email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

BÉRGAMO 2025

Crítica: My Fathers’ Daughter

por 

- A través de la historia de una adolescente en crisis de identidad, el brillante debut de Egil Pedersen retrata de forma original y contemporánea la minoría sami del extremo norte de Noruega

Crítica: My Fathers’ Daughter
Sarah Olaussen Eira y Nikolaj Coster-Waldau en My Fathers’ Daughter

Con su dramática historia ambientada en los años 30 sobre una niña sami que intenta escapar del racismo sueco renegando de su cultura, Sami Blood [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Amanda Kernell
entrevista: Lars Lindstrom
ficha de la película
]
, de Amanda Kernell, nos descubría hace diez años la discriminación que sufre este pueblo en Laponia, abordando los temas de la búsqueda de la identidad y la lucha por la integración. Más recientemente, Let the River Flow [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Ole Giæver
ficha de la película
]
, de Ole Giæver, exploraba el tema con un enfoque más político, mientras que la intimista Robo, dirigida por Elle Márjá Eira, combinaba la defensa de la cultura sami con las amenazas al medioambiente en una especie de Bildungsroman nórdico. My [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
Fathers [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
’ Daughter [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, que compite en el Bergamo Film Meeting tras su estreno en la sección Discovery de Toronto, también comparte las características de un relato iniciático. El director sami Egil Pedersen, que explora el sentido de pertenencia y la identidad de género, ha elegido la vía de la comedia para su ópera prima.

En este caso, también encontramos a una adolescente, Elvira, interpretada por una irresistible Sarah Olaussen Eira, que vive con su madre Beate (Ingá Elisá Påve Idivuoma) en el pueblo sami de Unjárga, en el extremo norte de Noruega (en su habitación hay varios pósters que homenajean a las películas mencionadas anteriormente). Su madre la ha convencido de que fue concebida en una clínica de fertilidad de Copenhague, por lo que la joven “se identifica como medio danesa” y fantasea con ser hija del actor de Juego de Tronos Nikolaj Coster-Waldau. De hecho, la vemos charlando y recibiendo clases de danés con el actor (que irónicamente aceptó aparecer en esta humilde película), aprendiendo expresiones como “gulerodjuice”, “rundstykker” e incluso la más difícil: “wienerbrød”. Sin embargo, la dura realidad adopta la forma de un hombre que acaba de salir de la cárcel, vestido con una chaqueta con cuernos de alce y cubierto de tatuajes: se llama Terje (Aslat Mahtte Gaup) y está decidido a reunirse con la hija que tuvo hace 15 años tras un encuentro fortuito con Beate. Esta última se dio cuenta posteriormente de que era lesbiana y ahora está con la pescadora Rita (Ánne Mággá Wigelius).

En medio de los desencuentros entre el recién llegado y la familia de tres mujeres, Elvira desconfía de todos y cuestiona la capacidad de sus progenitores para ser buenos padres. Su madre le mintió y tuvo que ocultar la identidad de su padre durante toda su vida, mientras que este solo intenta dar sentido a su ridícula vida a través del reconocimiento de su hija. Cuando Elvira empieza a aceptarle, Terje no puede evitar darle malos consejos, como colarse en un concierto en un club para adultos y emborracharse, o reventar el teléfono de la joven e hipócrita influencer que se aprovecha de los problemas familiares de Elvira para captar más seguidores. “Pensaba que era 50 % danesa, genéticamente hablando, pero resulta que soy 50 % idiota”.  Así es precisamente como se muestran los hombres en esta película, como idiotas. Como el director de colegio que inventa el disco-basket (que consiste en bailar mientras se lanza la pelota a la red) para contentar a sus alumnos de Educación Física, y que está más que orgulloso de tener una alumna influencer “con 30.000 seguidores”. 

A través de la historia de una adolescente en crisis que tiene que enfrentarse a los desafíos sociales y que lucha por encontrar su lugar en el mundo, el brillante guion de Egil Pedersen adopta un enfoque moderno y original para retratar a la minoría sami, que ha acabado mezclándose con el resto de la población con sus excesos “woke” y la idea de que el “pensamiento correcto” es mejor que el “pensamiento libre”. Estamos ante una sátira afectuosa pero aguda, que combina humor y complejidad, y que se burla del proceso de “norueguización”, los antiguos ritos chamánicos, el gakti (una prenda de vestir típica sami), los lazos étnicos, la familia, Marx y el potaje de ruibarbo de la abuela.

My Fathers’ Daughter es una coproducción entre Noruega, Suecia y Finlandia, producida por Rein Film, Paasan, Oktober, Bautafilm y Filmpool Nord. Pluto Film se encarga de la distribución internacional.

(Traducción del italiano)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy