email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

BERLINALE 2025 Forum

Crítica: Eighty Plus

por 

- BERLINALE 2025: El director serbio Želimir Žilnik vuelve con un amable relato intergeneracional que demuestra su interés en las injusticias sociales para analizar capas de la historia

Crítica: Eighty Plus
Milan Kovačević y Vera Hrćan Ostojić en Eighty Plus

A sus más de ochenta años, el icónico director serbio Želimir Žilnik sigue fiel tanto a su compromiso con la denuncia de las injusticias sociales como a su estilo de cine de guerrilla. Desde que ganó el Oso de Oro en la Berlinale de 1969 con Obras tempranas, ha dirigido más de 50 largometrajes y cortometrajes, todos ellos marcados por su afecto hacia el ciudadano común y, en particular, por su interés en las personas marginadas. Una de esas películas, Marble Ass, posiblemente la primera película verdaderamente queer del cine serbio, le valió el premio Teddy en 1995. Con Eighty Plus, que ha sido proyectada en la sección Forum de la Berlinale, el cineasta regresa al lugar donde dio los primeros pasos de la su carrera internacional.

Muchas de las señas de identidad de Žilnik se manifiestan en este nuevo trabajo, ya que la película cuenta con un protagonista emigrante, una narrativa ficticia (coescrita con Tanja Šljivar) interpretada en su mayoría por actores no profesionales, un enfoque visual y de montaje de estilo documental y una historia intergeneracional que revela capas históricas inesperadas. Žilnik adopta un tono más suave en esta ocasión, pero sabe desenvainar la espada crítica en los momentos más apropiados.

El protagonista es Stevan, un pianista de jazz anciano (interpretado por el músico de jazz profesional Milan Kovačević) que regresa de Alemania a Serbia, concretamente a la provincia septentrional de Vojvodina, tras recibir la noticia de que su antigua casa y propiedad familiar, nacionalizada por el gobierno comunista yugoslavo después de la Segunda Guerra Mundial, pueden ahora serle restituidas. Así, emprende el regreso a casa acompañado de Nina, la hija de un amigo austríaco, que está realizando un doctorado sobre la situación de las mujeres en los países comunistas y poscomunistas.

La casa es una majestuosa mansión rodeada de campos fértiles y huertos típicos de la región. Ahora está decrépita, pero al explorar el interior del enorme edificio, Stevan, Nina y su viejo amigo Milan descubren que la calidad de la artesanía del interior es impresionante. Nina descubre entonces que la casa fue construida en 1903 por un conde alemán. Stevan lo ignoraba por completo, ya que su familia huyó de Vojvodina cuando los nazis cedieron la región al Estado Independiente de Croacia, un régimen títere.

La familia de Stevan (su ex mujer, su hija, su hijastro y su nieta, casada y con tres hijos) deambula en torno al conflicto, haciéndose las correspondientes preguntas sobre sus derechos como posibles herederos. El yerno, que falsificó el certificado de defunción de Stevan para que un amigo empresario pudiera hacerse con una parte del terreno, se muestra especialmente agresivo, pero Stevan es un hombre amable y dulce que se lo toma todo con una sonrisa, y no tarda en traer a sus viejos amigos músicos para una jam session.

No obstante, aquí la cuestión no es el tema de la propiedad, ya que ese no es el estilo de las obras de Žilnik. En cambio, los recuerdos y anécdotas del pasado, así como la investigación de Nina, componen un rico tapiz histórico en el que cada generación y gobierno en los últimos 125 años han trabajado para deshacer los sistemas y logros de sus predecesores. Desde el Imperio austrohúngaro hasta la Serbia de hoy en día, que se presenta como una democracia pero no es más que un sistema de explotación, el pueblo no ha hecho más que sufrir. Stevan descubre que sus propios antepasados formaban parte de una aristocracia que, en su momento, oprimía a los campesinos.

En el plano personal, la película explora con delicadeza las complejas relaciones familiares. A veces se mencionan directamente y otras solo se insinúan, pero una nostalgia innegable impregna todo el conjunto. La crudeza de las actuaciones de los intérpretes no profesionales y el estilo documental podrían decepcionar a los espectadores que no conozcan a Žilnik, pero no cabe duda de que las emociones son puras y muy claras. Todo ello se ve reforzado por varios números musicales en vivo y una hermosa y melancólica banda sonora original de Dragoljub Vagner.

Eighty Plus ha sido coproducida por las serbias Playground Produkcija y Žilnik Produkcija, así como por las eslovenas Tramal Films y Staragara. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la estadounidense EXPOBLVD.

(Traducción del inglés)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy