Crítica: Nuit obscure - "Ain’t I a Child?”
por Giorgia Del Don
- En el capítulo final de su conmovedora trilogía sobre la migración, Sylvain George llega con sus protagonistas a París, una ciudad en la que el esplendor flirtea con la miseria

Tras haber filmado a sus jóvenes protagonistas en Melilla, el enclave español en Marruecos que sirve de base hacia la codiciada Europa, Sylvain George prosigue su viaje en París, donde viven ahora Malik, Mehdi y Hassan. Estrenada mundialmente en la competición internacional de largometrajes de Visions du Réel, Nuit obscure - "Ain’t I a Child?" es un ensayo cinematográfico rebosante de poesía que devuelve la dignidad a cuerpos profundamente heridos que huyen del sufrimiento, aferrándose a los últimos resquicios de esperanza que les quedan. En este sentido, la fantasía se convierte en un bálsamo único que consigue, aunque solo sea por un momento (cuando los párpados se cierran y los protagonistas son transportados por el sueño, o cuando las drogas los alejan momentáneamente) anestesiar un dolor que alcanza profundidades abisales.
La película, que constituye la tercera parte de una trilogía sobre políticas migratorias (después de Nuit obscure - Feuillets sauvages (Les brûlants, les obstinés) [+lee también:
tráiler
ficha de la película] y Nuit obscure – Au revoir ici, n’importe où [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Sylvain George
ficha de la película]), comienza con una serie de imágenes filmadas con un teléfono móvil: un grupo de niños a bordo de una lancha grita extasiado “¡Europa, Europa!”. Es una alegría cargada de esperanza que contrasta con una realidad mucho más oscura, en una película marcada por la violencia y la miseria, pero que también ofrece momentos fugaces de fraternidad y ternura. Actos que para nosotros pueden parecer triviales, como cortarse el pelo o abrazarse, son para los protagonistas gestos revolucionarios: reivindicaciones de unos cuerpos que siguen vivos a pesar de la violencia sufrida, cuerpos que aún pueden encontrar calor en la poca humanidad que les queda. Estos fotogramas iniciales, las únicas imágenes en color de esta obra dominada por un magnífico y poético blanco y negro, parecen reflejar la alegría (casi el éxtasis) de estos protagonistas, convencidos de que tiene que haber luz al final del túnel. Puede parecer absurdo que esa esperanza persista en ellos después de todo lo vivido, pero es lo único que los mantiene vivos en un mundo que los rechaza día tras día. ¿Qué tendrían si no les quedara la esperanza?
Como un torrente desbocado de 164 minutos de duración, la película no pretende ser un tratado sobre políticas migratorias, sino una observación meticulosa de una situación cada vez más compleja. Su objetivo es adentrarse en esa realidad, colocarse al mismo nivel que quienes la viven en primera persona, obligando al espectador a detenerse y observar aquello que suele evitar para no enfrentarse a la incomodidad o al sentimiento de culpa que inevitablemente lo abruma. Manteniéndose siempre cerca de sus protagonistas, la cámara se aproxima a sus cuerpos y revela lo que intentan ocultar: una cicatriz, un diente roto, las erupciones naturales en la piel de un adolescente… Estos detalles aparentemente banales confieren humanidad y concreción a estos seres humanos que viven como sombras en nuestras ciudades, ocupando los espacios estrechos, oscuros y sucios que la “gente normal” evita.
La película parece partir de la constatación de que las políticas migratorias, y la forma en que están concebidas, son un fracaso que da lugar a las tragedias humanas que pueblan silenciosamente nuestras ciudades europeas. La pregunta que plantea la trilogía es cómo se adaptan a este fracaso los cuerpos de quienes han sobrevivido al viaje hacia Europa, como plantas que crecen entre el cemento; cómo sobreviven a la tragedia, toman las riendas de sus vidas y moldean los lugares que los rodean y los rechazan.
Al igual que sus predecesoras, estamos ante una película poética y política, sensible y necesaria, que devuelve la dignidad a estas personas a quienes les han robado la infancia y que, por algún milagro, siguen viviendo con la misma esperanza de quienes cada día llegan a Europa en busca de una vida mejor.
Nuit obscure - "Ain’t I a Child?" es una producción de Noir Production (Francia), Alina Film (Suiza), Kintop (Portugal) y RTS Radio Télévision Suisse.
(Traducción del italiano)
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