Crítica: La trama fenicia
- CANNES 2025: La nueva película de Wes Anderson es otro elegante pero olvidable capítulo de su filmografía

Estrenada en la competición principal del Festival de Cannes, La trama fenicia [+lee también:
tráiler
ficha de la película] marca otro regreso a la forma (o, más bien, a la fórmula) de Wes Anderson. A pesar de un reparto estelar encabezado por Benicio Del Toro, la película no resulta estimulante ni a nivel emocional ni intelectual, ofreciendo en su lugar otro envoltorio de tonos pastel, meticulosamente construido pero con poco contenido.
Del Toro interpreta a Zsa-Zsa Korda, un empresario fabulosamente rico acosado por incesantes intentos de asesinato. ¿Su solución? Nombrar a su única hija, Liesl (una monja interpretada con absoluta inexpresividad por Mia Threapleton), como heredera exclusiva de su fortuna. Cuando Korda pone en marcha un misterioso proyecto de infraestructura (la “trama fenicia” titular), que incluye una presa y una cuestionable política laboral, este se convierte en objetivo de terroristas extranjeros, magnates codiciosos y una serie de personajes excéntricos.
Anderson, que también firma el guion junto a su colaborador habitual Roman Coppola, construye su mundo ficticio entretejiendo elementos del Magreb, la Europa de mediados de siglo y los Estados Unidos de la posguerra. Aunque el vestuario de Milena Canonero, el diseño de producción de Adam Stockhausen y la dirección de fotografía de Bruno Delbonnel son innegablemente impactantes, con sus encuadres perfectamente simétricos, sus paletas de colores oníricas y sus deslumbrantes interludios en blanco y negro, esta estética comienza a resultar agotadora.
El aspecto más problemático es el vacío en el núcleo de la película. El guion carece de urgencia narrativa y de resonancia emocional. Los característicos diálogos elípticos de Anderson, que antes resultaban encantadores, ahora parecen una afectación perezosa. Los personajes aparecen y desaparecen rápidamente: Riz Ahmed interpreta a un príncipe que parece desarrollar sentimientos por Liesl; Tom Hanks y Bryan Cranston aparecen de la nada como turbios empresarios estadounidenses; Benedict Cumberbatch, interpretando a un villano sin motivación clara, emerge como un enigmático pariente; Scarlett Johansson languidece como la posible esposa de Zsa-Zsa, y Michael Cera, con un acento nórdico exagerado, interpreta a Bjorn Lund, un profesor noruego de entomología que supuestamente debería ofrecer alivio cómico, aunque no hay rastro de comedia.
Incluso la premisa, una relación paternofilial puesta a prueba por la avaricia y la herencia, acaba desvaneciéndose. Liesl nunca deja de ser un enigma, mientras que su devoción religiosa y su deber como hija no terminan de materializarse en pantalla. Sus interacciones con otros personajes, incluido el breve acercamiento romántico con el príncipe de Ahmed y el Lund de Cera, resultan poco convincentes. Por su parte, Zsa-Zsa se revela errático: una figura que, pese a las constantes amenazas y presiones comerciales, no despierta ni simpatía ni curiosidad.
La película coquetea con el espionaje, el cine negro y la sátira política, pero estos géneros se mezclan sin coherencia. La interpretación de Richard Ayoade como líder comunista rebelde, con su acento refinado y sus disparos al azar, ejemplifica la confusión tonal del film. Estos recursos pretenden divertir o provocar, pero terminan reduciendo La trama fenicia a un pastiche incoherente.
La banda sonora de Alexandre Desplat, que suele ser uno de los puntos fuertes en las películas de Anderson, aquí roza lo irritante. A veces resulta una presencia demasiado insistente, subrayando ciertas escenas de forma caprichosa o con una urgencia injustificada. El montaje de Barney Pilling y Andrew Weisblum es tan preciso como siempre, y el trabajo de sonido de Chris Scarabosio, Wayne Lemmer y Valentino Gianni es meticuloso, pero todo ello está al servicio de una máquina vacía. Las secuencias “bíblicas” en blanco y negro que se desarrollan cuando Zsa-Zsa se desmaya aportan muy poco a la narración, y parecen un pretexto para dar más tiempo en pantalla a colaboradores habituales como Willem Dafoe y Bill Murray.
Antes, las películas de Anderson parecían obras de artesanía hechas a mano; ahora parecen productos en serie, marcando todas las casillas de excentricidad visual y narrativa sin ofrecer ninguna sustancia. La trama fenicia es un paquete maravillosamente envuelto que no contiene nada que merezca la pena en su interior. No basta con ser visualmente atractiva, excéntrica o estar repleta de estrellas: en algún momento, una película también debe conmovernos, sorprendernos y hacer que nos importe lo que sucede. Esta no consigue nada de eso.
La trama fenicia es una producción de las estadounidenses American Empirical Pictures e Indian Paintbrush, junto con la alemana Studio Babelsberg. Universal Pictures se encarga de la distribución internacional.
(Traducción del inglés)
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