Crítica: Time to the Target
por Vladan Petkovic
- BERLINALE 2025: Vitaly Mansky vuelve a su ciudad natal de Leópolis para mostrar la vida en Ucrania a 1.000 kilómetros del frente durante un año y medio

Vitaly Mansky, uno de los observadores más astutos e incisivos del cine documental, regresa a la Berlinale con su nuevo largometraje de tres horas, Time to the Target [+lee también:
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ficha de la película], que se proyecta en la sección Forum. El título hace referencia al tiempo que un misil tarda en alcanzar su objetivo. En Ucrania, Leópolis es una de las ciudades más alejadas de la línea de combate. Además, es la ciudad natal del cineasta, que visitó cinematográficamente por última vez en Close Relations [+lee también:
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ficha de la película] (2016), su íntima película familiar.
La ciudad en sí misma es la auténtica protagonista del documental, que cubre el periodo desde el verano de 2022 a la primavera de 2024. Formó parte del Imperio Austrohúngaro, por lo que uno podría confundirla fácilmente con Praga o Viena, con sus calles adoquinadas atravesadas por líneas de tranvía, iglesias y elegantes edificios céntricos. El largometraje comienza temprano por la mañana, junto al despertar de la ciudad: barrenderos limpiando las calles, una furgoneta repartiendo pan... todo parece normal, hasta que vemos a un joven con una pierna protésica.
El estilo distante y observacional de Mansky se entrelaza con conversaciones cuidadosamente situadas, en las que una banda militar y un grupo de sepultureros sirven como punto de referencia. La guerra apenas ha comenzado, pero la banda tiene responsabilidades funerarias cada día, al igual que los empleados del cementerio, especialmente un superior que se queja de que pronto el cementerio se quedará sin espacio para recibir más cuerpos. Esta es la ubicación exacta que funciona como un macabro marcador del paso del tiempo a medida que la guerra se intensifica. Los planos amplios y estáticos nos muestran cómo el número de tumbas, todas adornadas con banderas de Ucrania y los diversos destacamentos del ejército, crece de manera exponencial. De esta forma se alcanza el final: una escalofriante escena de un grupo de muy jóvenes soldados de pie frente a cientos de tumbas.
Una vida cotidiana aparentemente normal transcurre en paralelo: una chica elegantemente vestida se hace una nueva sesión de fotos para su perfil de Instagram, se celebra una boda, una guía turística le explica a su grupo la historia de una iglesia. Sin embargo, gracias al sobrio y meticuloso montaje de Mansky, la guerra se hace cada vez más presente mientras observamos múltiples escenas prolongadas de procesiones y servicios funerarios. Un séquito de coches fúnebres regresa y se dirige al cementerio, y los transeúntes al lado de la carretera se arrodillan con las manos en el corazón. Se ve a madres llorando y recibiendo medallas conmemorativas en honor a sus hijos caídos, y Mansky incluso entra en el velatorio de una de las casas de las familias afectadas, dignificando simultáneamente una devastadora escena.
Entre los integrantes de la banda militar, el líder, dos trompetistas y el batería son quienes más tiempo aparecen en pantalla. Cuando no tocan sus instrumentos, esperan en los autobuses estacionados. Y a medida que se acerca el invierno, su trabajo y el de los sepultureros se intensifica. El largometraje se vuelve más oscuro tanto visual como narrativamente: llueve, nieva, sopla una fuerte corriente de viento, y los misiles rusos empiezan a alcanzar la ciudad. Los residentes, que ahora tienen que limpiar los estragos causados por dichas armas, se vuelven cada vez más directos y de ninguna manera piensan permitir que su gobierno y sus indecisos aliados occidentales salgan impunes.
La extensa duración de la cinta permite construir una progresión emocional y dinámica, desde una aparente normalidad hasta las consecuencias más tangibles de la guerra. El director no necesita mostrar sangre o cuerpos desmembrados para transmitir los horrores, y su enfoque distante y sobrio, en contraste con su amor por sus compatriotas y su patria, también deja entrever momentos de esperanza y orgullo.
Time to the Target es una coproducción entre Vertov (Letonia), Braha Production Company (Ucrania) y Hypermarket (República Checa).
(Traducción del inglés por Paula Esteban)
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