño.

Ariel es una coproducción entre España y Portugal, producida por Filmika Galaika y Bando à Parte. Sus ventas internacionales corren a cargo de Lights On.

(Traducción del inglés)

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