Crítica: Glorious Summer
por Veronica Orciari
- La película de Helena Ganjalyan y Bartosz Szpak es a veces una reflexión confusa sobre el libre albedrío a través de los ojos de tres mujeres que viven una vida vacía en una jaula dorada

En Glorious Summer, de Helena Ganjalyan y Bartosz Szpak, proyectada en la competición de largometrajes narrativos del SXSW de Austin, tres mujeres jóvenes viven en un palacio elegante y atemporal, donde están protegidas de las desgracias del mundo y se mantienen en una especie de bucle repetitivo, en el que se repiten a sí mismas, en varios idiomas, distintos mantras positivos. La película dedica la mayor parte de sus 88 minutos de duración a este estado de ensoñación, apenas insinuando el posible mundo exterior, que aparece predominantemente hacia el final de la historia.
Las preguntas que surgen al ver la película son profundas, éticas y prácticamente sin respuesta. ¿Es preferible la seguridad a la libertad? ¿Es mejor la ignorancia que una verdad dolorosa? Estos conflictos humanos son interesantes, pero la forma en que la película presenta los dilemas no es lo suficientemente audaz, desafiante u original. El concepto de un grupo de personas alejadas de la sociedad, protegidas de los peligros del mundo, tampoco es especialmente nuevo, pues ha llenado miles de páginas de libros, además de haber sido objeto de películas y obras de teatro. Un ejemplo relativamente reciente es la famosa novela de Kazuo Ishiguro Never Let Me Go, cuya adaptación cinematográfica dirigió Mark Romanek.
Como confirman las notas de dirección, la película está claramente influenciada por Yorgos Lanthimos y Ari Aster, tanto en su aspecto como en la construcción de los personajes. A pesar de la sensación de estar asistiendo a algo que ya hemos visto antes (no solo visualmente, sino también a nivel temático), Glorious Summer consigue resultar original en su conjunto. Cabe señalar que un público compuesto por cinéfilos podría sentirse intrigado o perturbado por esta sensación de extraña familiaridad, por lo que este punto podría representar un arma de doble filo.
Rodada en 16 mm, la película sumerge al espectador en sus extrañas rutinas y rituales, haciendo que se sienta como un intruso o un voyeur, espiando en secreto algo que no se puede comprender. La impresionante fotografía de Tomasz Woźniczka y la detallada escenografía de Katarzyna Tomczyk impregnan la historia de una textura sensual, que probablemente constituya el elemento más eficaz de la película. La atención al detalle es, sin duda, exquisita.
La codirectora Helena Ganjalyan también actúa, junto a Magdalena Fejdasz-Hanczewska, Daniela Komędera y Weronika Humaj. El trabajo del elenco es en cierto modo cohesivo y ayuda a que el confuso y ocasionalmente endeble guion encuentre su voz. Es evidente que la dirección ha sido un elemento clave para lograr el mejor resultado posible, incluso con una historia que necesitaba algunos retoques. No obstante, la película sigue destilando una sensación de imperfección e incompletitud, derivada de la falta de control total sobre todos los aspectos. En este caso, el mayor fallo es la incapacidad de construir un trasfondo sólido para el mundo en el que se desarrolla este cuento de hadas distorsionado.
Glorious Summer es una producción de la polaca Rozbrat Films, cofinanciada por el Polish Film Institute. Alief ha adquirido los derechos internacionales.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.