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IFFR 2025 Competición Big Screen

Crítica: Bad Painter

por 

- El pintor alemán Albert Oehlen realiza su primer largometraje en solitario, un falso documental ficcionado extraño y salpicado de raros momentos de body horror

Crítica: Bad Painter
Charlotte Taschen y Udo Kier en Bad Painter

El artista contemporáneo alemán Albert Oehlen es conocido en todo el mundo por sus famosas “malas pinturas”, como él mismo las llamaba, que han revolucionado el mercado del arte con obras intencionadamente subversivas impulsadas por un sentimiento de “anti-arte elevado”. Ahora debuta como director de largometrajes con Bad Painter [+lee también:
tráiler
entrevista: Albert Oehlen
ficha de la película
]
, una ficción ligeramente satírica sobre su vida que se ha estrenado a nivel mundial en la sección Big Screen del IFFR. El título también hace referencia a su estatus como uno de los “chicos malos” de la escena artística alemana de los años 70 y 80, que nace de una perspectiva de rebeldía contra el sistema.

Bad Painter, que oscila entre la autocrítica y la autoindulgencia, se presenta como una docuficción dispersa y un falso documental sobre la vida cotidiana de Oehlen como artista, y todo ello con algunos toques de body horror. El personaje de Oehlen lo interpreta a las mil maravillas el célebre actor de carácter alemán Udo Kier, que logra transmitir con humor la desdeñosa, arrogante e inmensamente excéntrica personalidad del aclamado pintor, que lo convierte en un protagonista de lo más entretenido. Para quienes no están familiarizados con Oehlen, es fácil caer en la trampa de creer que realmente es él quien aparece en pantalla. Al final, es la interpretación de Kier la que sostiene la película hasta el final, mientras que el resto de los elementos resultan mucho menos destacables.

En una de las primeras escenas, vemos a Oehlen pintando sobre un lienzo, con sus pensamientos internos narrados por Kim Gordon, la artista visual y música de Sonic Youth, que también interpreta a una entrevistadora que conversa con él en varias ocasiones. Estas decisiones llegan a resultar desconcertantes, ya que ocupan poco espacio en el núcleo temático de la cinta y nunca se sienten realmente conectadas con el resto del largometraje. Del mismo modo, Oehlen introduce una técnica de entrevistas que nunca vuelve a utilizar, de manera que crea un collage de diferentes estilos que no encajan bien en su conjunto.

Aunque comienza con un tono más realista —aunque algo excéntrico—, la narrativa —o la falta de ella— se va volviendo cada vez más caótica, de modo que avanza progresivamente hacia lo absurdo hasta descarrilar completamente en el último tercio. Aunque su duración es de apenas 80 minutos, la película no encuentra en ningún momento un punto de apoyo sólido, lo cual hace que se sienta mucho más larga de lo que realmente es. A medida que avanza, Oehlen se cruza con personajes extravagantes de diversos tipos, incluida una visita a la galería del ex actor y actual restaurantero Michael Chow, en una de las secuencias más divertidas de la película, cuando los enormes egos de ambos chocan. Sin embargo, muchas de las decisiones en cuanto a los personajes parecen un batiburrillo de figuras sacadas de la vida real de Oehlen que no dan la sensación de esconder una intención real.

Los espectadores podrían sentirse alienados por las escenas más surrealistas, ya que todas parecen realizadas con estilos distintos. Acontecimientos cada vez más extraños comienzan a suceder, desviándonos del trayecto inicial de la película y haciendo que nos preguntemos quién es realmente Oehlen como personaje —de lo que no cabe duda es de que no es alguien coherente—. Esto, claro está, podría ser parte de la crítica al culto de la personalidad que el artista y director intenta plantear, pero Bad Painter no acaba de dar con la tecla.

Bad Painter es una coproducción germano-estadounidense de Wendy Gondeln Production y Bad Painter, Inc., y las ventas internacionales de la película corren a cargo de esta última.

(Traducción del inglés)

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