Crítica: Coexistence, My Ass!
- Amber Fares se centra en la cómica judía Noam Shuster-Eliassi, que narra su transición de diplomática de la ONU a artista que desafía a su público

Tras su estreno mundial en Sundance, donde recibió el premio especial del jurado a la libertad de expresión en la competición World Cinema Documentary, Coexistence, My Ass! [+lee también:
tráiler
ficha de la película], de Amber Faresse, se alzó con el Alejandro de Oro en el Festival de Documentales de Tesalónica la semana pasada (ver la noticia).
En resumen, Coexistence, My Ass! es un poderoso documental dramático. En él, seguimos a la cómica judía Noam Shuster-Eliassi mientras crea un espectáculo en solitario sobre la lucha por la igualdad en Israel y Palestina, desgranando su transición de joven diplomática de la ONU, una ilusa defensora de la coexistencia a nivel internacional, a artista que desafía a su público y a su propio pueblo.
Recorremos la montaña rusa emocional de Shuster-Eliassi desde su infancia en el idílico pueblo de Neve Shalom/Wahat as-Salam, en el valle de Latrún. Hija de padre judío rumano y madre judía iraní, la protagonista creció en una comunidad en la que árabes e israelíes convivían pacíficamente, abrazando sus respectivas culturas. “Crecimos convirtiéndonos en lo que Israel más odia: progresistas de izquierdas que creen en la idea radical de que israelíes y palestinos merecen los mismos derechos humanos”, bromea.
Tras un comienzo desenfadado y esperanzador, lleno de juegos de palabras memorables (en un festival de comedia saluda a un grupo de espectadores palestinos diciendo: “Solo me quedaré siete minutos, no 70 años, lo prometo”), la película da un giro hacia un tono más sombrío, centrándose especialmente en los acontecimientos que se desarrollan a partir de principios de 2020.
Tras contraer la COVID-19, Shuster-Eliassi acaba aislada en un hotel de Jerusalén, donde convive con 200 personas de toda condición que se ven obligadas a pasar tiempo juntas. En cierto modo, revive la experiencia utópica de su pueblo natal. A medida que sus apariciones en la televisión en directo se hacen más frecuentes, en 2022 se vuelve viral en los medios de comunicación árabes, a raíz de una interpretación de su canción “Dubai, Dubai” en perfecto árabe en el programa Shu Esmo. La canción satiriza específicamente los Acuerdos de Abraham y la normalización de las relaciones de Emiratos con Israel, entre otros temas.
En segundo plano, Fares documenta las crecientes preocupaciones de Shuster-Eliassi a medida que se desarrollan diversos acontecimientos históricos a pequeña y gran escala, entre ellos: el incendio de la Escuela por la Paz de su infancia, el desalojo de una familia palestina por parte de un colono judío, el imprudente gobierno de Benjamin Netanyahu, las protestas masivas, la tragedia del 7 de octubre, la muerte de Vivian Silver (amiga de la familia y activista por la paz), el cambio de postura de su propia familia y la escalada de la guerra.
Desde el punto de vista dramático, la protagonista alcanza su momento más bajo al final de la película. Nos quedamos con una Shuster-Eliassi desesperanzada, que admite dolorosamente: “La paz palestino-israelí fue, en el mejor de los casos, una idea para sentirnos mejor, más que una realidad vivida. Después de ser un ejemplo de coexistencia, dije: ‘¡Basta! Nos hemos olvidado del elefante en la habitación, que solía ser la ocupación. Ahora es un genocidio’”.
Con todo, la obra de Fares, trágicamente oportuna, promete ser uno de los títulos imprescindibles de la temporada de festivales de este año, gracias a su enfoque profundamente íntimo y sincero.
Coexistence, My Ass! es una coproducción entre Estados Unidos y Francia a cargo de Little Big Story.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.