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MONS 2025

Crítica: Smell of Burnt Milk

por 

- La película de Justine Bauer, premiada en el Love International Film Festival de Mons, ofrece una perspectiva de la vida rural alemana marcada por el tiempo cíclico y el matriarcado

Crítica: Smell of Burnt Milk

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, la ópera prima de Justine Bauer, que ganó el premio al talento emergente en el 40.º Love International Film Festival de Mons (ver la noticia), destaca por su retrato auténtico y emotivo de la vida rural en Alemania. Ambientada en un verano idílico, lánguido y sensual, la película sigue a Katinka, una joven decidida a continuar con la tradición agrícola de su familia a pesar de las dificultades económicas a las que se enfrenta el sector. La unidad temporal de la película, claramente ligada al solsticio de verano, permite a las protagonistas detenerse a reflexionar sobre el presente y el futuro, a pesar de continuar con su arduo trabajo (desde la siega del heno hasta el ordeño de las vacas). Entre las numerosas costumbres atávicas, los baños en el río emergen al mismo tiempo como una práctica ritual y un momento de intercambio dialéctico entre las jóvenes.

Ambientada en Baden-Württemberg, la película se basa en las experiencias de infancia de la propia Bauer en una granja de avestruces, ofreciendo una perspectiva única y profundamente personal sobre las granjeras, a menudo ignoradas en el cine. La película muestra la realidad de la vida rural de una forma realista y convincente, evitando los estereotipos. Katinka, interpretada por Karolin Nothacker, es una figura fuerte y decidida, que encarna los retos y aspiraciones de las jóvenes que luchan por mantener viva la tradición agrícola.

Para Bauer, el matriarcado desempeña un papel crucial en la narración, abarcando temas como la resistencia y determinación femeninas, mientras critica sutilmente las sociedades tradicionales (y, por tanto, patriarcales). Quizá de forma inconsciente, Bauer rejuvenece las ideas milenarias que Robert Graves plasmaba en su obra maestra La diosa blanca. Las otras figuras femeninas protagonistas también desempeñan un papel fundamental. Junto a Katinka, su abuela y su madre representan la continuidad y la tradición en la gestión de la granja, aportando la sabiduría y la experiencia acumuladas a lo largo de los años, a pesar de los retos económicos y sociales que se avecinan. Concretamente, la abuela Emma guarda recuerdos de un pasado más próspero, lo que aporta un toque de nostalgia a la historia. Lore Bauer, la propia abuela de la directora, tristemente fallecida el pasado otoño, interpreta el papel en la película. Por su parte, la madre, interpretada por Johanna Wokalek, demuestra una gran versatilidad interpretativa, y los más observadores la recordarán por su excelente papel de Gudrun Ensslin en R.A.F. Facción del Ejército Rojo [+lee también:
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, de Uli Edel. Por último, está Anna, la hermana de Katinka, que se queda embarazada de un chico del pueblo y encarna uno de los leitmotiv de la película: la castración del varón en todas sus formas.

En este caso, la castración adquiere un significado tanto simbólico como narrativo, añadiendo profundidad y complejidad a la historia. Una vez más, evoca las costumbres ancestrales de la civilización rural y el mito de Kronos castrando a su padre Urano con una hoz, un acto cíclico del que también nace Afrodita, diosa del amor y del sexo. Sin embargo, tradicionalmente se trataba de un ritual masculino: el hijo castraba al padre. Bauer, en cambio, nos lleva a un reino casi festivo. La escena final, en la que se castra a una llama (y a un gato), constituye un momento crucial, que refleja los temas centrales de la película sobre la gestión emocional y el control de los impulsos (tanto en animales como en humanos). La veterinaria también es una mujer, y las hermanas de Katinka parecen vivir esta particular reunión familiar con una alegría ritual. En la película de Bauer, los animales también son protagonistas, ganándose un lugar en los créditos finales, y todo el mundo adora a Anton, un buey gigante. Mientras tanto, los machos humanos desempeñan un papel mucho menos importante: su utilidad es limitada, frustrante y frustrada. Un ejemplo de esto es el joven relegado a la mera función reproductiva con Anna, así como el miserable vecino que intenta desesperadamente, pero sin éxito, concienciar a la opinión pública sobre la crisis del sector agrícola, recurriendo finalmente al suicidio.

En resumen, los temas que explora Bauer no son nuevos (la británica The Levelling [+lee también:
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y la estadounidense Farmsteaders son otros ejemplos recientes), pero su perspectiva es a la vez extremadamente innovadora y liminal, celebrando el triunfo femenino y la naturaleza cíclica del verano (un guiño a películas de terror folk como El hombre de mimbre, Midsommar y Pearl).

Desde el punto de vista estilístico y de la producción, la película adopta un enfoque documental, utilizando actores no profesionales que hablan en un dialecto local casi incomprensible, lo que añade una capa adicional de autenticidad. El formato 4:3 evita la retórica de los grandes paisajes y se centra en los personajes y su vida cotidiana. La banda sonora, compuesta por Cris Derksen, encaja a la perfección con las imágenes, creando una atmósfera contemplativa y poética.

A pesar de su modesto presupuesto de unos 30.000 euros, la película ganó el premio a la mejor producción en el Festival de Múnich, un galardón que reconoce la dedicación y creatividad de Bauer, que involucró a su familia y amigos en la producción, demostrando que la pasión puede superar las limitaciones económicas.

Smell of Burnt Milk es una producción de la alemana Kunsthochschule für Medien Köln.

(Traducción del italiano)

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