CANNES 2025 Quincena de los Cineastas
Crítica: La mort n'existe pas
por David Katz
- CANNES 2025: La película de animación y fantasía de Félix Dufour-Laperrière sigue a una banda de jóvenes revolucionarios que quieren acabar con la élite y la propia mortalidad

Los camaleones dependen del camuflaje para su supervivencia y adaptabilidad. Si los personajes humanos de La mort n'existe pas, del animador quebequés Félix Dufour-Laperrière, también necesitan volverse verdes o dorados en un momento dado, el director se lo permite. A pesar del cambiante telón de fondo y de la claridad sinuosa de sus dibujos, no sería correcto calificar este compacto largometraje, estrenado en la Quincena de los Cineastas de Cannes, de “lisérgico”, sino de onírico y conmovedor, con un fatalismo galo muy particular que se desprende de las desventuras y anhelos de sus jóvenes aspirantes a revolucionarios, una suerte de sesentayochistas en la era del pesimismo climático.
La escasa e imprecisa trama se justifica por la forma en que sirve para liberar la animación de Dufour-Laperrière. Un grupo de veinteañeros, liderados por Manon (a quien da voz Karelle Tremblay), atraviesa cautelosamente un bosque embrujado mientras una inmensa finca palaciega se cierne sobre ellos. La joven pronuncia un discurso final para sus camaradas, prestando especial atención a la tímida Hélène (Zeneb Blanchet) y transmitiendo que no tienen otra opción, por el bien de la humanidad, que dar una lección a estos “vejestorios ricos”. Tras el fracaso de métodos más pacíficos de acción directa, estos jóvenes desean ambiciosamente salvar al mundo del colapso medioambiental y restaurar las normas éticas.
Armados con rifles de doble cañón (más apropiados para cazar pájaros, de los que hablaremos más adelante), el grupo llega a la opulenta propiedad, donde se produce un tiroteo. Tanto los revolucionarios como sus objetivos y los guardias de seguridad vomitan sangre color caramelo al recibir los disparos. Hélène mira con inquietud a una anciana de penetrantes ojos verdes que va en silla de ruedas (Barbara Ulrich) y desiste bruscamente, eludiendo un acto decisivo que aparentemente pondría fin a su misión.
La mort n'existe pas parece un sueño confuso generado por las ansiedades de la última década, con la célula de Manon evocando a manifestantes ecologistas radicales como los grupos británicos Extinction Rebellion y Just Stop Oil. El hipnótico dominio del tono y la confianza de Dufour-Laperrière para sostener la narración puramente visual (en ocasiones, dejando que sus personajes hablen en una única y atmosférica localización, como si se tratara de una película minimalista de acción real) hacen que su cruzada parezca glamurosa y ética. Cuando somos jóvenes, todos queremos sentirnos parte de un grupo. En este caso, esa “pandilla” es especialmente militante y desea vengarse de sus mayores, que han arruinado sus vidas y las de los que vendrán después.
Con todos estos referentes ambiguos, el director crea un mundo especulativo, aunque coherente, en el que al final se ve el resultado directo de su misión: un terremoto se apodera de las zonas urbanas en un feroz proceso de resilvestración, con aves abatidas y cadáveres humanos reanimados en movimiento inverso. Como siempre, la animación independiente se convierte en un vehículo donde el espectáculo al nivel de Hollywood puede concebirse de forma más barata: al igual que Gints Zilbalodis en la notable Flow, un mundo que salvar [+lee también:
crítica
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entrevista: Gints Zilbalodis
ficha de la película], la artesanía de Dufour-Laperrière nos golpea como un truco de magia, donde el escepticismo sobre los personajes poco desarrollados y los detalles se desvanece ante la inmensidad y tangibilidad de sus imágenes.
La mort n'existe pas es una coproducción franco-canadiense a cargo de Embuscade Films y Miyu Productions. Best Friend Forever se ocupa de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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