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VISIONS DU RÉEL 2025

Crítica: El príncipe de Nanawa

por 

- El épico documental de Clarisa Navas narra la vida y resiliencia de un joven que crece en un aislado pueblo paraguayo en la frontera con Argentina

Crítica: El príncipe de Nanawa

Ángel Stegmayer es un joven normal y corriente que se las arregla para salir adelante en Nanawa, Paraguay, una pequeña ciudad geográfica y culturalmente próxima al noreste de Argentina. Sin embargo, más allá de estos detalles concretos, tal como lo retrata la directora Clarisa Navas en su documental El príncipe de Nanawa, premiado en Visions du Réel, tendemos a ver a Ángel como representante de “todos” los niños, en cualquier parte del mundo. Navas consigue esto a través de dos variables cinematográficas clave: el tiempo y la duración. A lo largo de los 212 minutos que dura su película, podemos identificar fases exactas de una maduración y una transición que parecen extrañamente fijas y universales, independientemente de las diferencias de raza, clase, etc. Aunque corremos el riesgo de resultar esencialistas al mencionar solo a los “chicos”, esta parece ser la intención de Navas, ya que la masculinidad moderna es claramente uno de los principales temas de la película.

Afincada en Buenos Aires, Navas llamó la atención por primera vez en el circuito de festivales con su película Las [+lee también:
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, estrenada en la Berlinale de 2020. Antes y durante el rodaje y desarrollo de esa película, empezó a trabajar gradualmente en El príncipe de Nanawa, tras conocer por primera vez al enérgico Ángel, que entonces tenía nueve años, mientras realizaba otro documental de televisión por encargo, en el que filmaba el mercado a lo largo de la Pasarela de la Amistad, que conecta directamente Argentina con Puerto Elsa, en Paraguay. La desequilibrada (y a menudo invertida) relación económica entre ambos países (debido a las continuas recesiones de Argentina) parecía su enfoque inicial, así como la identidad indígena, reflejada a través de la supervivencia de la lengua guaraní. No obstante, la directora vio algo en Ángel (el más joven de una familia monoparental que regenta una pizzería) que la llevó a rodar en el lugar de forma independiente.

Ángel es un gran protagonista delante de la cámara, destacando por sus ojos abiertos y su personalidad ingenua, pero también por su “ordinariez”. A lo largo de las tres horas y media de metraje, en las que nos detenemos al menos una vez al año entre 2015 y 2024, aumenta gradualmente la tensión sobre lo que podría llegar a sucederle y sobre si determinados detalles revelados en las conversaciones con Navas servirán como presagio de acontecimientos futuros. Aunque lo vemos ir a la escuela entusiasmado, vistiendo con orgullo su corbata y su americana, no es un estudiante académico ni aplicado, y posteriormente lo encontramos trabajando (primero en una ferretería y luego en diversas obras de construcción) bajo las laxas normas sobre trabajo infantil que prevalecen en estos lugares.

Aunque Navas no cae en los tópicos habituales del cine neorrealista (de hecho, la historia de Ángel podría seguir perfectamente el arquetipo del “niño callejero”), es consciente de los retos y también de los resultados deterministas a los que se enfrenta. Los pequeños delitos y la delincuencia aparecen en su vida a medida que entra en la adolescencia, mientras que su alegre personalidad se endurece hasta convertirse en una seriedad más vacilante. Varios tatuajes elaborados y sexualmente sugerentes empiezan a salpicar su físico, que perfecciona diligentemente en el gimnasio. Sin embargo, a medida que los años avanzan hacia la desestabilizadora era de la pandemia, su sentido de identidad de clase se verá desafiado por una revelación familiar, mientras que sus posturas reaccionarias sobre los roles de género se enfrentarán a una repentina oportunidad de cambio.

La propia Navas podría estar de acuerdo en criticar El príncipe de Nanawa por su disperso enfoque. La cineasta sigue a Ángel con la esperanza de que su realidad cotidiana genere incidentes y dramas inesperados, permitiéndonos acceder a una metodología artística basada en el azar, mientras se libera del control que los cineastas suelen imponer (incluso en el documental). Navas se sitúa en un borde metafórico para captar una visión clásica de la pérdida de la inocencia y la adquisición de una perspectiva que, de algún modo, cae poéticamente en sus manos.

El príncipe de Nanawa es una coproducción entre Argentina, Paraguay, Colombia y Alemania, producida por Gentil Cine, Tekoha, Invasión Cine y Autentika Films.

(Traducción del inglés)

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