Crítica: La buena letra
por Alfonso Rivera
- Celia Rico Clavellino no logra alcanzar el nivel de emoción de sus anteriores Viaje al cuarto de una madre y Los pequeños amores al trasladar a la pantalla la novela homónima de Rafael Chirbes

La cineasta sevillana Celia Rico Clavellino se dio a conocer a lo grande: desde la sección New Directors del festival de San Sebastián. Allí presentó, en 2018, su primer largometraje Viaje al cuarto de una madre [+lee también:
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entrevista: Celia Rico Clavellino
ficha de la película], un intimista film sobre las dependencias familiares, conflicto en el que siguió profundizando, con delicadeza y talento, con su segundo film, Los pequeños amores [+lee también:
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ficha de la película], que le reportó dos premios -el especial del Jurado y a su actriz de reparto Adriana Ozores- en el Festival de Málaga. Ahora, solo un año después, compite en este mismo certamen con su tercera película, La buena letra [+lee también:
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ficha de la película], que se estrenará semanas después (el 30 de abril) en cines españoles de la mano de Caramel Films.
Las expectativas son por tanto elevadas ante el nuevo trabajo de una cineasta que ha demostrado poseer sobradas cualidades para reflejar los detalles que van apuntalando las relaciones familiares y afectivas. Pero ahora, al contrario de las dos ocasiones anteriores, en las que escribió sus argumentos, ha adaptado al cine una novela del escritor Rafael Chirbes, de quien ya vimos en pantalla la excepcional serie Crematorio, producida por Mod, compañía que ha respaldado también La buena letra.
El título alude a la manera de escribir con que la protagonista, Ana (encarnada por Loreto Mauleón), casada con Tomás (Roger Casamajor), imita la de su cuñado Antonio (interpretado por Enric Auquer), desaparecido en plena postguerra española: la mujer redacta cartas haciéndose pasar por él para que la madre del hombre no sufra su ausencia. Pero un día aquél regresa a casa...
Con ese ritmo pausado y meticuloso marca de la cineasta, una luz mortecina que refleja la oscuridad del momento histórico y una labor actoral comedida y parca en gestualidad, La buena letra comienza con brío retratando -desde la pequeñez de lo cotidiano y doméstico- aquellas décadas aciagas en las que las mujeres eran sumisas, obedientes y sacrificadas: cosían, cocinaban y limpiaban sin cesar siempre al servicio de sus maridos.
Tiempos de represión, de reglas estrictas, machismo tolerado y de no salirse de las normas sociales. Todo esto lo retrata con precisión Celia Rico, pero su contención narrativa impide que la emoción acabe de aflorar a lo largo del metraje y la rutina cansina que aplasta a la protagonista termina, desgraciadamente, contagiando ese mismo abatimiento al conjunto. Sí, eran vidas así de abnegadas, maltratadas y tristes, ahogadas en sueños incumplidos y esperanzas de evolución frustradas, pero como obra cinematográfica la película va decayendo según pasan los minutos y termina resultando fría y desangelada, un relato donde la intuición del espectador debe llenar demasiados silencios y los personajes carecen del suficiente atractivo empático.
La buena letra es una producción de Mod, Misent Producciones y Arcadia Motion Pictures. De su exportación se ocupa Film Constellation.
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