Crítica: The Home
por Marta Bałaga
- La efectiva y modesta cinta de terror de Mattias J. Skoglund saca el máximo provecho de uno de los miedos modernos más expandidos: irse a vivir a una residencia para la tercera edad

Pronto podría volverse bastante difícil toparse con alguien que no se haya visto obligado a pasar sus últimos días en una residencia para ancianos. Las personas viven más tiempo, pero sus familias —si es que las tienen— están dispersas por todas partes. Esta aterradora idea, que ya ha sido explorada en varios documentales bienintencionados, se está convirtiendo en una tendencia intrigante en las películas de terror.
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ficha de la película], el nuevo largometraje de Mattias J. Skoglund, que ha sido proyectado este año en la sección Midnighter del SXSW, sigue los pasos de la polaca Night Silence, de 2024, que también está ambientada en un hogar de ancianos donde todo se siente fuera de lugar, desde la iluminación horrible hasta los últimos objetos personales rescatados de casas que se vendieron apresuradamente, pasando por los residentes de mirada vacía que han perdido ya toda esperanza. Los sustos —de los que te hacen saltar de la butaca— son efectivos, pero hay otra razón por la que esta nueva ola de películas de terror funciona tan bien: pueden ser aterradoras, pero también profundamente conmovedoras.
No hay forma de contar una historia como esta sin tocar aspectos tan complejos como la soledad o el dolor. Cuando Joel (Philip Oros) regresa a casa tras la caída de su madre Monika (Anki Lidén) en la cocina, lo que sigue es reconocible y, de hecho, desgarrador: la culpa de un hijo y la indiferencia brutal de otro, la confusión de una madre y su miedo a tener que dejar su propia casa… “¿De verdad vas a dejarme aquí? ¿Qué he hecho mal?”, le pregunta Monika. El simple hecho de que estas palabras se repitan en todos lados, todo el tiempo, podría ser perfectamente lo más aterrador de toda la película.
Sin embargo, Skoglund no se limita a hacernos reflexionar sobre la responsabilidad individual y el envejecimiento de la sociedad. La madre de Joel no solo está atormentada por su mente en declive, sino que también sufre visiones del difunto y violento padre de Joel, quien al parecer aún se niega a dejarla ir. Esto añade otra capa a la historia, que aborda el trauma y la violencia doméstica, siempre al acecho a pesar de los intentos de las familias por ocultarla.
Todo es un infierno dentro del asilo, pero lo cierto es que la cosa no mejora mucho afuera. Nada parece estar bien en este pueblo. La gente está estancada en sus días de gloria pasados —como el propio Joel, al que cada vez le va peor—, o atrapada en relaciones que, aunque se ven bien sobre el papel, no hacen más que erosionar la autoestima. Skoglund tiene ojo para lo absurdo y para encontrar sustos incluso en las cosas más ordinarias. Hasta la habitación de la infancia de Joel provoca escalofríos, en gran parte por un viejo póster de Kanye West en la pared. El cineasta no teme adentrarse en temas incómodos, y prueba de ello son las insinuaciones sobre la sexualidad o la crueldad en la vejez. La película desprende un inquietante aroma a Excelsis Dei, un viejo episodio de Expediente X ambientado en un lugar similar y que todavía resulta difícil de olvidar.
Incluso los actores secundarios de The Home ofrecen interpretaciones notables y logran maravillas con frases demoledoras. “Tengo un hijo que ya no quiere verme”, dice uno, mientras otra repite sin cesar una línea de su vida pasada como secretaria —después de una vida entera, eso es lo único que parece quedarle—. Cuando, con cierta diplomacia, Monika dice que el lugar es encantador, pero no es para ella, el espectador no puede evitar pensar que la mejor opción sería salir por patas de allí. Pero los cuerpos y las mentes de los residentes ya no se lo permiten, y nadie escucha ya sus súplicas, de todos modos. The Home resulta ser una película de terror sorprendentemente devastadora y extremadamente eficaz que, a diferencia de sus protagonistas, tiene capacidad para llegar bastante lejos.
The Home ha sido escrita por el director Mattias J. Skoglund junto con Mats Strandberg, y producida por Siri Hjorton Wagner para [sic] film (Suecia), Three Brothers (Estonia) y Compass Films (Islandia), y todo ello con el apoyo de Gotlands Filmfond y Sveriges Television. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de LevelK.
(Traducción del inglés)
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