Crítica: Niñxs
por Muriel Del Don
- Kani Lapuerta nos propone observar de cerca, con gran respeto y ternura, el día a día de una adolescente trans que quiere imponer sus propias reglas

Niñxs, del documentalista, educador social y activista transfeminista Kani Lapuerta, que se ha estrenado a nivel mundial en la competición internacional de largometrajes del Visions du Réel, es un viaje catártico de ocho años por la vida de Karla, una chica trans que decidió luchar contra la ignorancia y la violencia de una sociedad que no comprende y —como consecuencia— rechaza la diferencia, una sociedad basada en privilegios a los que solo un cuerpo cisheterosexual, blanco y normativo puede aspirar. A través de Niñxs, Kani Lapuerta impone la narrativa y la verdad de Karla, devolviéndole así la dignidad y el respeto que merece. Con valentía, empatía y una saludable dosis de humor, el director abraza —en términos cinematográficos— a su protagonista y le brinda el papel de su vida.
A los pies del Tepozteco, una colina sagrada dedicada a los vientos y a la fertilidad, se encuentra la pequeña ciudad de Tepoztlán. Es precisamente en este lugar místico, rodeado de naturaleza y a la vez aislado del mundo, donde crece Karla, una adolescente de quince años que atraviesa transformaciones revolucionarias. La protagonista de Niñxs está pasando por las distintas etapas de su transición, un proceso a la vez desestabilizador y emancipador que le otorgará la libertad con la que siempre soñó, aunque nunca creyó realmente que fuera posible alcanzarla. Kani la acompaña de cerca durante ocho años, permitiéndole crear un diario en imágenes donde ella es la única protagonista, una (anti)diva que se rebela contra toda forma de discriminación. Con Niñxs, el director y Karla firman simbólicamente un contrato no solo cinematográfico, sino también militante y político. Gracias a la mirada incisiva y poética de Kani, el cine se transforma en un acto de rebelión contra una sociedad patriarcal que solo piensa en términos binarios.
Niñxs es una película colectiva, increíblemente divertida y luminosa que retrata con valentía y ternura una adolescencia trans en un entorno rural. Porque aunque Karla sueña junto a sus amigas con un futuro lleno de lentejuelas, activismo y libertad, crece en una sociedad profundamente conservadora: un pueblo elegido por numerosos "hippies" como refugio y oasis para llevar una vida alternativa. A pesar de las limitaciones que conlleva cualquier entorno rural, Karla ha logrado construir su propia comunidad, compuesta por jóvenes que, como ella, cuestionan y deconstruyen los estereotipos de género. En forma de una especie de milicia LGTBIQ+ que opta por las incisivas y afiladas reivindicaciones del color del arcoíris en lugar de por las armas, Karla y sus queenx se presentan al mundo con toda su brillante y liberadora diversidad. A lo largo de este recorrido vital, Karla cuenta con el apoyo de sus padres anticonformistas, una pareja de ex punks —como ella misma los describe— que la colman de amor y aceptación. Resulta especialmente conmovedora y poderosa la escena en la que Karla y su madre aparecen sentadas en dos columpios, hablando sobre lo que realmente significa ser una “mujer”. Con una mezcla de claridad y ternura, la madre dialoga con su hija en un gesto de solidaridad en la diferencia: ambas son “mujeres” distintas que desmienten y derriban los estereotipos vinculados a una feminidad peligrosamente esencialista. Karla se reafirma con fuerza en su identidad como mujer trans, de modo que se enfrenta directamente a un binarismo de género que la excluye por no ser normativa, por ser distinta, por ser demasiado revolucionaria para la sociedad en la que vive.
Con el paso del tiempo, el cuerpo de Karla se convierte en un gesto político, en un manifiesto viviente de disidencia asumida con un orgullo deslumbrante. Su transformación no trae consigo únicamente un cambio físico, sino sobre todo un acto de rebeldía contra el binarismo de género, contra la heterosexualidad como único modelo de un deseo que se trata siempre de etiquetar y encauzar. La protagonista de Niñxs encuentra en la comunidad LGTBIQ+ el apoyo que le faltaba: una alianza de cuerpos disidentes que luchan por una libertad que les ha sido negada durante demasiado tiempo.
La película de Kani pinta un retrato diferente de la identidad trans, un panorama que ya no está marcado exclusivamente por la violencia —aunque es tristemente innegable— y el rechazo, sino también por la alegría y la aceptación dentro de comunidades que quieren vivir según sus propias reglas.
Niñxs ha sido producida por La Sandía Digital Producción Audiovisual S.A de C.V (México), en coproducción con MartFilms (México) y Sparrows on Rooftops (Alemania).
(Traducción del italiano)
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