15/05/2025 - CANNES 2025: Louise Hémon ambienta en una minúscula aldea de montaña en pleno invierno de 1900 su atmosférico y muy original primer largometraje

"Te he visto esta mañana en las montañas, pero debería haberte encontrado esta noche en el mar." No es casualidad que en L’Engloutie [+lee también:
entrevista: Louise Hémon
ficha de la película], la ópera prima de Louise Hémon, que ha sido presentada en la Quincena de los Cineastas del 78.º Festival de Cannes, aparezca el mítico relato de la cita en Samarcanda —ese encuentro ineludible con la muerte del que de nada sirve huir—. Esta historia, adaptada a la cultura local y narrada por una anciana junto al fuego en dialecto occitano, se cuenta en el transcurso de una profunda noche invernal alpina, justo en el paso del siglo XIX al XX. Porque “el tiempo pasa de forma diferente para cada uno”, y con su primer largometraje, la cineasta demuestra este hecho de una forma muy intrigante, mientras la naturaleza, el espíritu, la superstición y la educación se enfrentan entre cumbres nevadas inmutables y amenazas de avalanchas.

La trama (un guion escrito por la directora junto con Anaïs Tellenne, en colaboración con Maxence Stamatiadis), que se basa en el principio del "pez fuera del agua", narra la llegada de una joven maestra llamada Aimée (Galatéa Bellugi) a una pequeña aldea del alto valle del Vénéon, a la luz de las linternas y en medio de una tormenta gélida. La protagonista, que lee a Descartes y se deja impulsar por la fe que tiene en las virtudes emancipadoras de la educación republicana y el progreso científico, se instala en un chalet muy rústico (con vacas en el interior) para cumplir con la tarea de enseñar —en francés— a cuatro niños que viven en tres casas más abajo, donde solo viven unos pocos vecinos. Las madres trabajan como criadas en el valle durante el invierno, mientras que otras han emigrado en busca de climas más cálidos, a Argelia o California (“todos creen que allí se está mejor, pero no lo sabemos, porque nadie ha vuelto jamás”).

El abecedario, el planisferio, la escritura con pluma ("ahora la historia está aquí, por lo que ya no podréis olvidarla nunca"), higiene ("un arma: el baño, una vez al mes")… Aimée transmite su conocimiento, pero también se enfrenta a veces a las creencias locales (“vas a enfermarlos, la costra en la cabeza protege el cerebro”, “si congelas la historia, morirá”, “hay que dejar la ventana abierta para que el alma del muerto pueda salir”). Sin embargo, con el paso de los días, también se adentra en las exigencias y rituales de una existencia dura (ataúdes en los tejados fuera del alcance de los animales hasta que llegue la primavera para poder cavar la tierra, historias contadas al anochecer, fiestas con danzas, máscaras y "gouchettes", pan que se empapa en orujo, se enciende con una vela y se traga cuando todavía está ardiendo, etc.). Y luego está la fiebre del deseo subterráneo y dos jóvenes de su edad (Samuel Kircher y Matthieu Lucci). Y la muerte, que siempre acecha…

L’Engloutie, que se ha rodado con una intensidad y cercanía casi documental en un imponente entorno nevado y con una topografía muy visual, constituye una obra original de atmósfera poderosa, gracias en particular al trabajo “bergmaniano” sobre la oscuridad de la directora de fotografía Marine Atlan y a la música inquietante de Émile Sornin (que emplea, entre otros, ondas Martenot, una caja de zumbido, flauta y percusión). Se trata de una atmósfera de extrañeza de primer nivel que distingue a una directora que, aunque todavía tiene margen de crecimiento, ya brilla con un estilo verdaderamente propio.

L’Engloutie ha sido producida por Take Shelter y coproducida por Arte France Cinéma, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de Kinology.

(Traducción del francés)