Crítica: The Moelln Letters
por Olivia Popp
- BERLINALE 2025: Martina Priessner firma un documental de gran profundidad sobre el duradero efecto traumático de un evento de hace 30 años, mientras habla sobre el panorama sociopolítico alemán

En respuesta a las crisis globales y a los cambios en la política nacional, Alemania se enfrenta nuevamente a la forma en que recuerda su historia y sus acciones. Es precisamente en este contexto en el que se ha enmarcado la nueva película de la documentalista Martina Priessner —cuyos otros dos largometrajes también exploran la vida de personas de ascendencia turca—, en la que se aborda el trauma intergeneracional desde una perspectiva distinta. The Moelln Letters [+lee también:
tráiler
entrevista: Martina Priessner
ficha de la película], que se ha estrenado a nivel mundial en la sección Panorama de la Berlinale, trata sobre un ataque incendiario racista e islamófobo que tuvo lugar en el norte de Alemania hace ya más de treinta años. Sin embargo, la película no podía llegar en un momento más oportuno, ya que refleja de manera impactante una esfera sociopolítica que aún busca la mejor manera de lidiar con la vergüenza y los actos de violencia del pasado.
Una noche de noviembre de 1992, unos neonazis arrojaron cócteles molotov contra casas ocupadas por dos familias turcoalemanas en la ciudad de Mölln. La madre, Hava Arslan, su bebé Namık y su hijo mayor İbrahim estuvieron entre los supervivientes de la horrible tragedia, que se cobró la vida de la abuela de los hermanos, Bahide, su prima Ayşe Yılmaz y su hermana Yeliz. Miles de personas enviaron cartas de apoyo y solidaridad a las familias de la ciudad, pero, curiosamente, ninguna de ellas llegó a su destino. En su lugar, todas fueron recogidas, abiertas y apartadaspara pudrirse metafóricamente en los archivos municipales de Mölln, hasta que se revelaron en 2019. Nadie sabe el porqué de estos actos.
Priessner nos presenta primero al ya adulto İbrahim, que luce una profunda cicatriz en la mejilla izquierda y es el único hermano que recuerda el ataque, que a su vez constituye la causa de la inmensa ansiedad y culpa del superviviente que sufre. El trauma se manifiesta de forma diferente en Namık, que ha engordado debido al estrés y protege a su familia por medio de la agresividad. Su hermana, Yeliz Burhan, que nació después del ataque, percibe más como una carga que como un honor el nombre que le pusieron como homenaje a su difunta hermana.
El estilo visual de la documentalista es deliberadamente sencillo y directo, con un enfoque observacional sin adornos que centra la cámara casi por completo en las personas afectadas. “Recordar es actuar”, dice alguien en un acto conmemorativo. Y así, İbrahim lleva su lucha al gobierno local a través del inicio de conversaciones con burócratas sobre las cartas y las visitas a quienes las escribieron en su momento.
Son diversas las hipótesis sobre por qué las cartas nunca llegaron a ser entregadas, a pesar de que la ciudad sí que respondió a algunas de ellas. “Fue una situación excepcional para todos”, afirma el actual alcalde. Las directoras de fotografía Ayşe Alacakaptan y Julia Geiß trasladan el foco al veterano archivero Christian Lopau, como esperando que dé una explicación más allá de esta excusa superficial; pero él solo balbucea algunas palabras, como si ocultara secretos de aquella época.
Este acto reiterado de ocultar información se convierte en una poderosa metáfora de la respuesta automática ante la tragedia: ignorar para olvidar, y expresar vergüenza para sentirse absuelto. “Me avergüenza ser alemana”, escribía en una carta la entonces niña de 12 años Sonja Jansen. La vergüenza se convierte en un tema recurrente que Priessner resalta con fuerza; una nota está firmada por “una mujer alemana avergonzada, furiosa y de luto”. Eran cartas bien intencionadas de personas que simplemente querían ayudar, pero su lenguaje refleja un malestar social persistente.
Lo que se nos muestra es, en última instancia, el síntoma de una sociedad donde el dolor y el sufrimiento son burocratizados y racionalizados. El método de Priessner actúa como antídoto contra todo esto, y lo hace a base de exponernos repetidamente a testimonios de traumas intergeneracionales, tanto de las víctimas como de aquellos que empatizan con ellas. Su objetivo no es provocar lástima, y ciertamente tampoco vergüenza, pero los espectadores se ven obligados a experimentar una profunda emoción a través de las historias de los hermanos. Si algo queda claro al final de The Moelln Letters, es que la burocratización no es un acto de memoria verdadero, que no basta con una carta de condolencias por aquí y un monumento por allá; lo que realmente hace falta son acciones reales.
The Moelln Letters es una producción alemana de la berlinesa inselfilm produktion, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de la coloniense New Docs.
(Traducción del inglés)
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