Crítica: À demain sur la Lune
por Vladan Petkovic
- El nuevo documental del cineasta francés Thomas Balmès explora nuestra voluntad de aceptar la muerte, con la ayuda de un caballo terapéutico

Un caballo parado en el pasillo blanco de un hospital. Un caballo con jinete en un bosque de noche, adornado con bombillas multicolores. Estas escenas parecen sacadas de una pesadilla de David Lynch o de una historia de realismo mágico. Sin embargo, las vemos en el último documental del prolífico director francés Thomas Balmès, À demain sur la Lune, que acaba de estrenarse mundialmente en la competición DOX:AWARD de CPH:DOX.
El caballo en cuestión se llama Peyo y, junto con su entrenador, está “empleado” en un hospital de cuidados paliativos de Calais. No se explica cómo ayuda exactamente a los pacientes, pero su presencia parece mejorar su estado de ánimo. A quien Balmès sigue más de cerca es a Amandine, de 39 años, madre de dos hijos, a la que le han diagnosticado cáncer terminal y le han dado hasta un año de vida.
Al comienzo de la película, Amandine, vibrante y con una sonrisa deslumbrante, nos dice que en realidad es feliz: tiene tiempo para dedicarse a sus hijos y a las cosas que le gusta hacer. No obstante, mientras ella ha aceptado claramente su destino, su marido se encuentra en un estado de negación casi agresiva, algo que deducimos a través de sus largas y dolorosas conversaciones con el personal médico y el psicólogo.
Dado que la protagonista sigue siendo funcional físicamente, lleva a los niños al colegio y al parque, aliviando su dolor con medicamentos sin receta y su mente con porros de CBD. Estos segmentos se intercalan con antiguos vídeos caseros en los que la vemos jugando con su hermana, impregnando la película de la nostalgia de una vida feliz.
Mientras tanto, conocemos a otros pacientes que también se han reconciliado con su inminente final. Una anciana, que tiene una relación especialmente palpable con Peyo, parece preocupada sobre todo por la lista de canciones para su funeral. Sin embargo, en la película sobresale un caballero que está radiante porque su hermana ha aceptado finalmente su deseo de recibir la eutanasia, y se despide del médico como si fueran a reencontrarse en un futuro próximo. De hecho, es su frase la que da título a la película.
Se trata, sin duda, de un documental poco ortodoxo que explora nuestra disposición a aceptar la muerte, al menos en el mundo occidental, con sus condicionamientos sociales y religiosos. Balmès aborda el tema con gran paciencia y sensibilidad, y demuestra un marcado don para los elementos mágicos (¿o de otro mundo?), con escenas simbólicas del caballo y su domador. En ese sentido, cabe destacar que nunca se excede: la dirección es sobria y, al mismo tiempo, profundamente emotiva.
No es fácil encontrar el tono adecuado para un tema tan delicado y, a decir verdad, quizá el director va demasiado lejos con la banda sonora a base de piano y cuerdas de Guillaume Poncelet, que resulta excesivamente sentimental. Con todo, desde el punto de vista visual y rítmico, la película conduce hábilmente al espectador hacia sus propias observaciones y reflexiones. Las escenas absurdas con Peyo en el hospital pueden incluso despertar un macabro sentido del humor en un espectador inclinado a contemplar la muerte de forma distante y filosófica. En cualquier caso, la película resulta verdaderamente estimulante, tanto a nivel emocional como intelectual.
À demain sur la Lune es una producción de TBC que tiene posibilidades de llegar al gran público gracias a la distribución de Universal.
(Traducción del inglés)
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